“El Cielo en Buenos Aires” (Tercera Parte)

Homenaje en el Nonagésimo Aniversario de la Celebración de XXXII Aniversario del Congreso Eucarístico de Buenos Aires

Del 9 al 13 de octubre de 1934




 

Con especial dedicación a la memoria de mi padre Domingo Liberato Grecco


La Preparación espiritual de un País

Argentina sería la sede de un acontecimiento sublime, un acontecimiento que era mucho más que un hecho social. Era una realidad eclesial y, por tanto, no había de prepararse solo en lo logístico u organizativo, era necesario prepararse espiritualmente. Muchas fueron las acciones que se desarrollaron, iremos viendo algunas de esas acciones, cuyo objetivo era preparar el corazón de los argentinos, frente a tamaño acto de piedad internacional en nuestra Patria.

La Palabra de los Obispos

Los Obispos realizan cartas pastorales que ayuden a la preparación para la celebración del Congreso.

El Episcopado unido[1] emitió una carta pastoral el 14 de octubre de 1933[2], resaltando el hecho que el Congreso iba a ser “un acto extraordinario” y que era “un honor insigne de nuestra Nación". Un hecho que, por “los amorosos designios de la Providencia de Dios”, “ha distinguido a nuestra Patria”, a quien le dieron la “misión de organizar los honores mundiales que, por primera vez, se rendirán a Jesús Sacramentado en el continente sudamericano”.

Contaban a la grey católica, que “ciento de millones de almas del orbe católico” dirigirían “sus miradas hacia la augusta asamblea futura de Buenos Aires”. Había, decían, una “grave responsabilidad (de) “no omitir esfuerzo alguno para lograr que el triunfo mundial de nuestro Divino Rey Sacramentado sea realmente magnífico y, si fuera posible, el más grandioso que se le haya tributado jamás en la tierra, tanto por el fervor religioso y transformación interior de los corazones de todo nuestro pueblo, como por el brillo exterior del culto público rendido en nuestros templos, calles y plazas, por todas las clases sociales, hermanadas entre sí y con los representantes de todas las demás naciones, en la luz de una sola fe, en la llama de un solo amor y en la armonía de un solo himno triunfal a la Divina Eucaristía.”

Continúan los Obispos destacando, la “bendición especialísima de Dios” hacia la Iglesia con el desarrollo de los Congresos que ya se habían llevado a cabo en “31 ciudades de Europa, Asia, África, Oceanía, y América del Norte”. La semilla arrojada en 1881 se ha convertido ya en “árbol lozano, vigoroso que alegra al mundo con sus flores y frutos sobrenaturales”.

Continúan los Obispos Argentinos con una catequesis sobre la glorificación de la Eucaristía en la Iglesia, explicando por qué la Iglesia honra y glorifica “con mayor pompa y solemnidad que los demás misterios divinos” el misterio de Jesús Sacramentado, a quien ella dedica “sus más tiernos cantos, sus más brillantes cultos periódicos, sus más  devotas procesiones, sus más esplendidos altares y las exhortaciones más instantes[3] de sus pastores y predicadores, haciendo converger hacia la mesa de la eucaristía la piedad de todas sus congregaciones y obras piadosas, como si de ella dependiera principalmente la santificación y salvación de las almas”. Sin duda, la causa de todo ello es que, “no hay misterio en que Dios se acerque tanto al hombre, ni en que el hombre se acerque tanto a Dios.”

Continuarán los Obispos, con esta catequesis haciendo hincapié en la presencia real y substancial “de la Persona Divina de Jesucristo, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad”. Exhortan al pueblo a recordar esa presencia, de Aquel que nació en Belén, que “recorrió poblados, caminos y desiertos de Judea y Galilea, sembrando verdades sencillas y profundas que iluminan las almas y curan los corazones; el mismo que perdonó a la Magdalena, a Pedro y al ladrón penitente”, el mismo que “sufrió Pasión dolorosa y Muerte afrentosa en el patíbulo de la Cruz por salvar a los pecadores; al mismo tiempo que resucitó glorioso de entre los muertos y subió triunfante a los cielos para confirmar nuestra fe y alentar nuestra esperanza”. Citando a San Pablo, San Agustín y San Lorenzo Justiniano.

