A Veinticinco Años.

       


Homenaje al Cardenal Antonio Quarracino


                         

Hace veinticinco años, a punto de ir a mi trabajo y viendo el noticiero en la madrugada de aquel sábado 28 de febrero, recibía un “balde de agua fría”, que confirmado más tarde con la oficina de AICA fue uno de los días más tristes de mi vida eclesial. Había muerto mi arzobispo, a quien consideraba mi padre y párroco, ya que desde la muerte del padre Carlos Lojoya nos había alcanzado, con la comunidad de la Visitación, la orfandad espiritual y comenzamos a “errar” por las parroquias de Buenos Aires, sin poner ancla en ninguna. Fue así como me bauticé, “laico errante de Buenos Aires”[1], aunque esto hiciera reír a más de un clérigo. Siendo de alguna manera fiel de la gran parroquia de la Arquidiócesis con el Cardenal Quarracino como nuestro pastor.

Para muchos, el Cardenal era un personaje controvertido. Sin duda, su recorrida pastoral ha tenido aciertos y errores. Sin embargo, en mi corazón le reconozco como el mejor de los cuatro arzobispos que conocimos en Buenos Aires, teniendo en cuenta las características medias del episcopado argentino. Pasarán muchos años, hasta que tengamos un Obispo de su talla en la cátedra porteña. Muchos y largos años, sobre todo si consideramos los nombramientos de los últimos años, donde se ha hipotecado el futuro episcopal y eclesial, dado la destrucción de la formación en los seminarios, incrementada en los últimos años con ciertas intervenciones y cierres.

El mismo Cardenal habla de los homenajes luego de la muerte y los califica de: “desinteresados, una expresión libre y un signo de la permanencia en el recuerdo y en el afecto”.  Queremos hacerlo así, pero para que el mismo sea en justicia habrá que verlo en perspectiva y considerar los aciertos y errores contextualizando su vida, que sin duda ha transcurrido en uno de los momentos más difíciles de la Iglesia, precursores de la noche oscura actual. Un tiempo de grandes confusiones, esa es sin duda es la gran diferencia con este tiempo, donde ya no hay lugar para las medias tintas y muchos se han sacado definitivamente las caretas. Creo estar convencido en qué lado estaría el Cardenal hoy.

El Cardenal es de esa generación sacerdotal y episcopal que vivieron una época de profundas confusiones, donde se confrontaba el modernismo con la verdadera doctrina, una época donde el Magisterio era claro, pero donde ya se filtraba el error en los seminarios. El Concilio Vaticano II desató, no por sus documentos, un invierno eclesial. El define este tiempo como un tiempo de “impertinencias y (…) alocados excesos de quienes confundieron renovación con destrucción[2], tiempos en que los “contenidos esenciales de la fe (fueron) azotados por un vendaval de ideas peregrinas y errores heréticos”, con “crisis sacerdotales y religiosas (que abrieron) llagas tan dolorosas en la Iglesia”[3].

No escapó a todo aquello y por eso hubo de participar en el llamado Concilio de Quilmes, tuvo que suceder al Obispo disidente Podestá en Avellaneda luego del escándalo. Acá en Buenos Aires le conocimos en una línea menos progresista, fundamentalmente conservando el tesoro de la fe. Aunque no debemos olvidar que presidía el episcopado argentino, que ya tomaba un perfil más progresista, herencia de Primatesta, cuando se logran los números necesarios para  solicitar a Roma el indulto que introduce el peor fruto de la desobediencia posconciliar, la comunión en la mano. Este lamentable suceso eclesial tuvo al Cardenal como protagonista, pues como presidente de la Conferencia Episcopal tomo a su cargo la difusión de esta forma de comulgar, más allá que el episcopado nunca cambió la forma ordinaria de recibir la comunión, de pie y en la boca con una reverencia[4]. Recordemos que solo una diócesis mantuvo la forma habitual y no permitía la comunión en la mano, hasta la llegada del último Obispo con expresas ordenes de cambiar todo.

Permitió que alcanzaran el episcopado Héctor Aguer, Mario Bergoglio, Rubén Frassia, Raúl Omar Rossi y José Luis Mollaghan. Rossi llega a la plenitud del sacerdocio por ser quien seguía en la terna, digamos por descarte, ya que una denuncia sin sentido de un laico “de buena línea” le cerró las puertas de la plenitud sacerdotal a un gran sacerdote, según el testimonio de un sacerdote de mi entera confianza. Según algunas declaraciones que ha hecho el Papa francisco, estamos cada día más seguros que el episcopado de Bergoglio fue manipulado desde algún sector y no por acción directa del Cardenal, que era un hombre que escuchaba los consejos de todos. Aunque sin duda dio el visto bueno para que sea él quien lo suceda. ¿Habrá caído como tantos en los encantamientos del personaje? Muchos pronto se fueron desencantando a medida que mostraba su verdadero rostro, algo que el Cardenal Quarracino no ha podido hacer con ojos terrenos. Destaquemos que estos nombramientos marcan su camino entre las dos grandes corrientes de la Iglesia.

