Brochero y la Pandemia

 



Celebramos hoy a San José Gabriel del Rosario Brochero, en esta rareza que tienen las últimas beatificaciones en la argentina, en las cuales se celebra el día del natalicio y no de la partida a la Casa del Padre, como era bella costumbre en la Iglesia, Madre y Maestra, que enseñaba así la hermosa teología de la muerte como el retorno a la Casa del Padre y a la santidad que debemos caminar hasta el final de nuestros días.

Pero bueno, aceptamos que el 16 de marzo sea la Fiesta Liturgica, en su natalicio a la vida, pero sus padres le bautizan 17, en la bella costumbre que tenían las familias cristianas de bautizar rápidamente a sus hijos, por tanto desde aquel día es Hijo de Dios, miembro de la Iglesia y ciudadano del Cielo, como nos enseñaba el Catecismo, en épocas que se enseñaba la sana doctrina. Seamos justos todavía quedan familias, sacerdotes y catequistas que la enseñan.

Decíamos celebramos esta fiesta, en un contexto especial, es por eso que queremos poner una mirada sobre Brochero que pueda ayudarnos.

Dos fueron epidemias que le tocaron enfrentar, al comienzo de su sacerdocio. La diferencia entre epidemia y pandemia, es el radio de acción de una enfermedad, pero para el caso que nos ocupa podríamos igualarla porque hace a la acción de la persona en su lugar de influencia que para Brochero fue en la ciudad de Córdoba, donde el cólera se cobrará en poco tiempo más de dos mil vidas. ¿Cuál fue la actitud de Brochero y supongo que de muchos sacerdotes? ¿Cerraron Iglesias? ¿Dejaron de visitar a los enfermos? ¿No distribuyeron los sacramentos, de los que son administradores?

La Hermana Diaz Cornejo, que escribe sobre él desde la documentación que hay en la Causa de Canonización, nos cuenta claramente: “Cuando todos huían del horroroso flagelo, Brochero permaneció siempre en la ciudad, llevando a los enfermos los consuelos religiosos, socorriendo a todo el que llamaba a su auxilio y extendiendo su piadosa acción hasta donde le permitía su actividad extraordinaria en la práctica del bien. Fue uno de los sacerdotes que más se distinguieron entonces, eternizando, en la memoria de un pueblo entero, el completo discernimiento de sí mismo y la absoluta consagración en beneficio de los demás… Se lo veía correr de enfermo a enfermo, recogiendo la última palabra del moribundo, cubriendo la miseria del huérfano…”

Debemos decir, que durante este tiempo de pandemia, entre nosotros hubo varios sacerdotes que le imitaron, en algunos casos sufrieron la condena de sus superiores, por ser simplemente sacerdotes con este verdadero espíritu brocheriano, que no es otro que el espíritu y el corazón de Cristo sacerdote.

Para entender a Brochero y su obra y contraponerlo a las barbaridades que se han hecho durante el año pasado y siguen en este, por los pastores “ovejerizados”,  hay que  entender que Brochero subordina toda su obra a la salvación de las almas y no a una teología, que no es tal, inmanentista como parece ser la que guía a los pastores que han dejado morir a los enfermos, en la soledad más absoluta y sin el consuelo de los sacramentos. Hablamos de enfermos, no solo de COVID a cuyos lugares de “internación” les era vedado el ingreso, aunque hubo quienes lograron traspasarlo, con la medidas de seguridad posible, pero en muchos casos sumisos se guardaron, ni siquiera hicieron aquello que la Santa Sede les recomendó como usar un Megafono y hacer llegar a los oídos de los agonizantes el consuelo de la absolución y la oración de la Iglesia. Aquellos que, como Cristo pelearon como guerreros y estuvieron junto a ellos llevando el alimento que Salva, el Pan vivo bajado del Cielo, aún a costa de riesgo de enfermarse… “No hay mayor amor que dar la vida”, no es solo para las homilías edulcoradas, es para hacerlas carne y acción pastoral.

