UNA GRAN ALEGRÍA QUE VIENE DE HOLANDA
Generalmente en estos días tan extraños, las alegrías eclesiales vienen del África o del Asia… pero esta vez viene de Holanda, cuyo episcopado se une a los de Polonia, Ucrania y Hungría, a los obispos del Oeste de Francia, en el rechazo del documento elaborado por el cardenal “Trucho” Fernández, con el respaldo del papa Francisco.
Después de las guerras religiosas, el
catolicismo holandés y en especial en el siglo XX, vivió tiempos de paz y
florecimiento. Como escribe el padre van der Poeg O.P., profesor de la
Universidad Católica de Nimega, más de un tercio de los habitantes del país
eran católicos, generalmente fervorosos. La mayoría recibía regularmente los
sacramentos y asistía a la Misa dominical. Eran numerosos los que iban
diariamente a Misa y recibían la Sagrada Comunión. Su fe era sincera… Las
vocaciones sacerdotales y religiosas eran numerosas y los misioneros holandeses
iban a predicar la fe a los cuatro rincones del mundo. En l968 todavía había
4.000 sacerdotes, 1.282 hermanos, 3.000 hermanas” (Artículo publicado en
Cruzado Español).
Pero, no había tradición teológica y
la Holanda católica estaba subdesarrollada. No existían un Meinvielle, como en
la Argentina, un Lira, como en Chile, un Bojorge, como en Uruguay. Y en ese
contexto, aparece “la nueva teología”, que es la única que prácticamente se
enseña. Se intenta transformar la Iglesia católica de los Países Bajos en una
iglesia de tipo democrático. Vienen el Concilio Vaticano II y el posconcilio y
se ensayó todo lo imaginable para destruir la vida de la Iglesia en ese país.
Aparece el “Catecismo holandés”,
presentado por los obispos de los Países Bajos con el imprimatur del cardenal Bernard Afrink. Tengo ante mí la edición
francesa del 4 de junio de 1968, regalo de un amigo inolvidable, Julio
Barberis, entonces embajador en Holanda.
El principal inspirador del libro,
que lleva el título “Une introduction a
la foi catholique”, el famoso teólogo dominico Eduardo Schillebeeckx, fue
en esos días multado por el Tribunal de Furnes, por “profanación moral en
público”; había sido denunciado por la Gendarmería porque tomaba sol
completamente desnudo en las arenas de Middelkerke.
El teólogo fue un precursor del
“Trucho” porque tenía las mismas inquietudes por los “homófilos”. En otras
épocas más sanas se intentaba corregir al equivocado e invitarlo a compartir la
verdad, ese pan misterioso del cual todos podemos comer sin que disminuya ni se
agote. Pero no se bendecía a la enfermedad ni a las heridas, como ayer
pretendía el teólogo nudista holandés y hoy lo pretende el “Trucho”, nada
original.
Los “progresistas” ensayaron todo lo
imaginable para destruir la vida de la Iglesia en ese país, y los números son
aterradores. Cristianos, en 1965: 90%, 1995: 76%; 2010: 58%. Hoy, 51% de los
cuales el 31% es católico y el 20% protestante.
Pero, entre las ruinas asomó un día
venturoso la reacción que tiene un abanderado, el cardenal William Eij,
arzobispo de Utrech, un varón en el cual no existen ambigüedades, medias
palabras ni equívocos. Reconoce que la Iglesia holandesa ha tocado fondo y que
todo su edificio debe ser reconstruido.
Por eso, en el 2018 señaló que el
papa Francisco no estaba defendiendo “la clara doctrina y práctica de la
Iglesia”, ante un borrador presentado por la Conferencia Episcopal Alemana y
que esto representaba “una deriva hacia la apostasía de la Verdad”,
No olvidemos que un año antes, Eij
fue uno de los trece cardenales firmantes de una carta enviada a Francisco para
informarlo acerca de su preocupación por la metodología del Sínodo sobre la
familia. Junto al holandés firmaban entre otros, Caffarra, Collins., Dolan,
Müller, Napier, Pell, Sarah y Urosa Savino. Y anteriormente criticó al
documento “Amoris Laetitia” por
sembrar dudas.
Todo esto explica el rechazo a la fiducia, que se une con una política
restauradora como la fundación de “Hogares de Esperanza”, el tener abiertas las
iglesias todos los días, lo cual se traduce en una mayor vida parroquial, más
participación de los laicos y el incremento de las vocaciones sacerdotales y
religiosas.
La noche revolucionaria, estéril,
destructiva, ha pasado. En Holanda, la Iglesia de siempre vive un nuevo
amanecer.
Buenos Aires, enero 23 de 2024.
Bernardino Montejano
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