“El Cielo en Buenos Aires” (Tercera Parte)
Homenaje en el Nonagésimo Aniversario de la Celebración de XXXII Aniversario del Congreso Eucarístico de Buenos Aires
Del 9 al 13 de octubre
de 1934
Con especial dedicación a la
memoria de mi padre Domingo Liberato Grecco
La Preparación espiritual de un País
Argentina sería la sede de un acontecimiento sublime, un acontecimiento
que era mucho más que un hecho social. Era una realidad eclesial y, por tanto,
no había de prepararse solo en lo logístico u organizativo, era necesario
prepararse espiritualmente. Muchas fueron las acciones que se desarrollaron,
iremos viendo algunas de esas acciones, cuyo objetivo era preparar el corazón
de los argentinos, frente a tamaño acto de piedad internacional en nuestra
Patria.
La Palabra de los Obispos
Los Obispos realizan cartas pastorales que ayuden a la
preparación para la celebración del Congreso.
El Episcopado unido[1]
emitió una carta pastoral el 14 de octubre de 1933[2],
resaltando el hecho que el Congreso iba a ser “un acto extraordinario” y que
era “un honor insigne de nuestra Nación". Un hecho que, por “los amorosos
designios de la Providencia de Dios”, “ha distinguido a nuestra Patria”, a
quien le dieron la “misión de organizar los honores mundiales que, por primera
vez, se rendirán a Jesús Sacramentado en el continente sudamericano”.
Contaban a la grey católica, que “ciento de millones de almas
del orbe católico” dirigirían “sus miradas hacia la augusta asamblea futura de
Buenos Aires”. Había, decían, una “grave responsabilidad (de) “no omitir
esfuerzo alguno para lograr que el triunfo mundial de nuestro Divino Rey
Sacramentado sea realmente magnífico y, si fuera posible, el más grandioso que
se le haya tributado jamás en la tierra, tanto por el fervor religioso y
transformación interior de los corazones de todo nuestro pueblo, como por el
brillo exterior del culto público rendido en nuestros templos, calles y plazas,
por todas las clases sociales, hermanadas entre sí y con los representantes de
todas las demás naciones, en la luz de una sola fe, en la llama de un solo amor
y en la armonía de un solo himno triunfal a la Divina Eucaristía.”
Continúan los Obispos destacando, la “bendición especialísima
de Dios” hacia la Iglesia con el desarrollo de los Congresos que ya se habían
llevado a cabo en “31 ciudades de Europa, Asia, África, Oceanía, y América del
Norte”. La semilla arrojada en 1881 se ha convertido ya en “árbol lozano, vigoroso
que alegra al mundo con sus flores y frutos sobrenaturales”.
Continúan los Obispos Argentinos con una catequesis sobre la
glorificación de la Eucaristía en la Iglesia, explicando por qué la Iglesia
honra y glorifica “con mayor pompa y solemnidad que los demás misterios
divinos” el misterio de Jesús Sacramentado, a quien ella dedica “sus más
tiernos cantos, sus más brillantes cultos periódicos, sus más devotas procesiones, sus más esplendidos
altares y las exhortaciones más instantes[3]
de sus pastores y predicadores, haciendo converger hacia la mesa de la eucaristía
la piedad de todas sus congregaciones y obras piadosas, como si de ella
dependiera principalmente la santificación y salvación de las almas”. Sin
duda, la causa de todo ello es que, “no hay misterio en que Dios se
acerque tanto al hombre, ni en que el hombre se acerque tanto a Dios.”
Continuarán los Obispos, con esta catequesis haciendo
hincapié en la presencia real y substancial “de la Persona Divina de
Jesucristo, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad”. Exhortan al pueblo a
recordar esa presencia, de Aquel que nació en Belén, que “recorrió
poblados, caminos y desiertos de Judea y Galilea, sembrando verdades sencillas
y profundas que iluminan las almas y curan los corazones; el mismo que perdonó
a la Magdalena, a Pedro y al ladrón penitente”, el mismo que “sufrió
Pasión dolorosa y Muerte afrentosa en el patíbulo de la Cruz por salvar a los
pecadores; al mismo tiempo que resucitó glorioso de entre los muertos y subió
triunfante a los cielos para confirmar nuestra fe y alentar nuestra esperanza”.
