Padre Julio Menvielle

Reproducimos aquí esta noble poesía del padre Néstor Sato que debería ser leída por todos los que visitan la Tumba del padre Julio, que son muchos, como lo quisieron sus hijos espirituales en 1998, pero la estupidez de entonces y lo inexplicable de después, quizás la cobardía vaya uno a saber hace que la placa siga arrumbada en algún sitio, Pero para todos nosotros siguen resonando las palabras que, si no me equivoco fueron escritas para el traslado de los restos, por el padre Sato, mucho más que un "sacerdote poeta", al padre Menvielle, mucho más que un "párroco fundador".






Sacerdote según Cristo,

vigía y testigo de la verdad,

un elegido

para la caridad intelectual.

Fue intransigente con el error.

No conoció la cobardía

del apaciguamiento

ni la complicidad

de la concesión.

El mundo moderno,

profeta y precursor


de la bestia,

vientre burgués

preñado de ídolos.

no obtuvo de él

ni el esbozo de una sonrisa,

menos aún, la genuflexión.


El sólo dobló sus rodillas

ante la Trinidad Santísima

y ante la Madre del salvador.

Tuvo la impaciencia

de los consagrados,

tuvo el coraje de la fidelidad.

Combatió por amor,

no faltó a ningún combate

fue jefe en las gestas de Dios.

Ocultó su corazón de niño

bajo la coraza de un guerrero,

permaneció un sencillo

bajo la toga del maestro.

Lo descubrieron así los pibes

de los barrios bravos,

y los hombres cotidianos,

los que sufren sin palabras

y mueren sin aplausos,

los que aprenden y trabajan

y transpiran en silencio,

los que creen con pudor

y llevan a Dios como un secreto.

Mas también lo comprendieron

los locos aventureros

que en las profundidades,

buscan la raíz de los misterios,

y aquellos que no se resignan

a dejar este mundo en manos

de los ingenieros del infierno.

La Iglesia fue su vida,

la patria su herida.

Orientó la construcción

de la ciudad terrestre,

para que todo en ella

mirara a la ciudad Celeste.

Eso le costó persecución.

la cárcel,

y el ataque de manos asesinas.

La marginación

fue castigo a su valor

su destierro y su isla.

Hoy, ausente en Dios,

nos ha dejado su ejemplo

y su pensamiento,

como piedras elegidas,

para que sigamos construyendo

la catedral de la vida.

Descanse él en paz.

Padre Nestor Sato

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una Antorcha Encendida (Primera Parte)

Una Antorcha Encendida (Tercera y última parte)

A Noventa Años del Comienzo del Apostolado Parroquial del Padre Julio Menvielle