Presbítero Jon Koldobika Gárate. Sacerdote de Cristo[1]
Marcelo Grecco
Dra. Alicia Nora Casanova de Cabriza
Fue auténtico Padre de sus
discípulos.
Amigo sin retaceos, los quería
como hijos y hermanos en la Vida de la Fe. Su compañía era constante; fiel al
Misterio de la Encarnación del Verbo, le importaba el bienestar de ellos como
totalidades, tanto en los aspectos espirituales como materiales.
Hombre de carácter afable,
entusiasta de las bromas y de los juegos de palabras; amante de los deportes,
gozaba con las cosas sencillas y alardeaba de su propia alegría de vivir.
En los buenos y los malos
momentos, tanto personales como familiares, siempre dio el presente de su
compañía que llegaba con sus lágrimas emocionadas y/o su risa contagiosa.
Capaz de inmensas gratitudes y
reconocimientos para quienes lo hubieran apoyado en distintas circunstancias,
lucía modesto cuando era destinatario de las mismas manifestaciones.
No obstante su desapego con
relación a los bienes materiales, nadie podía adelantársele impidiendo que
fuera su propia biblioteca la primera en estar al día en los temas y autores
que lo desvelaban; todos teníamos acceso a esos ejemplares que permitían abrevar
-"rumiar" según su léxico, voz con la que aludía a la aridez del
esfuerzo que demanda la búsqueda de la verdad- en aquellos márgenes repletos de
reflexiones exteriorizadas en notas harto enriquecedoras.
El Padre Jon volvió a la Casa del
Padre.
Pero su ausencia es sólo física.
Perduran en nosotros su recuerdo,
los frutos de sus enseñanzas, el testimonio de su vida pura, sin complicaciones
banales.
La crisis del mundo actual nos
halla en etapa de madurez, rodeados de nuestros hijos; entonces aquel recuerdo
se agiganta; encontramos que aquellas lecciones, como grabadas en nuestro
interior de manera indeleble, fluyen espontáneamente, sin buscarlas, a través
de nuestras propias respuestas al entorno.
Su pensamiento esclarecedor está
actualmente vigente guiando nuestro intelecto y nuestras realizaciones, desde
la perspectiva primordial de las valoraciones, en orden al Unico Fin Verdadero,
individual y social.
No nos está permitido
contentarnos con una mera remembranza cargada de sentimentalismo; la fidelidad
a su memoria nos impone vivir intensamente el deseo que repetía tantas veces,
"Sea mi vida un vivir en Cristo, su Luz la que yo proyecte en las almas de
los que lo buscan y no lo encuentran y lo amarían si lo hallaran".
Debemos tener muy presente la
gravísima responsabilidad que nos atañe.
Hemos de contribuir a la realidad
de aquella su mayor aspiración, su más querido sueño, poder exclamar ante el
Cristo de la Parusía, "¡Señor, de los que me diste, ninguno se ha
perdido!".
[1] Nota
de la autora: Las frases encomilladas reproducen sus
similares..................
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