Citando a San Pablo, San Agustín y San Lorenzo Justiniano.
Los Obispos recuerdan que la Eucaristía es la “expresión
de la cristianización de la sociedad”, en consonancia con el lema del
Congreso los obispos llaman al reinado Social de Cristo y de alguna manera
entienden que solo Él, presente de manera real en el Santísima Sacramento es la
“fuente de vida inmortal que ha de saciar la sed” de las almas
argentinas y del mundo. Afirman con claridad que el método “más directo”
para la “cristianización de la sociedad” y su “expresión más perfecta”[4]
es la vida eucarística.
Le enseñan al pueblo de Dios que al comulgar dignamente
nos hacemos “concorpóreos y consanguíneos con Cristo”, siguiendo la
enseñanza de San Cirilo de Alejandría. Quien “recibe la carne y la sangre
del Señor, se une de tal manera con Él, que tiene a Cristo en sí y Cristo lo
tiene a él en sí”. Continúan los Obispos, siguiendo ahora a San Cirilo de
Jerusalén, enseñando que cuando Cristo “permanece en nosotros, apacigua la
rebelión de nuestros miembros contra la ley del espíritu, corrobora la piedad,
serena las turbaciones de ánimo, sana las enfermedades, cicatriza las heridas
y, como Buen Pastor, que dio su vida por sus ovejas, nos levanta en todas
nuestras caídas”[5].
Los Obispos de Argentina enseñan, que la unión con Cristo en
la Eucaristía genera una unión maravillosa, “entre todos los hombres que
participan del mismo cuerpo y la misma Sangre, porque todas las cosas que se
identifican con una tercera se identifican entre sí. Todos los que comulgan
entran a formar parte de un solo Cuerpo, que es el de Cristo.” Manifiestan que esta es una hermosa “lección
de unidad, caridad y fraternidad para este mundo tan dividido y convulsionado
por odios de clase, egoísmos de partido, exclusivismo de nación, prepotencias
de raza, color y lengua”, por eso animan a volver a la “Divina Eucaristía,
donde está la suprema unidad del mundo” y con palabras de San Agustín terminan diciendo:
“¡Oh, Sacramento de piedad! ¡Oh signo de unidad! ¡Oh vinculo de caridad!”
Continúan, destacando la caridad del Papa para darnos la
confianza de generar esta acción pastoral y exhortan a comenzar, “desde ahora
su preparación próxima para el triunfo de la Eucaristía, purificándose, en
primer lugar con santos ejercicios espirituales y piadosas misiones,
frecuentando la confesión sincera y la comunión fervorosa, rodeando con hambre
y sed de cultura religiosa las cátedras en que se anuncia la palabra de Dios,
reforzando con nuevas adhesiones y vigorizando con nuevo entusiasmo las obras
eucarísticas, tomando parte en los Congresos Regionales y solemnidades locales
que organicen con interés y diligencia, la inmensa labor preparatoria que pasa
sobre las Comisiones Nacionales del futuro Congreso Internacional”.
Por último, los Obispos refuerzan la idea de las gracias y
bendiciones que atraería sobre nuestra Patria la augusta asamblea, exhortan a
pedir a Dios que, “sea fecundo en frutos espirituales para nuestra Patria, para
América y para el mundo entero.
Poco valdría la pompa exterior sin renovación interior. Mal empleados estarían los esfuerzos
de los organizadores y los sacrificios de los peregrinos, si el resultado
final se redujera a la brillantez de un espectáculo, al recuerdo fugaz de
predicaciones no asimiladas por el espíritu ni traducidas en obras, al eco
lejano de aclamaciones y canticos perdidos en el aire.”
Terminan pidiendo a Dios Omnipotente, conceda la gracia
suprema para que los esfuerzos y sacrificios que se realicen con el fin de “solemnizar
en Buenos Aires, el triunfo mundial de Jesucristo Sacramentado, nos merezcan la
dicha de encontrarnos un día reunidos de nuevo en torno del Rey Inmortal de los
siglos, para adorarle y cantarle himnos de gloria en el triunfo eterno del
Cielo”.