Los Obispos recuerdan que la Eucaristía es la “expresión de la cristianización de la sociedad”, en consonancia con el lema del Congreso los obispos llaman al reinado Social de Cristo y de alguna manera entienden que solo Él, presente de manera real en el Santísima Sacramento es la “fuente de vida inmortal que ha de saciar la sed” de las almas argentinas y del mundo. Afirman con claridad que el método “más directo” para la “cristianización de la sociedad” y su “expresión más perfecta”[4] es la vida eucarística.

Le enseñan al pueblo de Dios que al comulgar dignamente nos hacemos “concorpóreos y consanguíneos con Cristo”, siguiendo la enseñanza de San Cirilo de Alejandría. Quien “recibe la carne y la sangre del Señor, se une de tal manera con Él, que tiene a Cristo en sí y Cristo lo tiene a él en sí”. Continúan los Obispos, siguiendo ahora a San Cirilo de Jerusalén, enseñando que cuando Cristo “permanece en nosotros, apacigua la rebelión de nuestros miembros contra la ley del espíritu, corrobora la piedad, serena las turbaciones de ánimo, sana las enfermedades, cicatriza las heridas y, como Buen Pastor, que dio su vida por sus ovejas, nos levanta en todas nuestras caídas”[5].

Los Obispos de Argentina enseñan, que la unión con Cristo en la Eucaristía genera una unión maravillosa, “entre todos los hombres que participan del mismo cuerpo y la misma Sangre, porque todas las cosas que se identifican con una tercera se identifican entre sí. Todos los que comulgan entran a formar parte de un solo Cuerpo, que es el de Cristo.”  Manifiestan que esta es una hermosa “lección de unidad, caridad y fraternidad para este mundo tan dividido y convulsionado por odios de clase, egoísmos de partido, exclusivismo de nación, prepotencias de raza, color y lengua”, por eso animan a volver a la “Divina Eucaristía, donde está la suprema unidad del mundo” y con palabras de San Agustín terminan diciendo: “¡Oh, Sacramento de piedad! ¡Oh signo de unidad! ¡Oh vinculo de caridad!”

Continúan, destacando la caridad del Papa para darnos la confianza de generar esta acción pastoral y exhortan a comenzar, “desde ahora su preparación próxima para el triunfo de la Eucaristía, purificándose, en primer lugar con santos ejercicios espirituales y piadosas misiones, frecuentando la confesión sincera y la comunión fervorosa, rodeando con hambre y sed de cultura religiosa las cátedras en que se anuncia la palabra de Dios, reforzando con nuevas adhesiones y vigorizando con nuevo entusiasmo las obras eucarísticas, tomando parte en los Congresos Regionales y solemnidades locales que organicen con interés y diligencia, la inmensa labor preparatoria que pasa sobre las Comisiones Nacionales del futuro Congreso Internacional”.

Por último, los Obispos refuerzan la idea de las gracias y bendiciones que atraería sobre nuestra Patria la augusta asamblea, exhortan a pedir a Dios que, “sea fecundo en frutos espirituales para nuestra Patria, para América y para el mundo entero.

Poco valdría la pompa exterior sin renovación interior. Mal empleados estarían los esfuerzos de los organizadores y los sacrificios de los peregrinos, si el resultado final se redujera a la brillantez de un espectáculo, al recuerdo fugaz de predicaciones no asimiladas por el espíritu ni traducidas en obras, al eco lejano de aclamaciones y canticos perdidos en el aire.”

Terminan pidiendo a Dios Omnipotente, conceda la gracia suprema para que los esfuerzos y sacrificios que se realicen con el fin de “solemnizar en Buenos Aires, el triunfo mundial de Jesucristo Sacramentado, nos merezcan la dicha de encontrarnos un día reunidos de nuevo en torno del Rey Inmortal de los siglos, para adorarle y cantarle himnos de gloria en el triunfo eterno del Cielo”.

