La Predicación Misionera De La Iglesia Desalentada En Karl Rahner P. Julio Meinvielle
Este articulo lo hemos tomado de la pagina www.statveritas.com.ar, (1) y publicado en Agosto de 2009. Su actualidad nos hace republicarlo
Karl Rahner es un teólogo, que ha adquirido
gran notoriedad estos últimos años. Su teología se distingue por su fecundidad
en suscitar problemas cuya solución luego, lejos de satisfacer, produce
malestar. -Su problematicismo sistemático engendra legítimamente escepticismo.
A su vez, este problematicismo denuncia una evidente falta de claros
principios que pueden dejar de ser tales y convertirse en errores si se los
desplaza del lugar que les corresponde y se les asigna un lugar y una
significación preponderante. Tal, por ejemplo, la enseñanza de la Iglesia de
que Dios da la gracia necesaria para la salvación a todo fiel o infiel que hace
lo necesario para salvarse, de acuerdo con el axioma teológico que dice: "Facienti
quod est in se, Deus no denegat gratiam". Al que hace lo que está en
sus manos, Dios no niega la gracia. Esta enseñanza tiene especial
significación para los infieles que no tienen oportunidad de recibir la
influencia del cristianismo. Aunque esta verdad sea manifiesta, como luego
veremos, no hay que asignarle en el plan cristiano de la Iglesia y de la
Salvación un lugar primario como si luego la incorporación a la Iglesia visible
e histórica no fuera tan necesaria y ocupara sólo un lugar secundario o de
supererogación. Porque las cosas se ordenan precisamente al revés. La
Revelación cristiana está toda ella dirigida a exponer el Plan de Dios sobre la
Salvación con la venida de Jesucristo a este mundo y con la fundación de la
Iglesia, como medio necesario para la Salvación. Este es el camino ordinario y
necesario por el que Dios salva a los hombres. A los que sin falta propia no
pueden echar mano de este medio, Dios, en sus misteriosos designios, les ha de
hacer llegar su gracia -gracia sobrenatural- por caminos que sólo El se
reserva, de suerte que puedan salvarse.
Karl Rahner, S. J., ha sistematizado, quizás
con excesiva fuerza, lo que él llama un cristianismo invisible, que
sería efecto de una "consagración de la Humanidad por la Encarnación del
Verbo". "Al hacerse hombre el Verbo de Dios, dice Rahner, la
Humanidad ha quedado convertida real-ontológicamente en el pueblo de los hijos
de Dios, aún antecedentemente a la santificación efectiva de cada uno por la
gracia" (2). "Este pueblo de
Dios que se extiende tanto como la Humanidad"... "antecede a (la)
organización jurídica y social de lo que llamamos Iglesia" (3). "Por otra parte, esta realidad verdadera e
histórica del pueblo de Dios, que antecede a la Iglesia en cuanto magnitud
social y jurídica... puede adoptar una ulterior concretización en eso que llamamos
Iglesia" (4). "Así, pues, donde y en la
medida que haya pueblo de Dios, hay también ya, radicalmente, Iglesia, y, por
cierto, independientemente de la voluntad del individuo" (5). De aquí se sigue que todo hombre, por el hecho de
ser hombre, ya pertenece, radicalmente, a la Iglesia. Esta pertenencia radical
implica una actualidad de pertenencia que no era admitida por Santo Tomás,
quien habló sólo de pertenencia en potencia (6), y
que es la admitida corrientemente hasta aquí por los teólogos. Esta pertenencia
actual, aunque no plenamente desarrollada, da todo derecho para que
consideremos y llamamos "cristiano" a todo hombre por ser hombre.
Si luego este hombre "asume totalmente su naturaleza humana concreta en su
decisión libre" (7), "asume toda su concreta
realidad de naturaleza" (8) y "la incorporación
al pueblo de Dios se convierte en expresión de este acto justificante ”
(9). En Rahner, por consiguiente,
un infiel que sin culpa no pertenece a la Iglesia visible, pero que acepta con
decisión personal, su naturaleza humana concreta (que ha sido consagrada por
la Encarnación del Verbo) no sólo es cristiano invisible, sino que con esta
decisión personal y libre, queda justificado.