Los Obispos de Buenos Aires (Mons. Copello), de la Plata
(Mons. Alberti), de San Juan (Mons. Orzali), de Corrientes (Mons. Luis Niella),
de Salta (Mons. Julio Campero), de Córdoba (Mons. Fermín Laffite), de Paraná
(Mons. Julián Martínez), de Santiago del Estero (Aulino Rodríguez), de Tucumán
(Agustín Barrere), de Santa Fe (Nicolás Fasolino) y de Catamarca (Mons. Vicente
Peira), dan su bendición a los fieles de Argentina.
Como parte de los preparativos para el Congreso, o mejor
dicho en el contexto del acontecimiento, se logra la creación de nuevas
diócesis y la elevación a Arquidiócesis a seis diócesis. Esta noticia que se
confirma en abril de 1934, es anunciada ya en junio de 1933 en el boletín
parroquial “Versailles”, de la Parroquia Nuestra Señora de la Salud, que cuenta
que la Comisión de Negocios Constitucionales del Senado de la Nación, estaba
trabajando un proyecto del Poder Ejecutivo sobre la creación de nuevas diócesis
y arquidiócesis en el país, en el artículo, se mencionan como nuevos
arzobispados a La Plata, Córdoba, Santa Fe, Paraná y Cuyo (Comprendiendo San
Juan y Mendoza), también se menciona que Buenos Aires pase a ser la
Arquidiócesis primada[6].
La noticia fue confirmada el 20 de abril de 1934 con la bula Nobilis
Argentinae nationis del Sumo Pontífice Pio XI, quien crea las diócesis de Azul,
Bahía Blanca, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Mercedes, Río Cuarto, Rosario, San Luis
y Viedma y eleva a Arquidiócesis a Córdoba, Salta, Paraná, La Plata, Santa Fe y
San Juan de Cuyo se convirtieron en arquidiócesis. Buenos Aires se convertiría
en Primada recién en 1936, por ser el primer Arzobispado de la Argentina, hoy
el Papa Francisco ha trasladado la sede primada a la diócesis de Santiago del
Estero, creada en 1907, dado que su antigua catedral fue la sede de la primera
diócesis, que sería la actual Arquidiócesis de Córdoba.
El primero de Julio de 1934, se leerá una nueva carta
pastoral de los Obispos Argentinos, fechada el 8 de junio. En ella, expresan el
regocijo por la “piedad extraordinaria” con la que se fue preparando el pueblo
de Dios, en los “Congresos Eucarísticos Provinciales” y en los actos que se
realizaron en las diferentes parroquias. Vuelven sobre la grandeza del
acontecimiento y las bendiciones al país con las gracias que sobre el serán
derramadas: “la iluminación de tantas almas ciegas y la resurrección de
tantos muertos a la vida espiritual”. Insisten sobre la necesidad de
purificar el corazón para prepararlo y ofrecer lo mejor de nosotros al Señor.
“¡Sursun Corda! ¡Arriba los corazones! Como católicos fijad
los ojos en el Santísimo Sacramento del Altar; tributad a nuestro Rey la
ofrenda de vuestras almas revestidas con la estola de la gracia santificante; y
como argentinos, amantes de nuestras cristianas tradiciones, fijad los ojos en
la Patria para que pueda enarbolar bien alto su pabellón azul y blanco, símbolo
inmortal de su fe, de su hidalguía, de su valor, de su magnanimidad”, estas son
virtudes que, según los Obispos, el mundo entero reconoce al pueblo argentino.
Hacen referencia a la crisis económica y a la confianza en la
providencia para que el magno acontecimiento pueda realizarse y no ocultan la
confianza en la generosidad “ilimitada y absoluta” de los argentinos y
entonces, anuncian una gran colecta popular que comenzará el 10 de julio y una
serie de acciones que les permita a todos los argentinos realizar el aporte
para el Congreso Eucarístico.