Los Obispos de Buenos Aires (Mons. Copello), de la Plata (Mons. Alberti), de San Juan (Mons. Orzali), de Corrientes (Mons. Luis Niella), de Salta (Mons. Julio Campero), de Córdoba (Mons. Fermín Laffite), de Paraná (Mons. Julián Martínez), de Santiago del Estero (Aulino Rodríguez), de Tucumán (Agustín Barrere), de Santa Fe (Nicolás Fasolino) y de Catamarca (Mons. Vicente Peira), dan su bendición a los fieles de Argentina.

Como parte de los preparativos para el Congreso, o mejor dicho en el contexto del acontecimiento, se logra la creación de nuevas diócesis y la elevación a Arquidiócesis a seis diócesis. Esta noticia que se confirma en abril de 1934, es anunciada ya en junio de 1933 en el boletín parroquial “Versailles”, de la Parroquia Nuestra Señora de la Salud, que cuenta que la Comisión de Negocios Constitucionales del Senado de la Nación, estaba trabajando un proyecto del Poder Ejecutivo sobre la creación de nuevas diócesis y arquidiócesis en el país, en el artículo, se mencionan como nuevos arzobispados a La Plata, Córdoba, Santa Fe, Paraná y Cuyo (Comprendiendo San Juan y Mendoza), también se menciona que Buenos Aires pase a ser la Arquidiócesis primada[6].

La noticia fue confirmada el 20 de abril de 1934 con la bula Nobilis Argentinae nationis del Sumo Pontífice Pio XI, quien crea las diócesis de Azul, Bahía Blanca, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Mercedes, Río Cuarto, Rosario, San Luis y Viedma y eleva a Arquidiócesis a Córdoba, Salta, Paraná, La Plata, Santa Fe y San Juan de Cuyo se convirtieron en arquidiócesis. Buenos Aires se convertiría en Primada recién en 1936, por ser el primer Arzobispado de la Argentina, hoy el Papa Francisco ha trasladado la sede primada a la diócesis de Santiago del Estero, creada en 1907, dado que su antigua catedral fue la sede de la primera diócesis, que sería la actual Arquidiócesis de Córdoba.

El primero de Julio de 1934, se leerá una nueva carta pastoral de los Obispos Argentinos, fechada el 8 de junio. En ella, expresan el regocijo por la “piedad extraordinaria” con la que se fue preparando el pueblo de Dios, en los “Congresos Eucarísticos Provinciales” y en los actos que se realizaron en las diferentes parroquias. Vuelven sobre la grandeza del acontecimiento y las bendiciones al país con las gracias que sobre el serán derramadas: “la iluminación de tantas almas ciegas y la resurrección de tantos muertos a la vida espiritual”. Insisten sobre la necesidad de purificar el corazón para prepararlo y ofrecer lo mejor de nosotros al Señor.

“¡Sursun Corda! ¡Arriba los corazones! Como católicos fijad los ojos en el Santísimo Sacramento del Altar; tributad a nuestro Rey la ofrenda de vuestras almas revestidas con la estola de la gracia santificante; y como argentinos, amantes de nuestras cristianas tradiciones, fijad los ojos en la Patria para que pueda enarbolar bien alto su pabellón azul y blanco, símbolo inmortal de su fe, de su hidalguía, de su valor, de su magnanimidad”, estas son virtudes que, según los Obispos, el mundo entero reconoce al pueblo argentino.

Hacen referencia a la crisis económica y a la confianza en la providencia para que el magno acontecimiento pueda realizarse y no ocultan la confianza en la generosidad “ilimitada y absoluta” de los argentinos y entonces, anuncian una gran colecta popular que comenzará el 10 de julio y una serie de acciones que les permita a todos los argentinos realizar el aporte para el Congreso Eucarístico.

