La «Cultura de la Muerte» Sigue Atacando
Estos días que vivimos en la Argentina, me han hecho repensar en aquella encíclica que San Juan Pablo II nos legó, donde se llama a enfrentar la batalla por la “cultura de la vida” contra la “cultura de la muerte”. Luego de repasar el pasaje de Caín y Abel, el Papa nos dice: “Después del delito, Dios interviene para vengar al asesinado. Caín, frente a Dios, que le pregunta sobre el paradero de Abel, lejos de sentirse avergonzado y excusarse, elude la pregunta con arrogancia: «No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano? (Gn 4, 9)». «No sé». Con la mentira Caín trata de ocultar su delito. Así ha sucedido con frecuencia y sigue sucediendo cuando las ideologías más diversas sirven para justificar y encubrir los atentados más atroces contra la persona. «¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?»: Caín no quiere pensar en su hermano y rechaza asumir aquella responsabilidad que cada hombre tiene en relación con los demás. Esto hace pensar espontáneamente en las tendencias actuales de ausencia de responsabilidad del hombre hacia sus semejantes, cuyos síntomas son, entre otros, la falta de solidaridad con los miembros más débiles de la sociedad —es decir, ancianos, enfermos, inmigrantes y niños— y la indiferencia que con frecuencia se observa en la relación entre los pueblos, incluso cuando están en juego valores fundamentales como la supervivencia, la libertad y la paz.”
«¿Soy yo acaso el guarda de mi
hermano?» Se vuelve a decir, cuando al hablar del erario público se afirma el
famoso: “con la nuestra”. Cierto funcionario ha dicho, según relatan: “¿Por qué
vos no pagas peaje y yo sí?” o peor aún: «Si tu hijo nació con discapacidad, la
responsabilidad es de la familia».
La «cultura de la muerte» no está
solo en una ley de aborto o en las leyes contra el orden natural, tanto en el
orden de la sexualidad, como en la educación o incluso en la legislación sobre
la muerte de las personas. Estas leyes, son la cultura de la muerte en las
expresiones más desgraciadas y límites. La cultura de la muerte va
penetrando en la sociedad en pequeñas grageas, que tienen como droga principal,
el individualismo extremo.
La droga no se vende simplemente,
sino que se prepara el ambiente para que sea propicio, y cual campo luego del arado,
el corazón de los jóvenes es preparado para la siembra de la cultura de la
muerte. El alcohol, prenda valiosa del consumismo perverso, se apodera de los
jóvenes, cada día a edad más temprana, a veces con la “complicidad” de los
padres. Droga y alcohol, dos tumores malignos que no reconocen clases sociales.
Pero, el veneno más perverso, es
el individualismo extremo que combinado con la “dictadura del relativismo”, hacen
una dosis más poderosa y dañina que 50 kg de cianuro.
Esta dosis permite que la «cultura de la muerte»
penetre en todos los ambientes, donde la vida no tiene un sentido trascendente
y el hombre pierde su dimensión social. Esta droga los une a diestra y
siniestra del demonio. Nunca debemos olvidar que ambos extremos tienen la misma
raíz y ambos son hijos de una misma madre que es la Revolución anticristiana,
que dio su inicio con la Revolución protestante, siguió con la sangrienta
revolución francesa y continuo con la Revolución comunistas, pero estas
convergen en la Revolución Moral de los últimos sesenta años que destruyó al
hombre, como bien dijo el padre Sáenz en el libro de “cultura de la muerte”, el
“siglo XIX mató a Dios, el siglo XX mató al hombre”.
Estamos en el siglo XXI, donde se
mata el alma misma y se piensa en el reemplazo del hombre por la técnica. Estamos
en el siglo XXI, donde vuelven algunos puntos del siglo XX, se desprecia la
vida de los mayores, el trabajo humano y a quienes Dios, en su infinita
providencia, les permitió las capacidades diferentes.
El pecado original ha dejado
huellas terribles en la naturaleza humana, naturaleza caída y rescatada por
Cristo, pero han quedado en nosotros esas secuelas que nos acompañaran hasta el
fin de los tiempos. Secuelas que, por la misericordia de Dios, nos permiten a
su vez la caridad en la vida social. Nos permiten ser, de alguna manera, los
“guardianes de nuestros hermanos”.