Por su parte, el arzobispo de Buenos Aires dedicará al Congreso
la tradicional carta pastoral de Cuaresma, dirigida al clero, a los religiosos
y a los fieles de Buenos Aires. La carta versará sobre varios puntos claves.
![]() |
Monseñor Copello |
Jesucristo es el único mediador, recuerda el flamante arzobispo
que el Señor “vino al mundo para reconciliar la humanidad que se había alejado
de Dios por el pecado, con su Padre”. Dolorosa reconciliación que culminó
“enclavado en una Cruz, en las alturas del Calvario”, pero antes de este
sublime momento, reunido con sus Apóstoles en el Cenáculo, luego de
purificarlos hasta de sus más leves imperfecciones, “toma entre sus manos Divinas
pan y luego vino, y con su autoridad omnipotente pronuncia las palabras
creadoras: «este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre… haced esto en mi memoria»
(Mat. 26,26 Luc, 22, 19).
¡Que claridad de
conceptos, que precisión de palabras, que en veinte centurias han
conquistado las inteligencias más capaces, los corazones más puros que,
postrados de rodillas, han dicho en sus basílicas, en sus templos, en sus
humildes capillas, en sus casas y en sus campos: Creo, y cumpliendo el mandato
divino, han repetido en memoria de Jesús, en la Santa Misa, ¡el cruento
sacrificio de la Cruz!”.
La Misa en los días de precepto. Llama la atención el Obispo,
sobre la obligación de cumplir con la obligación de la Santa Misa los Domingos
y fiestas de guardar, llamando a la necesidad también de plantearse sobre la
posibilidad de oír Misa los días de semana, más allá de la no obligación.
Igualmente llama a la necesidad de acercarse más al Sacrificio es la mejor
forma de prepararse al magno acontecimiento. Cita a San Lorenzo Justiniano: “ninguna
palabra humana es capaz de explicar la abundancia de los frutos de este
sacrificio, y la exuberancia de los dones espirituales que produce”.
Hace sus votos para que durante el año Eucarístico se vean
los altares “donde se inmola Jesucristo”, Domingos, fiestas de precepto
y aún más, los días de semana, “rodeados de almas anhelosas de acompañar a
Jesús en esta prueba de su infinito amor”.
El Obispo porteño, llama a avivar la fe, a partir de la
confianza en aquellas palabras de Cristo, cuando prometió quedarse con nosotros
hasta la “consumación de los siglos” (Mt. 28, 20). Sabiendo que esta promesa se
ha cumplido no sólo en el acompañamiento espiritual, sino en su acompañamiento
corporal, “merced a su presencia permanente en medio de los hombres en la
Sagrada Eucaristía”, cita a San Lorenzo nuevamente en una hermosa exclamación: “¡Oh
indecible caridad! ¡Qué mezcla de alegría y de asombro debe ocasionar este
misterio!”.
Reafirma la fe de la Iglesia, sobre la Presencia de Cristo en
el Sagrario y viendo la soledad del Señor en él, está tentado de decir lo de
San Juan: “está en medio de vosotros el que no conocéis” (Jn. 1, 26). Y
llama al Pueblo de Dios a no ser los que dejen solo a Jesús y que se preparen
al Congreso, acudiendo “con la frecuencia posible” a los Sagrarios “para hacer
compañía a Jesús, que en su exceso de amor ha querido quedarse en medio de
nosotros.”
Convoca a la comunión frecuente, más allá del precepto de la
Iglesia, e inclusive si puede ser todos los días.
El programa práctico de preparación al Congreso Eucarístico
era el siguiente: “asistir con exactitud y fervor a la Santa Misa; visitar
con frecuencia a Jesús en el Sagrario, recibirle con intenso amor en la sagrada
comunión”. Esto hará que las almas, “sean en realidad templos vivos del
Espíritu Santo, que la gracia reine soberana en ellas y que un ambiente de
intensa vida espiritual, rodeado de la mayor pureza de alma, sea el
ambiente en que se desarrolle la preparación del magno acontecimiento”.
