La Evangelización, el Único Camino en Pos del Trabajo por los Pobres

El 28 de abril de 2013, escribíamos este editorial, inspirados en las palabras del recientemente entronizado en la silla Petrina, Francisco. Paso mucha agua bajo el puente, pero creo que tiene todavía validez, le hemos hecho algunas correcciones en vistas a algunos acontecimientos, aunque siga nuestra pluma siendo muy deficiente.

“Como me gustaría una Iglesia pobre, para los pobres”
Francisco
Cuando se habla de pobreza hay que hacer algunas distinciones:
1- Pobre en el sentido cristiano y bíblico: es aquel que desapegado (que no es lo mismo que sin bienes) de los bienes temporales y que busca los bienes eternos, usando de los bienes del tiempo como “medios preciosos”. Buscad el Reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura.
2- Pobre en el sentido económico: Aquel que tiene lo justo y necesario para una vida medianamente digna. Techo digno (no con comodidades), comida, trabajo, sin acceder a pequeños “lujos”, pero que está salvaguardada su dignidad. Hago la distinción de aquellos que viven en la miseria, donde su dignidad no está resguardada y aún teniendo pequeños “lujos” del tiempo (televisión por cable, celulares, etc.), no poseen y corren riesgo de no poseerlo nunca. Ni un techo digno, ni un trabajo donde no sean explotados, a veces estando sin trabajo son, en la mayoría de los casos rehenes y esclavos de un clientelismo que es siempre es perverso y que pervierte y destruye su dignidad. Tampoco acceden a la comida, como fruto de su trabajo, sino que dependen de comedores o dadivas bien intencionadas y de las otras.
3- Pobre en relación a la Gracia. Aquí la teología de la gente sencilla ubica al diablo y a todos los caídos en desgracia, por eso con razón y sabiduría decía mi abuela (sobretodo en los momentos de mayores penurias económicas) “pobre es el diablo que perdió la Gracia de Dios".
Hechas estas distinciones podemos afirmar, y aclaramos que no conocemos la verdadera intención del Papa Francisco al emitir esta frase, que cuando se habla de una Iglesia pobre, es que los hijos de la Iglesia estemos desapegados de los bienes terrenos, en todos los ordenes, bienes que son económicos, pero que también son intangibles. Pensemos en aquellos que buscan el poder dentro de la Iglesia, apegados a puestos o cargos y no hablo solamente de eclesiásticos, sino también de seglares en todas las organizaciones y en todos los estamentos en el orden universal, diocesano, parroquial, etc. La Iglesia pobre, no es la Iglesia que se desprende de las riquezas culturales que a lo largo de la historia han sido consecuencia del amor a Dios de muchos hombres y mujeres que entendieron, como la dama del perfume caro, que a Dios hay que honrarlo por sobre todas las cosas y con lo más bello y noble. No es aquella que, como judas, cree en la falsa caridad, que mereció el reproche del Salvador . La Iglesia pobre no es la de la falsa humildad que se despoja de vestiduras que son signos propios de la dignidad que el Señor ha conferido y que implican el despojo del yo, para revestirse de Cristo, siendo instrumento vivo del Señor en la Palabra, en la obra y en el testimonio.
Una Iglesia pobre, no puede ser nunca una Iglesia que entregue a los mercaderes aquellas cosas que han sido separadas del común de las cosas, consagradas para celebrar y honrar a Dios, Nuestro Señor. No es la Iglesia que permite que se siga adorando al Becerro de Oro, a Mamon y no al Dios Uno y Trino. Ha de ser una Iglesia evangelizadora que convierta a los mercaderes para que adorando al Dios Uno y Trino, compartan sus riquezas.
Una Iglesia que trabaje por los pobres y más aún, por los indigentes, cuya dignidad es atropellada por muchos, y cuya degradación y utilización perversa, clama al Cielo. No es una Iglesia que “saliendo a la periferia” abandone a su suerte a los del centro de la ciudad, sino una Iglesia que quiera, porque debe, conquistar todos los corazones para Cristo, que lo acerque con su testimonio, su palabra y su obra de modo que en el encuentro con el Señor puedan transformar su vida. La vida de los de la “periferia” y la del centro, por todos murió el Señor y a todos ha de llegar su mensaje.