Por su parte, el arzobispo de Buenos Aires dedicará al Congreso la tradicional carta pastoral de Cuaresma, dirigida al clero, a los religiosos y a los fieles de Buenos Aires. La carta versará sobre varios puntos claves.

Monseñor Copello


Jesucristo es el único mediador, recuerda el flamante arzobispo que el Señor “vino al mundo para reconciliar la humanidad que se había alejado de Dios por el pecado, con su Padre”. Dolorosa reconciliación que culminó “enclavado en una Cruz, en las alturas del Calvario”, pero antes de este sublime momento, reunido con sus Apóstoles en el Cenáculo, luego de purificarlos hasta de sus más leves imperfecciones, “toma entre sus manos Divinas pan y luego vino, y con su autoridad omnipotente pronuncia las palabras creadoras: «este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre… haced esto en mi memoria» (Mat. 26,26 Luc, 22, 19).

 ¡Que claridad de conceptos, que precisión de palabras, que en veinte centurias han conquistado las inteligencias más capaces, los corazones más puros que, postrados de rodillas, han dicho en sus basílicas, en sus templos, en sus humildes capillas, en sus casas y en sus campos: Creo, y cumpliendo el mandato divino, han repetido en memoria de Jesús, en la Santa Misa, ¡el cruento sacrificio de la Cruz!”.

La Misa en los días de precepto. Llama la atención el Obispo, sobre la obligación de cumplir con la obligación de la Santa Misa los Domingos y fiestas de guardar, llamando a la necesidad también de plantearse sobre la posibilidad de oír Misa los días de semana, más allá de la no obligación. Igualmente llama a la necesidad de acercarse más al Sacrificio es la mejor forma de prepararse al magno acontecimiento. Cita a San Lorenzo Justiniano: “ninguna palabra humana es capaz de explicar la abundancia de los frutos de este sacrificio, y la exuberancia de los dones espirituales que produce”.

Hace sus votos para que durante el año Eucarístico se vean los altares “donde se inmola Jesucristo”, Domingos, fiestas de precepto y aún más, los días de semana, “rodeados de almas anhelosas de acompañar a Jesús en esta prueba de su infinito amor”.

El Obispo porteño, llama a avivar la fe, a partir de la confianza en aquellas palabras de Cristo, cuando prometió quedarse con nosotros hasta la “consumación de los siglos” (Mt. 28, 20). Sabiendo que esta promesa se ha cumplido no sólo en el acompañamiento espiritual, sino en su acompañamiento corporal, “merced a su presencia permanente en medio de los hombres en la Sagrada Eucaristía”, cita a San Lorenzo nuevamente en una hermosa exclamación: “¡Oh indecible caridad! ¡Qué mezcla de alegría y de asombro debe ocasionar este misterio!”.

Reafirma la fe de la Iglesia, sobre la Presencia de Cristo en el Sagrario y viendo la soledad del Señor en él, está tentado de decir lo de San Juan: “está en medio de vosotros el que no conocéis” (Jn. 1, 26). Y llama al Pueblo de Dios a no ser los que dejen solo a Jesús y que se preparen al Congreso, acudiendo “con la frecuencia posible” a los Sagrarios “para hacer compañía a Jesús, que en su exceso de amor ha querido quedarse en medio de nosotros.”

Convoca a la comunión frecuente, más allá del precepto de la Iglesia, e inclusive si puede ser todos los días.

El programa práctico de preparación al Congreso Eucarístico era el siguiente: “asistir con exactitud y fervor a la Santa Misa; visitar con frecuencia a Jesús en el Sagrario, recibirle con intenso amor en la sagrada comunión”. Esto hará que las almas, “sean en realidad templos vivos del Espíritu Santo, que la gracia reine soberana en ellas y que un ambiente de intensa vida espiritual, rodeado de la mayor pureza de alma, sea el ambiente en que se desarrolle la preparación del magno acontecimiento”.