En el gobierno pastoral de la Arquidiócesis, el pronto nombramiento de Monseñor Miras como Vicario General inclinó la balanza hacia el progresismo, pero todavía Buenos Aires era respirable y si algo queda de bueno es gracias a que el giro no fue total en su época. Debemos decir que el Obispo, cuando este lo ejerce con responsabilidad, no toma solo las decisiones, sino que lo hace en conjunto con el resto de los Obispos Auxiliares y de los “institutos” canónicos que establece el código. Por ejemplo, el Cardenal dio su beneplácito para una fundación de una casa religiosa, pero más temprano que tarde tuvo que dar marcha atrás por la presión de los curiales porteños. No sé hasta qué punto se ocupó plenamente en los nombramientos de los párrocos, recuerdo que a uno lo nombraron rápidamente para evitar que otro Obispo recién nombrado se lo lleve a su vicaría, esa fue una movida del vicario general. No menos cierto es que el propio Monseñor Rossi dijera que el Cardenal les había dado carta abierta en las vicarías, según el vicario de Devoto, el Cardenal le había dicho “vos sos el Obispo de Devoto”.

A estas cosas se oponen con toda claridad que, si bien permitió la expulsión de algunos seminaristas ortodoxos, le mando a estudiar con la idea de ordenarlos para la Arquidiócesis, aunque pronto vio la desilusión de que el padre espiritual de esos jóvenes hiciera lo que él le había pedido que no lo hiciera y eso provocó el enojo del Cardenal.

 El padre Fosbery en su In Memoriam indica que fue el Cardenal quien abrió las puertas y motivo para que FASTA continuara con la obra con sacerdotes propios, ordenándoles para la Arquidiócesis, pero para las acciones apostólicas de FASTA.

En lo litúrgico, aunque no atacó de lleno los abusos litúrgicos, hizo que las celebraciones en la Catedral tuvieran el lugar que merecían. De suyo le encargo el tema litúrgico de la Arquidiócesis a monseñor Aguer, con grandes frutos. No puedo olvidar que en las Misas importantes por él celebrada el canto gregoriano era algo constante, incluso con el Pater cantado en latín[5], quizás cumpliendo con lo que pidió el Concilio Vaticano II cuando solicitó que todo el pueblo de Dios conociera en latín las partes comunes de la Misa.

En su afán misionero promovió la Misa de Niños, que en manos de quienes estaban fue desvirtuándose cada vez más y ahora es cualquier cosa menos una celebración litúrgica correcta. También y en consonancia con la preparación pedida por el Papa Juan Pablo II para el inicio del tercer milenio, dio impulso a la Gran Misión de Buenos Aires, que por cierto no se cumplió en todas las Parroquias, pero que empapelo la Ciudad con aquel cartel con la cara de Jesús y la frase “No podemos callarlo”.

El mismo afán para anunciar a Cristo le hizo asumir uno de los mayores desafíos apostólicos, que fue ingresar a los medios su predica certera y “a veces revoltosa”, pues como ha dicho Monseñor Aguer, “Algunas veces, y no sólo a causa de la agudeza de su estilo, produjo enfado y fastidio a los manipuladores de la opinión, a quienes haciendo valer el poderío exorbitante del micrófono o de la página impresa imponen la dictadura de cierta unanimidad ficticia. Molestó al "jet-set" de los nuevos sofistas, pero cosechó la aprobación, el aplauso y la sonrisa de la gente sencilla, del argentino común, de aquellos cuya opinión certera no suele caber en las encuestas. Ellos decían: ¡Quarracino tiene razón!”[6]. Buena parte de esos artículos forman parte del libro “Claves de un Cardenal” y del póstumo “Hasta cualquier momento”. Su palabra fue siempre fiel al Magisterio y a la Verdad. Hace unas horas repasaba un mensaje dado para navidad y les aseguro la superioridad de estos frente a los actuales. Con palabras sencillas predicaba la profundidad del mensaje de Cristo, predicaba la Verdad, anunciaba la Encarnación y promovía la conversión del pueblo de Dios.



