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Mostrando entradas de abril, 2022

El Calvario y el Sacerdocio

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Homenaje en las Bodas de Oro Sacerdotales que   el Padre Carlos Alberto Lojoya celebra en el Cielo       Nuestros ojos se dirigen hoy, especialmente, al Monte Calvario. A la Cruz y al Crucificado y allí contemplamos al Sumo y Eterno Sacerdote que se ofrece a sí mismo en sacrificio por nuestros pecados, es ofrenda para la redención de todos los hombres y de todo el hombre, para elevar esta naturaleza caída y restaurarla de manera más sublime. Es ahí, en el Calvario, donde el Señor completa, por así decirlo, la misión sacerdotal por eso es la Cruz la máxima expresión del sacerdocio. Todo sacerdote debe subir a la cruz para hacer pleno su sacerdocio. Benedicto XVI lo explica maravillosamente: “ El único camino para subir legítimamente hacia el ministerio de pastor es la cruz. Esta es la verdadera subida, esta es la verdadera puerta. No desear llegar a ser alguien, sino, por el contrario, ser para los demás, para Cristo, y así, mediante él y con él, ser para los hombres qu

Carta De un Héroe a Su Padre (Del Teniente Estevez)

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  Querido papá:   Cuando recibas esta carta yo ya estaré rindiendo cuentas de mis acciones a Dios Nuestro Señor. Él, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en el cumplimiento de la misión. Pero fíjate vos ¡qué misión! ¿No es cierto? ¿Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas todos destinados a recuperar las Islas Malvinas y restaurar en ellas Nuestra Soberanía? Dios que es un Padre Generoso ha querido que éste su hijo, totalmente carente de méritos viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a nuestra Patria.   Lo único que a todos quiero pedirles es: 1) Que restauren una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de Cristo, 2) Que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea la apertura a la tristeza y muy importante, 3) que recen por mí.   Papá, hay cosas que, en un día cualquiera, no se dicen entre hombres pero hoy debo decírtelas.   Gracias por tenerte por modelo de bien nacido, gracias por tener tu apellido,

Mi Homenaje Personal Al Subteniente Oscar Silva

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   Por Antonio Caponnetto   Querido Marcelo:   Me pides que te escriba algo sobre Malvinas, para El Caballero de Nuestra Señora , con motivo de los 25 años del inolvidable 2 de abril.   Si me lo permites, te escribiré algo que nunca he contado en público por temor a que se confunda con vanagloria.   ¿Primicia de El Caballero ...? Nada de eso. A nosotros, las únicas primicias que nos tienen que importar son las de la salvación que, como ha recordado Benedicto XVI en su Homilía sobre la Natividad de la Virgen del 2005, nos llegan gracias a los méritos de María Santísima.   Ocurrió lo siguiente: Hacia fines del 2004, en una de las visitas habituales a la librería Santiago Apóstol, me llamó la atención un libro entonces reciente: Malvinas: la última guerra romántica . Su autor, un veterano de la contienda, el Teniente de Infantería Comando Dámaso Guillermo Soraires.   Adquirí la obra, publicada por Ediciones Camino del Bajo , y  al llegar a la página 77, lo que empecé a leer

Un Homenaje, Un Anhelo, Un Compromiso: ¡Malvinas Volveremos!

  «Fue un viernes 2 de abril, de 1982 cuando soldados valientes, la recuperaron para mi nación». Fue en aquella jornada gloriosa, que en la turba Malvinense y a la orilla del Atlántico flameaba nuevamente el Inmaculado Manto de la Virgen Purísima, que es bandera de nuestra Patria. No habíamos salido aún de la infancia, cuando fuimos testigos de aquel hecho glorioso para nuestra Patria. La Gracia de Dios, manifestada en nuestros padres, maestros y pastores, no dejo que fuéramos uno de los tantos a los que se le lavo la cabeza y se les involucró en el proceso de desmalvinización, que no es otra cosa que «la ocultación de todo lo patriótico, heroico y grande de nuestra guerra del Atlántico Sur» 1 . Y por esa gracia inmerecida, seguimos recordando a nuestros héroes que ofrendaron su cuerpo y su sangre en el altar de la Patria. Pero no en el altar pagano, sino unidos íntimamente al único Sacrificio, al único Salvador, a la Cruz y al Crucificado, al Verbo Encarnado que cada día recibía