Carta a la Nación, Lógicamente no publicada
Sr. director:
El 26 de junio se publica un artículo de María Nöllmann, sobre el
problema vocacional de la Iglesia. Llama poderosamente la atención como la
Iglesia católica sigue siendo objeto de investigaciones en una sociedad que,
según se dice, poco interesan los postulados eclesiales.
Pero dejando esto de lado y antes de referirme al tema específico, debo
aclarar una inexactitud de la nota, cuando refiere al del Seminario de San
Rafael. Si bien es cierto que el seminario diocesano y religioso del IVE
comenzaron juntos, hace muchos años que el Instituto tiene un seminario propio
y que no tiene injerencia alguna sobre el Seminario Santa María, Madre de Dios,
vilmente cerrado.
El tema es muy profundo y hay que ver historia del seminario de Paraná,
su antecesor y el odio garrafal que el ala más progresista de la Iglesia ha
demostrado contra ambos, aunque hemos de decirlo no son los únicos.
Lamentablemente el cierre se logra gracias a la acción de un nefasto personaje
que actúo como Obispo, que hizo posible que el odio progresista lograra el
objetivo, como el nombramiento de algunos Obispos en diversos lugares están
destruyendo seminarios y llevando a diócesis fecundas, la esterilidad de la
pastoral progresista.
En la Iglesia había sublimes instituciones, que el progresismo detesta
y por eso fue lentamente destruyéndolas, cambiando su misión o haciéndola
desaparecer de los ámbitos parroquiales. A otras las entregaron al laicismo,
siendo hoy instituciones a-confesionales, por lo menos en algunos de sus
postulados, en instalaciones de las Parroquias.
Eran instituciones que formaban a los jóvenes no solo en la vida de fe,
sino para su rol en la vida social, dando el testimonio en el mundo, al cual no
pertenecían. El problema excede la falta de vocaciones sacerdotales, alcanza a
la vocación por excelencia de la vida cristiana, que es la santidad en el
estado de vida que Dios nos llame.
No hay matrimonios, mucho menos católicos, no hay dirigentes católicos,
no hay empresarios católicos, no hay médicos católicos, etc. Aclaremos que
cuando decimos “no hay”, hablamos en general. Miren ustedes en diócesis como
San Rafael y otras de su estilo sí los hay. ¿Por qué será?
La causa es el abandono general de la misión de la Iglesia, salvar
almas. No es cuestión de rígidos o blandos, es cuestión de anunciar o no la fe.
Ocupa sin duda un lugar de triste privilegio la desacralización de la
liturgia, que esconde la falta de fe de lo que sucede en el Altar, de lo que
verdaderamente es la Eucaristía. También la confusión sobre la tarea esencial
del sacerdocio, la administración de los sacramentos. Si incide, la
infiltración de degenerados en el ámbito eclesial y un mal manejo de algunas
denuncias, sin dejar de mencionar el manejo ideológico y anticristiano de la
información en muchos medios y las cuestiones políticas que hacen que la
Iglesia Católica sea la destinataria de todos los embates frente a estos
lamentables hechos, como si no existieran en el resto de la sociedad.
Leyendo la nota y viendo los comentarios de algunos que son participes
necesarios de la esterilidad pastoral, es absolutamente claro que nuestros
jóvenes y no tan jóvenes no encuentran la fuerza del llamado del Dios que no
les dice hagan acción social, sino transforme su corazón y el corazón de la
grey que les encargaré y hagan posible que sean santos.
Por último, si los seglares entendiéramos que sin sacerdocio no hay
Eucaristía ni sacramentos, cumpliríamos aquel legado del gran Cardenal
Quarracino en 1997 en Lujan: “No se olviden de rezar por las vocaciones
sacerdotales”.
Gracias
Lic. Marcelo Eduardo Grecco
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