Era cercano, para serlo no se necesita viajar en colectivo o en subte, respondía cada carta[7] y saludaba con cariño a todos los feligreses con una gran sonrisa en las comunidades que recorría. Recuerdo que lo seguí en varias Misas bastante seguido y al saludarlo en una de ellas, me dijo “¿Por acá también?” agregando un mote cariñoso.

No dudaba en decir y hacer lo que debía, en la visita a una parroquia, cuyo párroco enrolado en el movimiento del Tercer Mundo había bajado la imagen central de la Patrona (La Virgen) literalmente al suelo, bajo el pretexto de la cercanía con el pueblo, estupideces del progresismo y de la religión sentimentalista que quieren imponer. El Cardenal pidió que fuera puesta en su lugar, de lo contrario se retiraría sin celebrar la Misa central. No podía permitir semejante atropello a la Madre de Dios. Ese párroco se fue luego a hacer una “peregrinación” con los curas tercermundistas desde Guadalupe hasta la Argentina, queriendo retener el cargo de párroco, cosa que Quarracino no dejó.

No menos importante fue las visitas canónicas a las Parroquias, que realizó aún con las limitaciones físicas de los últimos años, algo que fue imitado por monseñor Aguer, pero que luego se descontinuo, por lo menos no tengo conciencia que esto se haya realizado después.

Si algo marco su Arzobispado fue el valor que dio al sacerdocio y la promoción a las vocaciones sacerdotales. Al cumplir sus Bodas de Oro Sacerdotales hizo una pequeña publicación de ediciones AICA, “Perfiles Sacerdotales”, donde medita sobre el perfil del sacerdote, siguiendo a Juan Pablo II, luego recorre sobre algunas figuras sacerdotales publicando escritos y homilías en diversas ocasiones, Pablo VI, Juan Pablo I, el Cardenal Mindzenty, Monseñor Rau, Plaza, Raspanti, Derisi, Di Stefano, Monseñor Manuel Moledo, entro otros. Se encargó especialmente de dedicar homenajes a sacerdotes que fueron olvidados a designio, aún por la jerarquía eclesiástica. Ya durante un homenaje a monseñor Rau, habla de la deuda de la Iglesia y la cultura argentina hacia monseñor Gustavo Franceschi incluso adelantaba lo que llevo a cabo cuando arzobispo, diciendo “ese sacerdote durante años fue capellán en una iglesia de religiosas; ese templo tiene delante un gran atrio y una pequeña plaza: ni aquél, ni en ésta hay todavía ni siquiera un pequeño busto que lo recuerde”. Hoy ese busto está en aquel lugar y una placa que reza “La Arquidiócesis de Buenos Aires le dedica agradecido este recuerdo”. El cardenal habló más de una vez de tres sacerdotes claves de su tiempo, uno Frenceschi, el otro el padre Castellani, olvidado por la cultura y despreciado por el progresismo por su voz clara, a este le promovió un valioso homenaje, llevo adelante una acción y logro que el Consejo Deliberante (todavía no era Legislatura) porteño pusiera una placa en el edificio donde el padre vivió el último tiempo en la calle Caseros y Piedras. Allí se realizó un acto en que el Cardenal destacó que el Padre se estaría riendo de que la política le estuviese realizando un homenaje, luego se celebró una Misa solemne en la Catedral a donde nos dirigimos caminando muchos de los que allí estuvimos. Se le suma una pequeña publicación en homenaje al padre que hiciera el Cardenal. Hay que decir que aquella placa fue víctima de los robos u otras razones, sin que el sucesor del Cardenal haya movido un dedo para que se reponga… No se le puede pedir peras al olmo, dice bien el refrán.



En julio de 1990 da una conferencia sobre el padre Leonardo Castellani, cuyo texto publicará en el texto mencionado “Perfiles Sacerdotales” , allí no duda en ubicar al padre Castellani entre los que el llamo “las excelencias decapitadas” que tenía la Argentina, no duda en ponerle entre los dos principales “talentos que regaló Dios al país” en el siglo XX, para el Cardenal esos talentos eran Castellani y Lugones , exaltó su fe y su amor a la Iglesia y a la Compañía de Jesús, donde tantas penurias le hicieron pasar. “Me permito decir, que porque amaba a la Iglesia le dolían las fallas de sus miembros, porque amaba a la Compañía de Jesús no toleraba deficiencias en muchos de sus superiores. (…) Porque amaba a Jesucristo no toleraba a los que la herían y golpeaban la fe cristiana”.