Pongamos por caso una clínica de la Ciudad de Buenos Aires, cuyo capellán anterior, a quien no se lo podía tratar de conservador, se lo encontraba fácilmente recorriendo los pasillos con la imagen de Lourdes, con su delantal y su estola siempre listo para un consejo, para una palabra, para una confesión y si era necesario para dar unción y la comunión, era edificador. No sé porque razón este capellán ceso en su función y nombraron a otro, quien brilla por su ausencia. En agosto, estuve quince días internado junto a mi madre y no se lo veía ni por los pasillos, ni en la capilla, mucho menos recorriendo las habitaciones. Dios que no se cansa de ser generoso, nos mandó por el Servicio Sacerdotal de Urgencias, un santo varón que no dudo en pelearse con la vigilancia que no lo dejaban entrar y pudo entrar y celebrarle la Misa a la madre de un sacerdote. Otro ejemplo triste, la parroquia del domicilio de mis padres, al comienzo de la Pandemia, cesaron inmediatamente la distribución de la Eucaristía a los enfermos, ni los ministros ordinarios, ni los extraordinarios acudieron aún ante el llamado de mi padre, ya anciano, pidiendo la visita del sacerdote. El laico intemediario, ministro extraordinario de la comunión, dijo que si fuera un caso urgente, un caso de peligro y le pregunte si no le parecía urgente que personas de 84 y 86 con patologías graves lo pidieran. Lo cierto es que el cura brillo por su ausencia y hubo de venir otro, que no es ninguno de los que están en la parroquia, sino un valiente sacerdote que ejerce su ministerio bastante lejos de casa, un sacerdote que valora la eternidad y, que sin imaginarnos ninguno de los acontecimientos que venían, al darle la última comunión a mi madre le hablo sin reparos del Cielo y del encuentro personal con Cristo en la hora final, al otro día comenzaría su subida al Monte Calvario y su Triunfo con Cristo.  Cuando ya se abrieron las parroquias recibimos un comunicado de la junta parroquial, de la comunidad parroquial, que nos decía que por decisión casi mayoritaria la parroquia iba a permanecer cerrada y solo se iba a abrir un par de días a la semana para “oración personal”, ¡Bendita sinodalidad!

Sumemos al Obispo que obligo masivamente a comulgar en la mano y que forzando las conciencias de sus seminaristas y sacerdotes lo declaro en rebeldía y logro el objetivo de gran parte de la Conferencia Episcopal de cerrar el seminario más fructífero no solo en cantidad, sino por sobre todo en santidad de sus sacerdotes; o aquel otro que dijo que la Misa no importaba, que importaban los comedores o aquel que contra lo que dice la Iglesia dijo que la comunión solo debe recibirse en el contexto de la Misa y se opone a San Juan Pablo II cuando dice que la Adoración Eucarística es una continuidad de la Misa. Sabemos que la Misa siempre es acción de toda la Iglesia, aunque solo este el sacerdote que celebra, pero para el patagónico rebelde, la Adoración Eucarística es una piedad personalista, me hizo acordar a aquel cura que me dijo porque no rezaba el “alma de Cristo” en nosotros y no en primera persona.  ¡Ven Señor Jesús!


¿Qué haría Brochero con ellos? Y quizás los pondría cerca de Malacara para que esta le diera unas cuantas patadas donde ya saben. Bueno a uno, un cura gaucho y con la sotana bien puesta le dio para que tenga y guarde.

Lejos queda en estos “ovejerizados”  pastores, la acción de Brochero en la epidemia o en aquel camino que hizo, aún contra las opiniones de quienes lo rodeaban por considerar que podía ser una trampa, para llevar los sacramentos a aquel que se los reclamaba, lo cierto que era una trampa, lo descubrió luego de bendecir al hombre que yacia muerto cuando llego y debajo de su almohada tenía el arma lista para matar al cura, lejos queda el brochero que estuvo junto a los leprosos.

Saben, hay tantos que se llenan la boca con las enseñanzas de Brochero y lo imitan tan poco. La raíz está en que  Brochero hizo toda su obra en función del destino de eternidad de sus fieles y, por el contrario, hoy parece guiar a nuestos pastores la subordinación de lo eterno a lo temporal.

Pastor con olor a buen pastor fue Brochero y no a oveja, él no se confundía, pero estaba junto a las ovejas, servía a Cristo en su Cuerpo Místico y hacía suya la obra de Salvación de Cristo llevando el alivio de los sacramentos, la gracia y el don que de ellos se derrama y que hoy se niega.

Mucha “pastoral reunionera”, y poca verdulería con la mercadería a la vista[1], como decía el padre Lombardero. Mucha sinodalidad y poco pastoreo, mucho pueblo y poco Cuerpo Místico de Cristo.  Mucha iglesia de la publicidad y poca Iglesia verdadera. Mucha pastoral y poca acción misionera que es doctrina y acción pastoral en una unidad armoniosa.

