De Aquí y de Allá

 


La obsesión por el cambio

En este último tiempo hemos escuchado la insistencia de los Obispos sobre la necesidad del cambio, especialmente de uno que llegó a hace dos años a una comunidad diocesana formada en la recta doctrina y en la sana liturgia, con el mandato de destruir todo.

Debemos decir que los prelados se han subido a la moda de las organizaciones sobre esta gestión del cambio, fundada en filosofías altamente anticristianas y que son un gran negocio de consultoras. Hay sin duda un verdadero desprecio por lo permanente,  se dice que “lo único permanente es el cambio”. Pero Hay que recordar que Santa Teresa viene pronto en nuestra ayuda y nos dice con claridad “Dios no se muda”, tras esto se esconde el relativismo que dice que no hay verdad, sino que hay tantas verdades como personas caminan en el mundo, todo esto ha penetrado en la vida eclesial, es el humo de satanás que denuncio Pablo VI.

Hay, por supuesto, un “progreso legítimo y necesario dentro de la Iglesia”,  como dice el Padre Menvielle, pero no es el que busca el modernismo que se ha infiltrado en la Iglesia y que ha dado rienda suelta a sus males a partir del Concilio Vaticano II. La llamada Hermenéutica de la rotura o de la discontinuidad, como bien la definió el Papa Benedicto XVI, la que  “afirma que los textos del Concilio como tales no serían aún la verdadera expresión del espíritu del Concilio. Serían el resultado de componendas, en las cuales, para lograr la unanimidad, se tuvo que retroceder aún, reconfirmando muchas cosas antiguas ya inútiles. Pero en estas componendas no se reflejaría el verdadero espíritu del Concilio, sino en los impulsos hacia lo nuevo que subyacen en los textos: sólo esos impulsos representarían el verdadero espíritu del Concilio, y partiendo de ellos y de acuerdo con ellos sería necesario seguir adelante. Precisamente porque los textos sólo reflejarían de modo imperfecto el verdadero espíritu del Concilio y su novedad, sería necesario tener la valentía de ir más allá de los textos, dejando espacio a la novedad en la que se expresaría la intención más profunda, aunque aún indeterminada, del Concilio. En una palabra: sería preciso seguir no los textos del Concilio, sino su espíritu”. ¡Cómo se escucha en boca de los mitrados esto del espíritu en esta época!

Continúa el hoy Papa emérito “De ese modo, como es obvio, queda un amplio margen para la pregunta sobre cómo se define entonces ese espíritu y, en consecuencia, se deja espacio a cualquier arbitrariedad. Pero así se tergiversa en su raíz la naturaleza de un Concilio como tal. De esta manera, se lo considera como una especie de Asamblea Constituyente, que elimina una Constitución antigua y crea una nueva. Pero la Asamblea Constituyente necesita una autoridad que le confiera el mandato y luego una confirmación por parte de esa autoridad, es decir, del pueblo al que la Constitución debe servir.

Los padres no tenían ese mandato y nadie se lo había dado; por lo demás, nadie podía dárselo, porque la Constitución esencial de la Iglesia viene del Señor y nos ha sido dada para que nosotros podamos alcanzar la vida eterna y, partiendo de esta perspectiva, podamos iluminar también la vida en el tiempo y el tiempo mismo.

Los obispos, mediante el sacramento que han recibido, son fiduciarios del don del Señor. Son "administradores de los misterios de Dios" (1 Co 4, 1), y como tales deben ser "fieles y prudentes" (cf. Lc 12, 41-48). Eso significa que deben administrar el don del Señor de modo correcto, para que no quede oculto en algún escondrijo, sino que dé fruto y el Señor, al final, pueda decir al administrador: “Puesto que has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de lo mucho" (cf. Mt 25, 14-30; Lc 19, 11-27). En estas parábolas evangélicas se manifiesta la dinámica de la fidelidad, que afecta al servicio del Señor, y en ellas también resulta evidente que en un Concilio la dinámica y la fidelidad deben ser una sola cosa.” Por todo esto esta hermenéutica “corre el riesgo de acabar en una ruptura entre Iglesia preconciliar e Iglesia posconciliar.”