Luego de exhortar al
clero porteño y religioso, a las comunidades y asociaciones a secundar con entusiasmo
las actividades e iniciativas de la Comisión del Congresos para su preparación,
cita en un tramo de la carta que el Cardenal legado, el secretario de Estado
Vaticano Eugenio Pacelli, le dirigió el 16 de diciembre de 1933:
“Esta nuestra paternal benevolencia te colmará de alegría
juntamente con tu clero y pueblo, y estimulará vivamente a todos para que se
prepare un grandioso triunfo a Cristo Rey que se oculta bajo las especies Eucarísticas
como dador de la salvación y de la vida y hará que la muy noble Nación Argentina
se inflame hacia el Divino Sacramento en encendido amor en el que las obras
acompañen a la fe y en ningún tiempo decrezca”.
Esta carta fue leída en todas las parroquias porteñas. A esta
se sumaron las de los Obispos en sus diócesis durante toda la etapa de
preparación alzaron la voz para exhortar a los fieles a “tomar parte de la gran
cruzada de amor a Jesucristo Sacramentado”. Aquellos pastores “celosos y
vigilantes, alzaron su voz, por medio de elocuentes pastorales (que) hicieron
vibrar las almas de entusiasmo”.
El país se preparaba
Las fuerzas vivas del catolicismo argentino se movilizaron
para inscribir en las páginas de su historia uno de los hechos más solemnes,
donde el pueblo argentino adoró de rodillas al único Rey, presente en la
Sagrada Eucaristía. Las Diócesis formaron Comisiones organizadoras que replicaban
lo promovido por el Comité Ejecutivo, de modo que se promovieron cultos
extraordinarios en todas las parroquias y capillas de la República;
concentraciones de caballeros, señoras, jóvenes y niños, en las que se
predicaba a Jesús- Eucaristía, se intensificaba su devoción y se le llevaba
triunfalmente en solemnísimas procesiones”. “Las calles se convertían en Templos,
los hogares en jardines cuyos aromas de virtud penetraba en la sociedad perfumándola
y regenerándola. Las gentes, como en Jerusalén, cantaban hosannas al Hijo de
David y los niños, apretujándose alrededor del Maestro en el Sagrario, recibían
sus caricias y sus bendiciones. Las cataratas del cielo se abrieron y sobre el
pueblo argentino cayeron abundantes los torrentes de gracia Divina”.
Congresos Eucarísticos Diocesanos
Los Obispos en las diócesis promueven, entonces, las Congresos
Diocesanos, que serán la preparación del gran Congreso, el padre Boubee, los
llamará “pórticos magníficos de la grandiosa y monumental Basílica” que habría
de levantarse en la ciudad de Buenos Aires, en los días del Congreso.
![]() |
Procesión en el Congreso Eucarístico de Posadas publicada en Caras y Caretas 11-8-1934 |
Lon Congresos Diocesanos, comenzaron por Tucumán, Rosario y
luego Córdoba y en todas las diócesis del país se desarrollaron estos actos de
piedad y formación eucarística. Los Templos resultaban pequeños y las
celebraciones se hacían en aire libre en las principales plazas o grandes
avenidas del país. Se multiplicaban las acciones misioneras, los sacerdotes
estaban dispuestos a celebrar los sacramentos, en especial crecía el sacramento
de la Confesión y se multiplicaban las Comuniones, por lo cual debían consagrarse
cada vez más hostias y la piedad popular llegaba al máximo del fervor cuando el
Obispo “recorría en solemnísima procesión las amplias avenidas de la ciudad
clausurando entre las aclamaciones del pueblo y los cánticos de centenares de
miles de almas” las celebraciones de cada uno de los Congresos.
Todas estas iniciativas de los Obispos, de los miembros de
las comisiones, que contaron con la ayuda - digámoslo – de los gobiernos y la
abnegada tarea de los sacerdotes en las ciudades, “alentaron en muchos, hasta
entonces adormecidos,” la piedad eucarística, pero también “el anhelo ardiente
de cooperar en la realización de la apoteosis más esplendorosa” que había de
darse en Buenos Aires para “tributar al Dios de sus mayores en el Sacramento de
la Eucaristía.”