El tercer sacerdote era el Padre Menvielle, destacó, en su visita a la Parroquia Nuestra Señora de la Salud en mil nueve noventa, el flamante arzobispo dijo con toda claridad la grandeza de su obra en aquel Templo monumental (hay que decir que Quarracino lo conoció luego que lo destruyera el odio y el progresismo perverso) y recordó las palabras de su antecesor el Cardenal al definirlo como una Catedral. No ahorró elogios a la obra pastoral e intelectual del padre Menvielle, denominándole como uno de los “tres sacerdotes claves de su tiempo”. Cuando en mil nueve noventa y siete le escribimos pidiéndole un homenaje del Arzobispado e incluso el ingreso de sus restos, no dudó en disponerlo y habilitar el ingreso, que no sabemos porque razón no se hizo. Ya en esa Misa del noventa le habíamos pedido que se destaque la Tumba y más temprano que tarde, luego del cambio de párroco, luego de un escándalo de magnitudes, se colocaron unas cadenas y luego a los veinticinco años los viejos scouts de Menvielle le pusieron una reja que hoy ya no está gracias a la presión de los prelados progresistas y la influencia de algunos ignorantes sentimentalistas. El Cardenal murió antes de llevar a cabo el homenaje, el cual se llevó a cabo, gracias a cierta presión que se ejerció sobre las nuevas autoridades eclesiásticas luego de la muerte del Cardenal. Homenaje salvado por las homilías de los padres Ala, Herrera Gallo y Guerra y de Monseñor Menvielle. El dos de agosto de mil nueve noventa y ocho el sucesor de Quarracino celebró la Misa, hizo la homilía, dio las gracias de la Iglesia de Buenos Aires, pero no tuvo la valentía de nombrarlo ni en ella, ni en el responso que hizo sobre la tumba del “párroco fundador”, como lo mencionó sin nombrarlo. Le estaremos siempre agradecidos al Cardenal Quarracino que aceptó el desafío y no le tenía miedo a nadie, daba la honra que se merecía a quienes debía, lamentamos que no haya estado vivo para ser él quien predicará en aquella Misa.

La cercanía con el clero era total, una vez al mes se reunía con los más grandes en una cena, donde conversaba con ellos y pasaba un buen momento. La tapa del libro en su homenaje “Hasta Cualquier Momento”, que recoge escritos del Cardenal y todos los homenajes y homilías en su muerte, tiene como imagen una foto del Cardenal en aquella cena.



Quarracino llega a ser Obispo en una época donde para alcanzar la plenitud no bastaba un cursito de pastoral o dar catedra de progresismo. Había que haber estudiado enserio y aunque eso no garantizaba nada, elevaba el nivel episcopal. Quarracino era doctor en teología, pero además tenía una capacidad intelectual, una firmeza doctrinal, era un hombre culto formado y había madurado sus lecturas, es por eso por lo que todo su magisterio episcopal es un aporte a todo el ámbito cultural argentino. Valoro a grandes pensadores y escritores argentinos y que también habían sido olvidados a designo. Puso en valor el pensamiento católico de Argentina, los Cursos de Cultura Católica. Resalta la poesía de Ponferrada, Castellani, Lugones, Castiñeira de Dios, Hugo Wast y el gran Marechal, involucrando incluso a sectores del Estado y a personajes alejados de la Fe para muchos de esos homenajes. Al cumplirse los cien años de la tradicional Parroquia de San Bernardo en el barrio de Villa Crespo logra que la Secretaría de Cultura restaure no solo la fachada, sino también la imagen del Cristo que se alza en su frente y a la que Marechal llamó el Cristo de la mano rota en su Adán Buenosayres, con grandes placas que reproducían parte de aquel texto.

Dos hechos lo muestran de cuerpo entero, los dos son contados por el Dr. Mario Caponnetto en su articulo en memoria del Cardenal, publicado en el libro mencionado “Hasta Cualquier Momento”. Dice Caponnetto que el Cardenal apoyó la creación de la Corporación de Médicos Católicos y en alguna oportunidad se hizo presente como un simple feligrés en la Santa Misa que se celebraba habitualmente en la Basílica de la Merced, como una manera de brindar ese apoyo certero a una institución sumamente necesaria para apoyar a los médicos católicos en medio de todos los ataques a la Bioética y a la Vida. Dicho sea de paso, fue el Cardenal como arzobispo y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, quien nombró rector de la Universidad Católica Argentina al R.P. Domingo Basso OP, destacado en los temas de bioética, de hecho, durante su rectorado (que solo duro hasta 1999) se creo el Instituto de Bioética de la UCA. 