Esta ruptura es la que buscan estos Obispos que llegan y con el cantito de la “sinodalidad” que no es otra cosa de clericalismo perverso, disfrazado de apertura, una apertura de cabeza que le ha pasado lo que dijo Chesterton, se les ha salido el cerebro. No olvidemos que la democracia es una gran farsa que ha penetrado en la Iglesia.

Buscan el cambio como lo permanente, hablan de “dialogo con el mundo” y lo único que está sucediendo es que se asume el monologo del mundo. Callando vilmente frente al error, al desvío que sume a las almas en el barro del pecado que se justifica y hasta se bendice. La escucha del mundo es necesaria para saber por dónde anda y como corregirlo. Pero hoy se quiere escuchar al mundo para asumir sus principios, sus modas y hasta sus vicios y sus pecados.

La filosofía del constructivismo, cuyos males vemos hoy en la educación, en la vida social con la penetración de ideologías perversas que todo lo dan vuelta, abominando del Orden Natural establecido por el Creador. Hay que “desconstruir” y “construir” algo nuevo, abierto, escuchando a todos menos a Dios y su mandato, que la Iglesia ha preservado durante dos mil años. “Ni un solo dogma quedará en pie” dijo con razón el padre Menvielle hace ya cincuenta y tantos años y hoy lo estamos viendo, está ocurriendo y nada menos que desde donde se debería confirmar en la fe.

Pero claro con el cantito del “cambio”, de las “estructuras caducas”, que ayer evangelizaron pueblos enteros, se  aprovecha para el marketing personal y la búsqueda del “puestito más alto”, ¿un Arzobispado? ¿Un carguito en Roma?.... Todo es posible en esta época Franciscana…

Nosotros queremos ser fieles a la Verdad y a la Iglesia a Trento que es parte del Vaticano II y del Catecismo.

 

¿Volver hacia atrás?

“Algunos quieren ir para atrás”, suele decir el Papa Francisco para referirse a los que defienden la tradición. Habrá que ir a ver el pasaje donde le fueron a  preguntar sobre si era permitido repudiar a la mujer, mas Jesús no fue adelante, sino fue atrás, fue al principio: “¿No habéis leído que el Creador, desde el principio, varón y mujer los hizo y dijo: «Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne»?” De modo que ya no son dos, sino una carne. ¡Pues bien! ¡Lo que Dios juntó, el hombre no lo separe!” y ante la réplica les aclaro: “A causa de la dureza de vuestros corazones, os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Mas Yo os digo, quien repudia a su mujer salvo el caso de adulterio, y se casa con otra, comete adulterio, y el que se casa con una repudiada, comete adulterio”. La razón es que Él no vino a abolir la ley, sino a completarla: “No vayáis a pensar que he venido a abolir la Ley y los Profetas. Yo no he venido para abolir, sino para dar cumplimiento. En verdad os digo, hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota, ni un ápice de la Ley pasará, sin que todo se haya cumplido”  y agrego “quien violare uno de estos mandamientos, (aún) los mínimos, y enseñare así a los hombres, será llamado el mínimo en el reino de los cielos; mas quien los observare y los enseñare, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Os digo, pues, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” Y a continuación habla profundamente de los mandamientos, llevándoles más adentro no solo con un título, veamos por ejemplo cuando habla del adulterio “Oísteis que fue dicho: «No cometerás adulterio.» Más Yo os digo: Quienquiera mire a una mujer codiciándola, ya cometió con ella adulterio en su corazón”, invita a arrancarse aquello que causa el pecado y el pecado mismo. Pero aquí en este tiempo de ir adelante, se omite esto y todo se abraza y toda evolución debe aceptarse de buena manera.