Para mí que a los Obispos les faltan buenos retiros Ignacianos que les saque lo que se les ha impregnado de tanto encuentro fraterno  con masones y enemigos de la Iglesia. Háganle caso a Brochero y haganse algún buen ejercicio para sacarse de encima esos pensamientos, pero busquen un buen sacerdote y no un progresista cualquiera. Imiten a Brochero: “Yo iré a Córdoba a fines de mes, porque voy a entrar a ejercicios en Buenos Aires el 11 del corriente, para que se me quite y despegue la masonería que he contraído yo tanto andar con masoncitos”

 Entender que una “Iglesia en salida” no debe ser una Iglesia que pida por Tierra, Techo y Trabajo con marchas, como la que ensucio el día de San José en San Justo. En tal caso debiéramos orar y promover, como dice la doctrina social, que la gente tenga un trabajo digno del que pueda vivir y guardar para poder tener un techo digno donde vivir, como lo hicieron generaciones enteras, con trabajo y esfuerzo.

 Una “Iglesia en salida”, no puede ser una Iglesia cerrada, con la negación de los sacramentos, una iglesia que fuerce las conciencias de quienes deseamos recibir con dignidad la comunión, porque la comunión en la mano no es una medida sanitaria, sino un capricho eclesiástico, una vendetta porque no pudo imponerse en más de 24 años y son muchos los que se negaban a recibirlo de esta manera, les vino de relojito la pandemia o ¿era parte del plan?, vaya Dios a saberlo. El único estudio que se conoce, realizado por la gripe A, dice con claridad que la comunión en la mano no es más segura que la comunión en la boca, por tanto quienes deseamos comulgar en la mano no atentamos contra ningún mandamiento, no queremos matar a nadie, digo porque algún Obispo tibion y trepador anda acusando de asesinos a quienes queremos comulgar en la mano.

La “Iglesia en salida” ha sido la iglesia más guardada de la historia, por mucha virtualidad que haya acompañado la fe de algunos, no de los más débiles y más necesitados de los auxilios, como son los enfermos. Me quedo con la Iglesia en la época de los santos curas, como Brocheros, con la Iglesia que en sus “estructuras caducas” dieron más testimonio que, por lo menos en Argentina,  lo que vimos en este último año.

Brochero, gracias por iluminar a esos santos sacerdotes, que no “obedecieron” la legislación injusta episcopal y estuvieron al pie del lecho del enfermos, anónimos capellanes y párrocos o simples curas que no dudan en asistir las verdaderas periferias existenciales, sin miedos o con ellos superados por el Amor verdadero del rebaño y no edulcorado.

Hay infinidad de cosas para seguir meditando de Brochero, pero hoy quise mostrar el rostro del cura que se metió en medio del pueblo, sin miedo a la enfermedad, solo por amor a las almas y no hay amor a los hombres sin querer su santidad, su certeza o casi certeza del Cielo y los sacramentos recibidos con docilidad y ofrecidos con generosidad por los servidores de Cristo, en el nobilísimo sacramento del Sacerdocio.

“¿Por qué te hiciste sacerdote?“ Pregunto un nobilísimo sacerdote a un párroco porteño, que en la epidemia de gripe A, negó la comunión en la boca a una señora. Tengan por seguro que Brochero no lo hubiese hecho, ojalá lo entendieran o debiéramos decir, ojalá creyeran en la Eucaristía….

Supla la Gracia la deficiencia de la pluma

Marcelo Eduardo Grecco

Director

El Caballero de Nuestra Señora

16 de marzo de 2021



[1] En una hermosa entrevista el padre Lombardero le cuenta a Tito Garabal, que él los domingos se sentaba en la puerta de la Iglesia San Juan el Precursor revestído de alba con su estola y, junto a un grupo de colaboradores, estaba dispuesto para los que concurrían al llamado Parque Savedra necesitaban, desde agua caliente, estampitas o los sacramentos, especialmente la confesión. Esto hizo saltar al Cardenal Quarracino quien lo llamo para ver que estaba haciendo y el cura le dijo que el hace lo que los verduleros, tiene toda la mercadería a la vista, en el sentido que una Iglesia misionera tiene que estar atenta a las necesidades del rebaño, fundamentalmente a las espirituales,  y que mejor que lo que hacía para un barrio donde se juntaban miles de personas a pasar simplemente una tarde de esparcimiento.

Comentarios

  1. Gracias Marcelo! Que grande el Santo cura Brochero!! No conocía lo que dijo de los masoncitos...Abrazo en Cristo! A tus órdenes! Reynaldo

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Deja tu comentario, siempre que sea respetuoso y lleno de caridad. Los comentarios van a ser moderados por los editores del blog.

Entradas populares de este blog

Una Antorcha Encendida (Primera Parte)

Una Antorcha Encendida (Tercera y última parte)

A Noventa Años del Comienzo del Apostolado Parroquial del Padre Julio Menvielle