EL SIGNIFICADO DE LA CANONIZACIÓN DE PÍO X
A los cuarenta años de su muerte, Pío X acaba de ser
canonizado. Todavía están presentes en el escenario del mundo, muchos que
fueran testigos del fuego ardiente de su fe y de su caridad. Pío X fue un
santo. Y el secreto de su santidad fue la Fe. "Nada había más natural a
sus ojos que lo sobrenatural. Creía como respiraba, porque de tal suerte Dios
le era sensible. El mundo de la Fe le era familiar, y se movía en él con
comodidad, mientras que el mundo, así solo, donde iba a vivir y actuar debía
permanecerle extraño, o al menos le parecía tal, porque la fealdad de sus
pensamientos y de sus costumbres horribles le repugnaban. No se mezclará en él
sino forzado a la lucha contra los enemigos declarados de la Iglesia y contra
los adversarios emboscados del Dogma, en que las antenas sobrenaturales de su
Fe intrépida captarán las inspiraciones divinas para dictarle decisiones
humanamente sorprendentes, imprevistas, pero poderosamente fecundas"[1].
Porque Pío X se movía
en el mundo de la Fe, podía estimar en su justo valor el estado del mundo y
medir la gravedad de los errores que le amenazaban. De aquí el significado de
sus reprobaciones contra desvaríos espirituales que han determinado el estado
calamitoso en que se encuentra hoy el mundo.
Tres son estos
desvaríos. El primero lo constituye la guerra contra los derechos
imprescriptibles de la Iglesia, llevada a cabo particularmente en Francia por
el gobierno masónico de Combes. Frente a un gobierno, empeñado en crear una
Iglesia y un episcopado "nacional", Pío X se yergue como un gigante
en toda la majestad de su soberana autoridad y pronuncia el non possumus. El
gobierno rompe relaciones con la Iglesia, se incauta de sus bienes, prohíbe
todo acto de culto en las escuelas, en el ejército y en todos los
establecimientos públicos y niega en absoluto el derecho de enseñar a las
congregaciones religiosas. Pío X, en su encíclica Vehementer del 11 de febrero
de 1907 reprueba y condena la ley votada en Francia de separación de la Iglesia
y del Estado. "En consecuencia, dice allí, “Nos protestamos solemnemente
con todas nuestras fuerzas contra la proposición, contra el voto y contra la
promulgación de esta ley, declarando que nunca podrá ser ella alegada contra
los derechos imprescriptibles de la Iglesia para debilitarlos”.
Más peligrosa que la acción de los enemigos de fuera lo es
siempre la de los enemigos de dentro. Pío X va a proceder con toda energía para
conjurar el mal, tan frecuente entonces como ahora en los medios católicos, de
acomodar la doctrina y la acción social-política a los requerimientos del
siglo.
Las corrientes subjetivistas, inmanentistas y evolucionistas
que inficionaban la mentalidad moderna se infiltraban en los ambientes
intelectuales católicos determinando en exégesis, historia de los dogmas y de
la Iglesia, filosofía y teología una nueva interpretación del cristianismo que,
en la realidad de los hechos, lo alteraba fundamentalmente, y, con ello, lo
destruía. Contra ese segundo desvarío espiritual, conocido con el nombre de
modernismo, Pío X pronuncia sentencia de condenación en el decreto Lamentabili
del 17 de julio de 1907, y más particularmente en la encíclica Pascendi, del 7
de setiembre del mismo año, en la que lo califica como "colección de todas
las herejías".
La adaptación al espíritu moderno determinaba en el plano
social-político errores no menos peligrosos que podríamos denominar
demoliberales. Haciendo del pueblo la fuente de la autoridad pública, Marc
Sangnier y su equipo del “Sillon” buscaba un ordenamiento social-político
fundado en la nivelación de clases, soñando así cambiar las bases naturales y
tradicionales de la sociedad para edificar la sociedad del futuro sobre otros
principios que serían más fecundos y bienhechores que aquellos sobre los que
reposa la sociedad cristiana actual. Contra este tercer desvarío espiritual,
mezcla de liberalismo y socialismo, Pío X enseña de manera categórica "
No, Venerables Hermanos —preciso es recordarlo enérgicamente en estos tiempos
de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y
legisladores—, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la
edificó; no se edificará la sociedad si la Iglesia no pone los cimientos y
dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la ciudad
nueva por edificar en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización
cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de establecerla y
restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los
ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la
impiedad: omnia instaurare in Christo"[2].
Pero Pío X comprendió que de nada valían estas condenaciones
de los documentos públicos si la conducción diaria de los asuntos de la Iglesia
no estaba en manos de hombres verdaderamente de Dios. Por esto llamó junto a
sí, para que compartiera el gobierno de la Iglesia en la secretaría de Estado,
al Cardenal Merry del Val. Pero no es esto todo. Un prelado romano, muy
discutido y atacado, Mons. Benigni, fundó con la aprobación expresa de Pío X el
Sodalitium Pianum, o Sapiniére, en abreviatura S. P., para descubrir las infiltraciones
modernistas y demoliberales dentro de la Iglesia y, con ello, mantener la
pureza e integridad de la verdad católica en el plano del pensamiento y de la
acción. Pío X ha sido violentamente atacado por la firmeza de sus directivas
espirituales. Y cuando, en razón de la santidad notoria de su vida, no se han
atrevido a atacarlo a él directamente, lo han considerado "un santo cura
de campaña" y se han ensañado, en cambio, con el Cardenal Merry del Val y
con Mons. Benigni. Una de las objeciones, en apariencia más sólidas, que se ha
levantado contra la santidad del Pontífice en el proceso de su canonización, la
han constituido precisamente las actividades del ilustre Cardenal y de Mons.