 Luego de exhortar al clero porteño y religioso, a las comunidades y asociaciones a secundar con entusiasmo las actividades e iniciativas de la Comisión del Congresos para su preparación, cita en un tramo de la carta que el Cardenal legado, el secretario de Estado Vaticano Eugenio Pacelli, le dirigió el 16 de diciembre de 1933:

“Esta nuestra paternal benevolencia te colmará de alegría juntamente con tu clero y pueblo, y estimulará vivamente a todos para que se prepare un grandioso triunfo a Cristo Rey que se oculta bajo las especies Eucarísticas como dador de la salvación y de la vida y hará que la muy noble Nación Argentina se inflame hacia el Divino Sacramento en encendido amor en el que las obras acompañen a la fe y en ningún tiempo decrezca”.

Esta carta fue leída en todas las parroquias porteñas. A esta se sumaron las de los Obispos en sus diócesis durante toda la etapa de preparación alzaron la voz para exhortar a los fieles a “tomar parte de la gran cruzada de amor a Jesucristo Sacramentado”. Aquellos pastores “celosos y vigilantes, alzaron su voz, por medio de elocuentes pastorales (que) hicieron vibrar las almas de entusiasmo”.

El país se preparaba

Las fuerzas vivas del catolicismo argentino se movilizaron para inscribir en las páginas de su historia uno de los hechos más solemnes, donde el pueblo argentino adoró de rodillas al único Rey, presente en la Sagrada Eucaristía. Las Diócesis formaron Comisiones organizadoras que replicaban lo promovido por el Comité Ejecutivo, de modo que se promovieron cultos extraordinarios en todas las parroquias y capillas de la República; concentraciones de caballeros, señoras, jóvenes y niños, en las que se predicaba a Jesús- Eucaristía, se intensificaba su devoción y se le llevaba triunfalmente en solemnísimas procesiones”. “Las calles se convertían en Templos, los hogares en jardines cuyos aromas de virtud penetraba en la sociedad perfumándola y regenerándola. Las gentes, como en Jerusalén, cantaban hosannas al Hijo de David y los niños, apretujándose alrededor del Maestro en el Sagrario, recibían sus caricias y sus bendiciones. Las cataratas del cielo se abrieron y sobre el pueblo argentino cayeron abundantes los torrentes de gracia Divina”.

Congresos Eucarísticos Diocesanos

Los Obispos en las diócesis promueven, entonces, las Congresos Diocesanos, que serán la preparación del gran Congreso, el padre Boubee, los llamará “pórticos magníficos de la grandiosa y monumental Basílica” que habría de levantarse en la ciudad de Buenos Aires, en los días del Congreso.

Procesión en el Congreso Eucarístico de Posadas
publicada en Caras y Caretas 11-8-1934


Lon Congresos Diocesanos, comenzaron por Tucumán, Rosario y luego Córdoba y en todas las diócesis del país se desarrollaron estos actos de piedad y formación eucarística. Los Templos resultaban pequeños y las celebraciones se hacían en aire libre en las principales plazas o grandes avenidas del país. Se multiplicaban las acciones misioneras, los sacerdotes estaban dispuestos a celebrar los sacramentos, en especial crecía el sacramento de la Confesión y se multiplicaban las Comuniones, por lo cual debían consagrarse cada vez más hostias y la piedad popular llegaba al máximo del fervor cuando el Obispo “recorría en solemnísima procesión las amplias avenidas de la ciudad clausurando entre las aclamaciones del pueblo y los cánticos de centenares de miles de almas” las celebraciones de cada uno de los Congresos.

Todas estas iniciativas de los Obispos, de los miembros de las comisiones, que contaron con la ayuda - digámoslo – de los gobiernos y la abnegada tarea de los sacerdotes en las ciudades, “alentaron en muchos, hasta entonces adormecidos,” la piedad eucarística, pero también “el anhelo ardiente de cooperar en la realización de la apoteosis más esplendorosa” que había de darse en Buenos Aires para “tributar al Dios de sus mayores en el Sacramento de la Eucaristía.”



