Presbítero Jon Koldobika Gárate. Sacerdote de Cristo[1]


Al cumplirse un nuevo aniversario del natalicio del padre Jon Garate y a poco más de dos meses del retorno a la Casa del Padre de la autora de este artículo, mi querida madrina, Alicia Casanova de Cabriza, discípula y amiga del querido padre, a quien nunca dejó de agradecer sus enseñanzas. Al escribir este artículo, todavía no había obtenido el doctorado, pero con gran empeño lo obtuvo, siguiendo los lineamientos de su maestro, por eso hemos querido mencionarla con el mismo, sabiendo que el padre, al igual que sus seres queridos, ha de tener el sano orgullo del logro.
Ella, con su generosidad habitual, engalanó a nuestra publicación hace ya muchos años con este recuerdo, sino que a su vez nos dio autorización para que lo publicáramos en las páginas y redes de la Revista. 
Vaya pues como recuerdo a quién ayudo a crecer en la fe a mi madrina, la que junto a mis padres y a mi padrino pidieron y que acompaño siempre, dando testimonio hasta el último momento. Quedará atesorado el último Ave María juntos en su lecho de muerte, la Virgen a la que el Padre Jon tanta piedad le tenía. Dios quiera que ambos recen por nosotros y por la Iglesia.

 Marcelo Grecco



 Dra. Alicia Nora Casanova de Cabriza


Fue auténtico Padre de sus discípulos.

Amigo sin retaceos, los quería como hijos y hermanos en la Vida de la Fe. Su compañía era constante; fiel al Misterio de la Encarnación del Verbo, le importaba el bienestar de ellos como totalidades, tanto en los aspectos espirituales como materiales.

Hombre de carácter afable, entusiasta de las bromas y de los juegos de palabras; amante de los deportes, gozaba con las cosas sencillas y alardeaba de su propia alegría de vivir.

En los buenos y los malos momentos, tanto personales como familiares, siempre dio el presente de su compañía que llegaba con sus lágrimas emocionadas y/o su risa contagiosa.

Capaz de inmensas gratitudes y reconocimientos para quienes lo hubieran apoyado en distintas circunstancias, lucía modesto cuando era destinatario de las mismas manifestaciones.

No obstante su desapego con relación a los bienes materiales, nadie podía adelantársele impidiendo que fuera su propia biblioteca la primera en estar al día en los temas y autores que lo desvelaban; todos teníamos acceso a esos ejemplares que permitían abrevar -"rumiar" según su léxico, voz con la que aludía a la aridez del esfuerzo que demanda la búsqueda de la verdad- en aquellos márgenes repletos de reflexiones exteriorizadas en notas harto enriquecedoras.

El Padre Jon volvió a la Casa del Padre.

Pero su ausencia es sólo física.

Perduran en nosotros su recuerdo, los frutos de sus enseñanzas, el testimonio de su vida pura, sin complicaciones banales.

La crisis del mundo actual nos halla en etapa de madurez, rodeados de nuestros hijos; entonces aquel recuerdo se agiganta; encontramos que aquellas lecciones, como grabadas en nuestro interior de manera indeleble, fluyen espontáneamente, sin buscarlas, a través de nuestras propias respuestas al entorno.

Su pensamiento esclarecedor está actualmente vigente guiando nuestro intelecto y nuestras realizaciones, desde la perspectiva primordial de las valoraciones, en orden al Unico Fin Verdadero, individual y social.

No nos está permitido contentarnos con una mera remembranza cargada de sentimentalismo; la fidelidad a su memoria nos impone vivir intensamente el deseo que repetía tantas veces, "Sea mi vida un vivir en Cristo, su Luz la que yo proyecte en las almas de los que lo buscan y no lo encuentran y lo amarían si lo hallaran".

Debemos tener muy presente la gravísima responsabilidad que nos atañe.

Hemos de contribuir a la realidad de aquella su mayor aspiración, su más querido sueño, poder exclamar ante el Cristo de la Parusía, "¡Señor, de los que me diste, ninguno se ha perdido!".



[1] Nota de la autora: Las frases encomilladas reproducen sus similares..................


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