![]() |
Comunión de niños en Posadas publicada en Caras y Caretas 11-8-1934 |
Los Niños, Protagonistas Fundamentales
Una de las movidas más importantes fue el trabajo que se
realizó con los niños desde el comienzo de las tareas de preparación. Ya en el
encuentro en Lujan se pensó en armar una especie de figuritas (estampillas),
para que los niños vayan adhiriendo con sus pequeños sacrificios a las tareas
del Congreso, luego y en la sesión de mayo de 1933 se formó el Comité de la
Cruzada infantil, que tuvo como finalidad ocuparse de todo cuanto se refiere a
la participación de los niños, su tarea como dijimos se completará con las de
la Comisión de la Concentración Infantil.
Este comité estaba integrado por mujeres, en su totalidad, y
la primera tarea fue organizar un “Concurso Infantil Eucarístico”, para que participen
todos los niños de los colegios, catecismos y hogares de la Argentina, los
trabajos que allí se realizaron fueron examinados por las Esclavas del Sagrado Corazón
y clasificados por el Sr. Canónigo Dr. Francisco Suarez.
“En el deseo de propender a que los niños tuvieran una
participación más consciente y fervorosa”, se resolvió convocar a un Concurso
Infantil, “de estudio y composición, en derredor del tema único: “La Santísima
Eucaristía” entre los niños católicos de la República Argentina”. El Concurso
tenía un jurado local y luego se enviaba al a la sede de la comisión. Había dos
secciones, Colegios y Hogares o Asilos, y por la otra catequesis, que comprendía
no solo a los chicos que estaban preparándose, sino también los grupos de
perseverancia. Hubo primeros y segundos premios, que se entregarían en Buenos
Aires en fecha cercana al Congreso o serían enviados.
Los temas de los trabajos se dividían en seis puntos
generales y luego se subdividían:
I-
Narración Evangélica:
a.
la
multiplicación de los panes;
b.
la
promesa formal de la presencia del Señor entre nosotros;
c.
la
Institución de la Eucaristía y el sacerdocio.
d.
El
Discurso en la última cena.
II-
Doctrina catequística:
a.
definición
Catequística completa, de la Eucaristía;
b.
materia;
forma; misterio.
III-
Rito de la Eucaristía:
a.
definición
Santa Misa (Catecismo);
b.
la
Santa Misa representa y renueva, sin derramamiento de sangre, el sacrificio de
la Cruz;
c.
tiempo
litúrgico, el altar, la piedra consagrada, los lienzos, los vasos sagrados,
etc.;
d.
a
quienes aprovecha especialmente la Santa Misa:
1)
al
sacerdote que la celebra;
2)
a
la persona que la manda celebrar;
3)
a
los que asisten presencialmente;
4)
a todos los fieles vivos y difuntos.
IV-
La Comunión Sacramental:
a.
diferencia
esencial entre la Comunión y los demás sacramentos;
b.
quienes
pueden comulgar y desde que edad obliga la Comunión;
c.
que
disposiciones se requieren;
d.
el
precepto eclesiástico de la Comunión en tiempo Pascual y cuando hubiere peligro
de muerte;
e.
cuáles
son los deseos de Cristo y de la Iglesia respecto de la frecuencia de la
Comunión (Nociones sobre los decretos de Pío X sobre el particular);
f.
efectos
de la Comunión en el alma bien dispuesta:
1.
unión del alma con Cristo, conserva y aumenta
la vida de la gracia;
2.
borra
las culpas veniales y preserva de las mortales;
3.
produce
consuelo espiritual;
4.
fomenta
la inclinación a las virtudes cristianas, fuerza de obrar bien y acrecienta los
méritos para la vida eterna.
V-
La Vida de Jesús en la Eucaristía:
a.
presencia
real de Jesús en la Eucaristía: Jesús vive en la Eucaristía, práctica todas las
virtudes de su vida mortal, de manera invisible, pero real;
b.
es
asequible a todos, a todos llama, para instruirnos consolarnos, ayudarnos en
todas nuestras necesidades;
c.
Tiene
predilección por los más pobres, por los que más sufren, por los que le aman
más;
d.
los
cuatro fines del Santo Sacrificio (Acciones de Jesús en la Eucaristía: adora, da
gracias, repara, súplica).