Comunión de niños en Posadas
publicada en Caras y Caretas 11-8-1934

Los Niños, Protagonistas Fundamentales

Una de las movidas más importantes fue el trabajo que se realizó con los niños desde el comienzo de las tareas de preparación. Ya en el encuentro en Lujan se pensó en armar una especie de figuritas (estampillas), para que los niños vayan adhiriendo con sus pequeños sacrificios a las tareas del Congreso, luego y en la sesión de mayo de 1933 se formó el Comité de la Cruzada infantil, que tuvo como finalidad ocuparse de todo cuanto se refiere a la participación de los niños, su tarea como dijimos se completará con las de la Comisión de la Concentración Infantil.



Este comité estaba integrado por mujeres, en su totalidad, y la primera tarea fue organizar un “Concurso Infantil Eucarístico”, para que participen todos los niños de los colegios, catecismos y hogares de la Argentina, los trabajos que allí se realizaron fueron examinados por las Esclavas del Sagrado Corazón y clasificados por el Sr. Canónigo Dr. Francisco Suarez.

“En el deseo de propender a que los niños tuvieran una participación más consciente y fervorosa”, se resolvió convocar a un Concurso Infantil, “de estudio y composición, en derredor del tema único: “La Santísima Eucaristía” entre los niños católicos de la República Argentina”. El Concurso tenía un jurado local y luego se enviaba al a la sede de la comisión. Había dos secciones, Colegios y Hogares o Asilos, y por la otra catequesis, que comprendía no solo a los chicos que estaban preparándose, sino también los grupos de perseverancia. Hubo primeros y segundos premios, que se entregarían en Buenos Aires en fecha cercana al Congreso o serían enviados.

Los temas de los trabajos se dividían en seis puntos generales y luego se subdividían:

I-       Narración Evangélica:

a.      la multiplicación de los panes;

b.      la promesa formal de la presencia del Señor entre nosotros;

c.      la Institución de la Eucaristía y el sacerdocio.

d.      El Discurso en la última cena.

II-     Doctrina catequística:

a.      definición Catequística completa, de la Eucaristía;

b.      materia; forma; misterio.

III-   Rito de la Eucaristía:

a.      definición Santa Misa (Catecismo);

b.      la Santa Misa representa y renueva, sin derramamiento de sangre, el sacrificio de la Cruz;

c.      tiempo litúrgico, el altar, la piedra consagrada, los lienzos, los vasos sagrados, etc.;

d.      a quienes aprovecha especialmente la Santa Misa:

1)      al sacerdote que la celebra;

2)      a la persona que la manda celebrar;

3)      a los que asisten presencialmente;

4)       a todos los fieles vivos y difuntos.

 

IV-   La Comunión Sacramental:

a.      diferencia esencial entre la Comunión y los demás sacramentos;

b.      quienes pueden comulgar y desde que edad obliga la Comunión;

c.      que disposiciones se requieren;

d.      el precepto eclesiástico de la Comunión en tiempo Pascual y cuando hubiere peligro de muerte;

e.      cuáles son los deseos de Cristo y de la Iglesia respecto de la frecuencia de la Comunión (Nociones sobre los decretos de Pío X sobre el particular);

f.        efectos de la Comunión en el alma bien dispuesta:

1.       unión del alma con Cristo, conserva y aumenta la vida de la gracia;

2.      borra las culpas veniales y preserva de las mortales;

3.      produce consuelo espiritual;

4.      fomenta la inclinación a las virtudes cristianas, fuerza de obrar bien y acrecienta los méritos para la vida eterna.

V-     La Vida de Jesús en la Eucaristía:

a.      presencia real de Jesús en la Eucaristía: Jesús vive en la Eucaristía, práctica todas las virtudes de su vida mortal, de manera invisible, pero real;

b.      es asequible a todos, a todos llama, para instruirnos consolarnos, ayudarnos en todas nuestras necesidades;

c.      Tiene predilección por los más pobres, por los que más sufren, por los que le aman más;

d.      los cuatro fines del Santo Sacrificio (Acciones de Jesús en la Eucaristía: adora, da gracias, repara, súplica).