Benigni. Pero, en vano, como lo manifestó Pío XII, en el discurso que pronunció
el 3 de junio de 1951 en la Plaza de San Pedro, en ocasión de la beatificación
del gran Pontífice. "Ahora, dijo entonces, que el examen más minucioso ha
descubierto a fondo todos los actos y las vicisitudes de su pontificado, ahora
que se conocen las consecuencias de aquellas vicisitudes, ninguna duda, ninguna
reserva es ya posible, y se debe reconocer que, aun en los períodos más
difíciles, más ásperos, más graves y de más responsabilidad, Pío X, asistido
por la gran alma de su fidelísimo secretario de Estado, el Cardenal Merry del
Val, dio prueba de aquella iluminada prudencia que nunca falta en los santos,
aunque en sus aplicaciones se encuentre en contraste doloroso, pero inevitable,
con los engañosos postulados de la prudencia humana y puramente terrestre"[3].
Pero hay todavía más. Pío XII no se ha contentado con
defender a Pío X y a sus ilustres colaboradores. Ha hecho el elogio positivo de
sus cualidades extraordinarias. "Con su mirada de águila, más perspicaz y
más segura que la corta vista de miopes razonadores, veía el mundo tal como
era, veía la misión de la Iglesia en el mundo, veía con ojos de santo Pastor
cuál era su deber en el seno de una sociedad descristianizada, de una cristiandad
contaminada, o, al menos, acechada por los errores de la época y por la
perversión del siglo."
"La mirada de
águila" de Pío X vio claro asimismo en el asunto de l'Action Française y
de Charles Maurras. Cierto que la incredulidad religiosa de Maurras, que había
perdido la fe en su juventud, ha alcanzado un grado de sacrílega impiedad y de
blasfemia en obras como Anthinea y Le chemin de Paradis. Pero el programa de
acción política contra el demoliberalismo de la Revolución, forjado por
Maurras, ofrecía garantías para una firme restauración socialpolítica en la
línea católica. Su Action Française era, en el plano político, una defensa de
la Iglesia contra la Revolución. A Camille Bellaigue, que pedía una bendición
para Maurras, le respondió Pío X: "¡Nuestra bendición! ¡Pero todas
nuestras bendiciones! Y decidle que es buen defensor de la Fe"[4].
Creemos conveniente recordar estos hechos para descubrir el
significado completo de la canonización de Pío X, en este año de 1954. Los
errores que él condenó y anatematizó con energía desusada se encuentran hoy,
para mal de Francia y del mundo, en pleno apogeo. Laicismo de Estado,
debilitamiento de la doctrina católica, infiltración del marxismo. De modo
particular estos errores han hecho presa de Francia y aún de Italia. Los
acontecimientos últimos producidos en el sector católico de estos dos países
los ponen en evidencia.
Pero, felizmente, estos errores al desarrollarse y mostrar
sus perversas virtualidades han puesto en guardia a muchos hombres todavía
responsables y ello ha de determinar que los pueblos busquen la solución de sus
problemas en el camino señalado por el gran Pontífice. Santidad de vida e
integridad de doctrina, recta concepción del ordenamiento económico-político de
la ciudad, prudentes pero progresivas y efectivas reformas que eliminen las
injusticias sociales, son tres condiciones inseparables para restaurar la
ciudad católica. Desgraciadamente en nuestro tiempo se ha confundido, de manera
inextricable, reforma de las injusticias con izquierdismo económico-político y
se ha querido bautizar esa confusión con un sentimentalismo evangélico,
sucedáneo de la caridad. El mérito excepcional de San Pío X consiste
precisamente en que, siendo él un luminar ardiente de auténtica caridad, ha
establecido las condiciones para que, sin confusión, se adjudicasen las justas
partes que se deben a la verdad y a la justicia.
Finalmente, la canonización del Papa que condenó el
modernismo y el demoliberalismo en el mismo año en que su sucesor Pío XII toma
enérgicas medidas contra el modernismo de teólogos franceses y contra el
socialismo de los prêtres-ouvriers, es signo de feliz presagio para la noble nación
francesa. Los que amamos a Francia, a la Francia de San Luis y de Juana de
Arco, creemos que han de encontrar cumplimiento las palabras que Pío X
pronunció en el Consistorio del 29 de noviembre de 1911.
Dijo el Santo Pontífice: "Hijos de Francia que gemís
bajo la persecución, sabedlo, el pueblo que ha hecho alianza con Clodoveo en
las fuentes bautismales de Reims, se arrepentirá y volverá a su primera
vocación. Un día vendrá, y Nos esperamos que no sea lejano, en que Francia,
como Saulo sobre el camino de Damasco, será envuelta con una luz celeste y oirá
una voz que le repetirá: «Hija mía, ¿por qué me persigues?». Y sobre su
respuesta: «¿quién eres tú, señor?» la voz replicará: «Yo soy Jesús a quien tú
persigues... Duro te es dar coces contra el aguijón, porque en tu obstinación
tú te reniegas a ti misma». Ella, temblando, sorprendida, dirá: «Señor, ¿qué
queréis que haga?» y Él: «Levántate, lávate de las manchas que te han
desfigurado, despierta en tu seno los sentimientos dormidos y el pacto de
nuestra alianza, y anda, Hija muy amada de la Iglesia, Nación predestinada,
Vaso de elección, anda a llevar, como en el pasado, mi Nombre delante de los
pueblos y de todos los reyes de la tierra»".
P. Julio Menvielle
Comentarios
Publicar un comentario
Deja tu comentario, siempre que sea respetuoso y lleno de caridad. Los comentarios van a ser moderados por los editores del blog.