No sé ustedes lectores amigos, pero yo vuelvo atrás al Orden Natural, a lo establecido por Dios, a la enseñanza y ejemplo de la Iglesia que no dudó en anunciar a todo el mundo la obra Salvadora de Cristo, que grito con fuerza “Conviértete y cree en el Evangelio”, que Bautizó a las Naciones en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, sin temor a ser llamados “proselitistas” o incluso perdiendo la vida por ello.

Indetrista, conservador, tradicionalista, rígido y no sé cuántas cosas más serán mis motes de la progresía reinante. Más yo me quedo con ser un pecador que busca las fuentes de la Salvación y no las encuentro en la fraternidad masónica, sino en el Señor único Salvador.

¿Además quien vuelve atrás? Cuando pueblos enteros estaban evangelizados y vivían la liturgia con la Iglesia, se les indujo a ir para atrás con una liturgia que incorpora instrumentos y ritmos o incluso lenguajes que en zonas de misión pueden ser tolerados. Hasta se incorporaron bailes que nada tienen que ver con la liturgia como lo dice bien Benedicto XVI en el maravilloso libro El Espíritu de la Liturgia “la danza no es una forma de expresión litúrgica cristiana. Hubo círculos docético-gnósticos que intentaron introducirla en la liturgia cristiana, aproximadamente en el siglo II. (…) Las danzas culturales de las distintas religiones tienen finalidades diversas: conjuro, magia analógica, éxtasis místico; ninguna de estas figuras corresponde a la orientación interior de la liturgia de «sacrificio de la palabra», Lo que es completamente absurdo es cuando, en un intento de hacer que la liturgia sea más atractiva se introducen pantomimas en forma de danzas. (…) Ningún rito cristiano conoce la danza. Lo que se llama así en la liturgia etíope o en la forma zaireña es, en realidad, una procesión rítmicamente ordenada”. Ergo muchos quieren volver al siglo III a esos gnósticos que no creían en el sacrificio de la Cruz.

¿No es volver atrás la comunión en la mano? Sabemos que en algún momento dado las formas utilizadas se comulgaba en la mano, pero luego con el correr del tiempo y la maduración teológica del Magisterio con respecto al Sacramento, junto con el cambio de las formas y para preservar la dignidad del Sublime Sacramento, asumió el modo de comulgar en la boca y que sólo las manos consagradas tocarán al Divino Señor presente. Fue la desobediencia de algunos Obispos y el error de permitir, a modo de excepción, este modo de recibir a Jesús Sacramentado hizo que volviera, aún donde no había costumbre, como en Argentina que la fue imponiendo, incluso enseñando en la catequesis como si fuera la única forma de hacerlo y no la que ha sido “indultada”, por ahora la manera ordinaria de comulgar es de pie y en la boca. Sin embargo, hoy se vuelve hacia atrás como una forma de ir lentamente lesionando el vínculo de los fieles con el Sacramento, de a poco se pierde la reverencia consecuencia lógica de una Fe debilitada sobre la Presencia real de Cristo.

¿Alegrar las celebraciones?

En el documento del sínodo enviado a Roma se volvió a plantear esta falacia que se escucha desde hace años “alegrar las celebraciones”, con la que se justifica la desacralización que ha penetrado en la Iglesia y que lo ha destruido todo. Conviene preguntarse sobre si puede haber celebraciones tristes o alegres, “oscuras” o luminosas. ¿A que llamamos alegres o tristes, oscuras o luminosas? La ignorancia supina en cuanto a la Sagrada Liturgia en la que han puesto a los fieles, diría que reclama justicia del Cielo. Cada día más la liturgia es captada por la dictadura del relativismo y entonces entramos en la consideración de lo que me “gusta” o no me “gusta”, en lo que agrada y desagrada a quienes vienen a las celebraciones, en estrategias de marketing para “captar” a los niños, los jóvenes, los que ya peinan canas y han quedado de aquella oscura época del pos concilio que ha traído un invierno eclesial. Pero los malos son los que hacen retiros, oración y jornadas de formación para “captar gente”, estupideces del mundo eclesial moderno.