¿O la droga en la villa (ahora barrios populares) es diferente a la droga en las altas esferas de la sociedad? Las causas por las que ella hace su entrada son las mismas, aunque unos más indefensos que otros, todos son vulnerables, quizás porque la principal causa es la falta de sentido o la deformación del sentido de la vida. En unos al ver un futuro oscuro y la forma de ganar unos pesos más rápidos los arroja no solo al consumo, sino también al servilismo de las mafias narcos. En los otros el exceso y la busqueda del saciarse porque nada les alcanza en lo material, en esa busqueda de placer absoluto caen a los abismos más grandes y con ellos llevan amigos y una sociedad toda. La Iglesia no puede mirar a unos y desatender a otros, no lo ha hecho, no lo han hecho los santos, sino miremos a Brochero como se acercaba con su palabra, que era la de Cristo, a unos y a otros.
Una Iglesia que se preocupe por unir a los que más tienen, con los que menos poseen, que puedan armoniosamente convivir el capital y el trabajo, como enseña la Doctrina Social de la Iglesia y no una Iglesia que quizás sin desearlo o como fruto del deseo de alguno de sus hijos con mente marxistoide, lleve al resentimiento, al odio entre las clases. Agreguemos que esta lucha de clases hoy tambien se verifica en el falso feminismo de las verdes.
Una Iglesia que quiera no solo paliar las condiciones terribles de nuestros hermanos más necesitados con la ayuda provisoria, sino que busque modificar los problemas estructurales, no a través de revoluciones anticristianas que solo producen violencia, odio y miseria, sino restaurando el orden social en Cristo y en su Evangelio. Transformando la ciudad terrestre en imagen de la Ciudad Celeste.
¿De que sirve el asistencialismo, si no somos capaces de convertir a aquellos que pueden y dan trabajo, para que paguen un salario justo? ¿De que sirve la ayuda de aquí y ahora ,si no logramos que se respeten y se cuiden por patronos y obreros los derechos, que tienen por objeto la dignificación de las condiciones laborales? ¿De que nos sirven los esfuerzos para paliar momentáneamente las necesidades, si no podemos enseñar la cultura del trabajo y el respeto por el sujeto del trabajo que es el hombre, todo el hombre? ¿De que nos sirve una Iglesia en la “periferia” que reniega de instaurar el Reino de Cristo en todo el orden social, único camino para el Bien común? ¿De que nos sirve una Iglesia que quiera agradar al mundo, negando a Dios y sus enseñanzas, su Orden Natural establecido, como parece verse en esta iglesia sinodal?
En fin mis queridos hermanos una Iglesia que pueda enriquecer los corazones y extirpe de la pobreza espiritual a aquellos que perdieron la gracia de Dios por el pecado, más allá de su condición económica.
Una Iglesia Misionera, desapegada y trascendente y no apegada a ideologías materialistas e imanentistas, que niegan la trascendencia del hombre. Una Iglesia que no se despoje de los bienes, sino que los ponga al servicio, una Iglesia que no cierre los Templos y con un clero dispuesto a los sacramentos siempre., aunque quiera llamarse en "salida". La Iglesia en salida no debe ser un slogan para las homilías y documentos episcopales, debe ser un hecho que se verifique, pero una "salida" para que todos los hombres se encuentren con Cristo y no una "salida" de Cristo para que se viva y se sea del mundo.
Una Iglesia que transforme a todo y a todos los hombres en Cristo, para que solo El sea el Señor. Solo así la Iglesia podrá ser una Iglesia pobre en el sentido Evangélico dedicada a trabajar por los pobres, sobre todo los que no tienen a Cristo y han perdido su Gracia por el pecado y esto, ten por seguro lector amigo, será en beneficio de los que menos tienen, también en el orden de lo material, porque la "conversión profunda, llega a lo profundo del bolsillo".
Supla la Gracia, la enorme deficiencia de la pluma
Marcelo Eduardo Grecco
Director
Versailles, junto a la virgen de la Salud,

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