El otro acontecimiento que menciona el Dr. Caponnetto, es que el Cardenal es quien había dado el visto bueno para iniciar el proceso de canonización de Jordán Bruno Genta, mártir de Cristo. Causa que hoy se busca reabrir, luego que se la cerrará despótica y maliciosamente, algo que no nos extraña considerando cierta beatificación de aquellos que apoyaron abiertamente a los asesinos de Genta y Sacheri por odio a la fe.

Y no olvidemos el fuerte apoyo que dio a la Exposición del Libro Católico, que fue sin duda uno de los mayores acontecimientos de la cultura católica de los últimos años, que luego Monseñor Aguer llevó también a La Plata. El Cardenal no solo apoyo con su presencia, sino fundamentalmente con su acompañamiento pastoral.



Cuando uno escuchaba o leía a Quarracino escuchaba a alguien sencillo, pero no chabacano. Simple pero no simplista, hacia accesible las cosas más profundas, pero sin bajarlas, sin quitarles su valor. No edulcoraba la sal. No usaba un discurso con recursos lingüísticos en los que todos se quedaban admirados pero que era incapaz de llevarte a otro lado y mucho menos a Cristo, porque eran “océanos de palabras en desiertos de ideas”, como decía un profesor. No, Quarracino era directo, concreto, con la verdad a flor de piel y siempre te dejaba la enseñanza del Verbo.

Humilde, aunque quieran venderlo de otra manera, de verdadera humildad, por eso delegaba, escuchaba, promovía sin condicionamientos. Fue Quarracino quien introdujo dos cosas en la Catedral, que hubiese sacerdotes u Obispos auxiliares que pronunciaran las homilías en el Tedeum de las fechas patrias. También en Semana Santa presidían los distintos Obispos auxiliares las celebraciones de Semana Santa, él celebraba en lugares de gran caridad, pero no iba con las cámaras encendidas.

Quiero en el final volver sobre una preocupación permanente del Cardenal, los sacerdotes y las vocaciones, sobre estas últimas fue el gran promotor de la oración por las vocaciones, tenía claro que una Iglesia sin sacerdotes es una iglesia estéril. En la última Misa que celebró en Lujan dejó un pedido a los jóvenes, unos pocos recogimos el guante y no nos hemos cansado de promover la oración por las vocaciones y los sacerdotes. “No se olviden de rezar por las Vocaciones y por los sacerdotes”, nos dijo. A veinticinco años de su partida y con la realidad eclesial que vivimos el mejor homenaje será pedir al Señor por intercesión de la Madre la fe para los sacerdotes, su santidad y el incremento de vocaciones, de hombres que anhelen trabajar por la salvación de las almas, pues como decía Menvielle un sacerdocio que no genera santidad en las almas es un sacerdocio estéril.

Seguro, mejor pluma podrá rendir el justo homenaje al Cardenal, nosotros lo hacemos desde el corazón y con nuestras limitaciones.

“¡Danos, Señor Santas y abundantes vocaciones Sacerdotales!”

Supla la Gracia la deficiencia de la pluma

 Marcelo Eduardo Grecco

28-02-2023





[1] Así firmamos el articulo In Memoriam

[2] Cardenal Quarracino Perfiles Sacerdotales Ediciones AICA homenaje a S.S. Pablo VI

[3] ídem

[4] En la Argentina se establece, como forma habitual, que los fieles reciban la Comunión de pie y realicen antes, como gesto de reverencia, una inclinación de cabeza. (CEA, 84° Asamblea Plenaria, nov. 2002, Res. n. 12; Recon. CCDDS, Prot. n. 23/03/L, 28 jun 2003).

[5] Lo hizo en la Misa de inauguración de su ministerio en la Iglesia porteña, en los jueves sacerdotales y en las ordenaciones.

[6] Monseñor Héctor Aguer, Homilía en la Catedral Metropolitana, publicada en Gladius 41 y en el libro “Hasta Cualquier Momento”


[7] Le escribí en varias oportunidades y nunca dejó de contestar, aunque sea breve líneas o indirectamente con decisiones firmes. Además, me enviaba cada año saludos navideños. Nunca olvidare la inmensa gente sencilla que estaba en su velorio, en especial una señora en la Misa del primer mes que le lloraba como quien había perdido un padre.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Una Antorcha Encendida (Primera Parte)

Una Antorcha Encendida (Tercera y última parte)

A Noventa Años del Comienzo del Apostolado Parroquial del Padre Julio Menvielle