Ritualistas se llama a los que no hacen más que vivir el espíritu del Concilio Vaticano II, expresado en sus desconocidos documentos y defienden aquello de “nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia”.[1]

¿Por qué ha penetrado el relativismo, la arbitrariedad, el gusto a la Liturgia? La respuesta es fácil por su antropocentrismo y el abandono del verdadero centro de la misma, Cristo. La liturgia es el “culto adecuado para glorificar a Dios a través del camino de la Cruz”[2] y por tanto debe pensarse en base a este objetivo y no como un modo de agradar al hombre. No debe ser un rito que atraiga, sino quien atrae, a quien se deja atraer, es Dios mismo, es Cristo que en su sacrificio de la Cruz es elevado y desde ella nos atrae: «Y Yo, una vez levantado de la tierra, lo atraeré todo hacia Mí.”» (SJ. 12,32). Straubinger aclara en el comentario a este versículo: “Lo atraeré todo hacia Mí: esto es, consumada mi redención, Yo quedaré como el centro al cual convergen todos los misterios de ambos Testamentos.” [3]  Cuanto más pura y sacra la liturgia, cuanto más evidente sea el Misterio Salvífico, cuanto más profunda sea la participación del fiel en el “acto principal” que es la entrega de Cristo su muerte y Resurrección, más será el hombre atraído hacía él. Cuanto más mundana sea la liturgia, más alejado estará el fiel y las pruebas están a la vista.

No hay unidad posible, como se insiste hoy,  en una liturgia que solo busca agradar al hombre y no alabar a Dios, una liturgia de gustos personales del Papa, del Obispo, del cura que celebra o del seglar que prepara la liturgia. Benedicto XVI dio catedra, para él el saludo de la paz debería realizarse en el ofertorio, sin embargo lo mando a estudiar y del estudio se decidió, ya en época de Francisco, en no modificar el momento del Ósculo de la Paz, aunque se pidió se respetaran ciertos puntos para que no se opaque la Partición, ni se modifique el sentido del rito[4], en un documento que no se conoció y mucho menos se respeta.



Misa de Niños, misa de jóvenes, Misa con todos los ritmos que quieran. Misas con voceo, con chabacanería, con gestos que no están en ningún Misal, Misa con aplausos, Misas creativas y siga la lista. De todo como en botica y en algunos pocos lugares celebración de la Misa según el Misal, con canticos no que gustan, no que son viejos o nuevos, sino que corresponden y que están dentro de lo que manda la Iglesia y el Concilio Vaticano II.

Por supuesto que aquellos que son más fieles y usan el canto gregoriano o incluso los fieles rezan o cantan el Kirie, el Gloria, el Credo, el Pater, el Agnus… son “ritualistas”, se quieren quedar en el pasado, “no son fieles al espíritu del Concilio”, como estúpidamente dijo el Episcopado al cerrarse uno de los más valiosos seminarios del país. A veces me pregunto ¿Leyeron el Concilio?

En definitiva, no se trata de alegrar las celebraciones, se trata de celebrarlas con dignidad, se trata de poner en el centro a Cristo y no al hombre. No es cuestión de gustos, no podemos dejar de ir a Misa porque celebran muy mal, hay que formarse y desarmar todas las mentiras en las que muchos fueran formados. No podemos perder la gracia por nuestros gustos, en ese caso deberíamos preguntarnos ¿En que creemos? No le demos el gusto a los progres que tengan razón y demos batalla.

 



[1] Constitución Sacrosantum Concilium 22, 3

[2] Cif. Benedicto XVI El Espíritu de la Liturgia

[3] Comentario de Straubinger al versículo 10 del capítulo 1 de la Carta a los Efesios.

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