Con nuestras actitudes
personales, pero también a través de esa institución de orden natural que nos
una en la sociedad, el estado. “El hombre está ordenado por la Naturaleza a vivir en
comunidad política. El hombre no puede procurarse en la soledad todo
aquello que la necesidad y la utilidad de la vida corporal exigen, como tampoco
lo conducente a la perfección de su espíritu. Por esto la providencia de
Dios ha dispuesto que el hombre nazca inclinado a la unión y asociación con sus
semejantes, tanto doméstica como civil, la cual es la única que puede
proporcionarle la perfecta suficiencia para la vida.”[1]
Por supuesto hablamos de un estado
católico, que subordine toda su acción a la Ley de Dios y que los gobiernan
entienden, más allá de la forma de gobierno, su función de mandar no proviene
sino de Dios.
Cuando esto lo olvidan los que
gobiernan y promueven las doctrinas contrarias al orden divino, cuando
subordinan al hombre no a Dios, sino a la economía o a la política y ponen al
hombre al servicio de estas y no a estas al del hombre, como es de orden natural.
Al servicio del hombre para que este alcance su desarrollo en esta vida, pero
también su destino final que es el Cielo. Se pueden cometer y se comenten las mayores
atrocidades, cuando quienes gobiernan no solo olvidan esto, sino que desprecian
a esta institución dada por la providencia.
Y estamos siendo testigos de esas
atrocidades, parecería que la “pureza” de la raza vuelve una y otra vez, el
desprecio por los “impuros” es hoy una realidad que se escucha a diario y lo
peor que es en aquellos que tienen la responsabilidad de velar por el pueblo
que le ha sido encomendado. La Cábala y el fariseísmo se apodera hoy de
nuestras estructuras estatales. Muchos, entre ellos católicos, entienden que esta nueva versión de la cultura de la muerte, que lleva en sus postulados contradictorios y misteriosos, porque por un lado están contra el aborto y por otro lo promueven al despreciar a quienes no "son productivos" por sus dolencias. No, no es una respuesta valedera a los perversos que estuvieron antes, no son discursos distintos, son hijos del mismo padre, aunque se sienten
a la derecha o a la izquierda del padre de la mentira y el pecado.
El discurso de “con la nuestra”,
acuñada por periodistas de estirpe farisaica, ha calado tan hondo que parece no
nos damos cuenta de que estamos ante la misma “cultura de la muerte”, que votó
la ley de aborto y que de esta última lo único que molesta es, que el Estado se
haga cargo del costo y no, su intrínseca malicia. Pero si algo faltaba es el
atentado contra los más débiles, como son quienes han nacido con alguna
situación de discapacidad, a quienes se despreciaba y se los tiraba, a veces
por ignorancia o por no tener los medios que hoy permiten, la estimulación y el
progreso en su desarrollo, incluso algunos han llegado a lugares inimaginables.
Pero si algo tienen ellos es que entienden, como nadie, el amor al
prójimo. Pero en los Caínes de hoy, vuelve aquello de «¿Soy yo acaso el guarda de
mi hermano?».
Además si la perversidad
puede ir más lejos, se ha avanzado contra la salud y contra la salud de los más
débiles como son los enfermos mentales y los niños con enfermedades terribles.
Los lectores saben que no soy muy afecto a ciertas frases de Francisco, pero
esta claro que la “cultura del descarte”, es la expresión actualizada de la
“cultura de la muerte», de la que nos advertía Juan Pablo II y en la cual estamos
inmersos. No nos engañemos liberales y marxistas, no pueden ser nunca
personas que defiendan la vida, algunos hacen su negocio con ella. Ambas
revoluciones nacen de la negación del Único Dios Verdadero y la creación de
falsos dioses. Basta recorrer un poco la historia reciente en la legislación
argentina y veremos que no hay un solo resquicio político que no hayan apoyado
las leyes de esta cultura de la muerte. ¡Cuidado, no caigamos en sus garras!
Perdone el lector que haya tocado
este tema, que para muchos puede parecerle coyunturales, para otros puede
parecerle con cierto tinte partidista, pero no es la primera vez que nos
ocupamos de temas como estos, en nuestros editoriales: “Como moscas”, hablando
de la muerte juvenil y la “Frente a la Noche Oscura de la «Cultura de la Muerte»”[2],
entre otros, nos ocupamos de ello, sin importar quienes estaban en el gobierno.
Hoy la confusión es mayor y amerita, entonces, volver a recordar algunos principios que parecen olvidados.
Pidamos al Espíritu Santo,
próximo a venir que nos ilumine y nos de sus dones para poder proclamar la
verdad siempre.
Supla la gracia, la deficiencia
de la pluma
Lic. Marcelo Eduardo Grecco
[1]
Inmortale Dei, 2
[2]
Pueden ver un resumen en una entrevista que nos hicieran en relación al mismo.
Pronto publicaremos ambos en el blog: https://youtu.be/rIO9TImPLQU
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