VI-   Deberes del Cristiano para con la Santísima Eucaristía:

a.      tributar todo honor y culto de adoración (Latría);

b.      visitarla en los Templos;

c.      recibirla en la Comunión, según los deseos de Cristo y las normas de la Santa Iglesia, con la mayor frecuencia posible;

d.      hacerse apóstol de la Eucaristía, especialmente cerca de los niños, los enfermos y los moribundos.

A estas acciones se sumaban las acciones de las Parroquias para acercar a los niños y adultos a la Eucaristía. Si uno recorre el boletín Versailles de Nuestra Señora de la Salud editado en 1933, puede observar cómo se realizan procesiones con el Santísimo, como se invita a participar a los niños más activamente del Santo Sacrificio, preparándolos en los cantos o explicándoles la Misa en cada una de sus partes, motivando las visitas al Santísimo y a la piedad al Sagrado Corazón también en las familias. Todos los medios eran poco para acercar a los niños al Sublime Sacramento.

El trabajo de este comité fue movilizar los colegios, asilos y parroquias para que lleven a la mayor cantidad de niños a la gran concentración de chicos. Pero además movidos por la caridad se registraron más de 900 millones de obras buenas que los niños ofrendaban por el bien del Congreso y contribuyeron en una suma considerable con las estampillas.

Cuando uno ve todas estas acciones, uno entiende como había calado hondo en aquellos niños esta fe eucarística que se mantuvo hasta el final de sus vidas. Recordamos verlos, ya mayores, en las celebraciones con profunda piedad y participar, hasta en auto, en las procesiones eucarísticas, cuando el cuerpo ya no les permitía caminar. No necesitaron muñecos, ni payasos para adorar la Eucaristía, para participar activamente de la Misa. Pero sí, una buena catequesis y una acción profunda de los mayores para lograr el encuentro con el Señor que mora y reina en la Eucaristía.

Aclaremos, los payasos, las diversiones estaban presentes en la vida pastoral, pero no se confundía lo profano con lo sagrado, quizás esta sea la razón por la que no hay perseverancia, porque al ocuparnos tanto de hacer de la Misa un espectáculo atractivo, nos olvidamos de lo más importante que allí ocurre y no dejamos que el encuentro con Cristo de los niños y jóvenes se produzca. La Misa no es un acto de entretenimiento, por lo cual no debemos ocuparnos tanto de que no se aburran y ocuparnos más de que se encuentren con el Señor. Si me apuran, en estas notas de preparación al Congreso está todo un plan pastoral para niños, como decía un sacerdote amigo ya está todo inventado en la Iglesia, solo hay que buscarle la vuelta para ponerlo activo hoy, pero créanme que la actualización va por otro lado no por hacer una función circense de la Liturgia. Ya es mucho el tiempo del experimento y los no frutos están a la vista. ¿Si volvemos a la fuente…?



[1] Hay que recordar que el Episcopado no estaba organizado en lo que hoy conocemos como Conferencias Episcopales, los Obispos tenían más independencia que hoy que están sometidos a la dictadura del número de sus hermanos en el episcopado para su acción pastoral. En los últimos años hemos visto como la presión de las Conferencias Episcopales hicieron expulsar a Obispos de sus diócesis, pues hoy la comunión fraterna parece que es la sumisión a los caprichos de la mayoría, sobre todo cuando ellas son de tinte progresista.

[2] La carta fue leída en todas las Parroquias el domingo siguiente a su recepción.

[3] “Sin cesar, continuamente, sin intermisión.” RAE

[4] Según cita en la Carta Catechesis mystag 4

[5] Según cita en la Carta In Joannem, lib. 4, cap. 17

[6] Versailles, Año I numero 5 junio 1933


Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta a la Nación, Lógicamente no publicada

Presbítero Jon Koldobika Gárate. Sacerdote de Cristo[1]

Blogueros y Periodistas Católicos: ¿Amantes de la Verdad o Amarillistas Anticatólicos?