VI-
Deberes del Cristiano para con la Santísima Eucaristía:
a.
tributar
todo honor y culto de adoración (Latría);
b.
visitarla
en los Templos;
c.
recibirla
en la Comunión, según los deseos de Cristo y las normas de la Santa Iglesia,
con la mayor frecuencia posible;
d.
hacerse
apóstol de la Eucaristía, especialmente cerca de los niños, los enfermos y los
moribundos.
A estas acciones se sumaban las acciones de las Parroquias
para acercar a los niños y adultos a la Eucaristía. Si uno recorre el boletín
Versailles de Nuestra Señora de la Salud editado en 1933, puede observar cómo
se realizan procesiones con el Santísimo, como se invita a participar a los
niños más activamente del Santo Sacrificio, preparándolos en los cantos o explicándoles
la Misa en cada una de sus partes, motivando las visitas al Santísimo y a la
piedad al Sagrado Corazón también en las familias. Todos los medios eran poco
para acercar a los niños al Sublime Sacramento.
El trabajo de este comité fue movilizar los colegios, asilos
y parroquias para que lleven a la mayor cantidad de niños a la gran
concentración de chicos. Pero además movidos por la caridad se registraron más
de 900 millones de obras buenas que los niños ofrendaban por el bien del
Congreso y contribuyeron en una suma considerable con las estampillas.
Cuando uno ve todas estas acciones, uno entiende como había
calado hondo en aquellos niños esta fe eucarística que se mantuvo hasta el
final de sus vidas. Recordamos verlos, ya mayores, en las celebraciones con
profunda piedad y participar, hasta en auto, en las procesiones eucarísticas,
cuando el cuerpo ya no les permitía caminar. No necesitaron muñecos, ni payasos
para adorar la Eucaristía, para participar activamente de la Misa. Pero sí, una
buena catequesis y una acción profunda de los mayores para lograr el encuentro
con el Señor que mora y reina en la Eucaristía.
Aclaremos, los payasos, las diversiones estaban presentes en
la vida pastoral, pero no se confundía lo profano con lo sagrado, quizás esta
sea la razón por la que no hay perseverancia, porque al ocuparnos tanto de
hacer de la Misa un espectáculo atractivo, nos olvidamos de lo más importante
que allí ocurre y no dejamos que el encuentro con Cristo de los niños y jóvenes
se produzca. La Misa no es un acto de entretenimiento, por lo cual no debemos
ocuparnos tanto de que no se aburran y ocuparnos más de que se encuentren con
el Señor. Si me apuran, en estas notas de preparación al Congreso está todo un
plan pastoral para niños, como decía un sacerdote amigo ya está todo inventado
en la Iglesia, solo hay que buscarle la vuelta para ponerlo activo hoy, pero créanme
que la actualización va por otro lado no por hacer una función circense de la
Liturgia. Ya es mucho el tiempo del experimento y los no frutos están a la
vista. ¿Si volvemos a la fuente…?
[1] Hay que recordar que el Episcopado no estaba
organizado en lo que hoy conocemos como Conferencias Episcopales, los Obispos
tenían más independencia que hoy que están sometidos a la dictadura del número
de sus hermanos en el episcopado para su acción pastoral. En los últimos años
hemos visto como la presión de las Conferencias Episcopales hicieron expulsar a
Obispos de sus diócesis, pues hoy la comunión fraterna parece que es la
sumisión a los caprichos de la mayoría, sobre todo cuando ellas son de tinte progresista.
[2] La carta fue leída en todas las Parroquias el
domingo siguiente a su recepción.
[3] “Sin cesar, continuamente, sin intermisión.”
RAE
[4] Según cita en la Carta Catechesis
mystag 4
[5]
Según cita en la Carta In Joannem,
lib. 4, cap. 17
[6]
Versailles, Año I numero 5 junio 1933
Comentarios
Publicar un comentario
Deja tu comentario, siempre que sea respetuoso y lleno de caridad. Los comentarios van a ser moderados por los editores del blog.