Esta opinión de Rahner, S. J., sobre un
cristianismo invisible que podría justificar a un infiel, aunque no
ponga ningún acto de contenido propiamente sobrenatural; es sin duda atrevida y
aunque pudiera ser defendida legítimamente dentro de las opiniones católicas,
no debe ser destacada en forma tal que haga debilitar verdades fundamentales y
primeras de las enseñanzas católicas.
El ardor misionero de San Pablo en la
predicación es una exageración. En "Mision et Gráce" (10), Karl
Rahner, S. J., escribe: "Forzoso es reconocer hoy que nos es imposible
adoptar pura y simplemente el punto de partida de San Pablo. Va de suyo que San
Pablo representa para el cristianismo fiel una norma absoluta. Pero no es
posible a los cristianos, viviendo en el siglo de la Historia de la Iglesia en
que estamos, participar respecto a la salvación de los no-cristianos de las
ideas pesimistas que San Pablo podía tener en óptica religiosa de su tiempo, o
aún de los cristianos del siglo xviii. En el pensamiento de San Pablo los
hombres que no llegaban al bautismo estaban perdidos. Es verdad que San Pablo
no ha enunciado dogma sobre este punto. Pero en la práctica era para él una
evidencia.
"No es posible a los cristianos que
estamos en pleno siglo XX suscribir enteramente esta perspectiva y esta manera
de obrar. Tampoco tenemos el derecho. Un misionero de hoy no puede ya, como lo
estaba un San Francisco Javier, estar animado de esta convicción: «Si me voy a
los japoneses, si les enseño y predico el cristianismo, están salvados, irán al
cielo. Si me quedo en Europa, están perdidos, como están perdidos sus padres
por no haber oído hablar del Cristo y haber muerto sin bautismo»" (11).
"Nuestra conciencia religiosa de
cristianos de hoy es diferente. Nos es difícil pensar que los hombres que no
han oído hablar de Cristo deben condenarse para siempre. No podemos apoyarnos
sobre el dogma para hacer nuestro tal modo de ver las cosas. Sabemos hoy que
existe un cristianismo invisible, en que se encuentra realmente, bajo
el efecto de la acción de Dios, la justificación de la gracia
santificante".
Uno queda admirado o pasmado de la lógica que
exhibe el Padre Karl Rahner, S. J. Porque si "el cristianismo invisible”
de cuya existencia estamos ciertos por "nuestra conciencia religiosa
de cristianos de hoy" (12) nos lleva a apartarnos
de San Pablo que "representa para el cristiano fiel una norma
absoluta", la buena lógica nos había de llevar, en cambio, a revisar este cristianismo
invisible. Sobre todo cuando el argumento central para creer en la salud
de los infieles que no se oponen con su culpa a la recepción de la gracia justificante
nos la da el mismo Apóstol, cuando en la I Carta a Timoteo, dice: "
...Nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan
al conocimiento de la verdad" (13).
Un buen teólogo ha de tener presente la
jerarquía de verdades, la arquitectura del saber teológico, y es claro que la
necesidad salvífica de Cristo, y, por lo tanto, su predicación se antepone a
toda otra verdad, y más a una opinión de algunos teólogos, cual es la del cristianismo
invisible, o anónimo o de incógnito, que, como vemos, están esgrimiendo
más de la cuenta y, por lo mismo, peligrosamente ciertos teólogos
progresistas.
Y la primera verdad católica es que "en
ningún otro hay salud, pues ningún otro hombre nos ha sido dado bajo el cielo,
entre los hombres, por el cual podamos ser salvos" (14).
De aquí que Cristo haya dado mandato de "Id y enseñad a todas las gentes,
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (15). Y en Marcos: "Id por todo el
mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere
bautizado, se salvará, mas el que no creyere, se condenará" (16).
Y que es necesaria la predicación lo dice a
las claras el Apóstol San Pablo: "Pero, ¿cómo invocarán a aquel en quien
no han creído? Y ¿cómo predicarán si no son enviados?" Por consiguiente,
la fe es por la predicación, y la predicación por la palabra de Cristo" (17). De aquí que el Apóstol pudiera exclamar: "¡Ay
de mí si no evangelizara!" (18). Y San Pablo
se expone a toda clase de peligros para cumplir su misión de predicar el
Evangelio (19).
Mal ha de andar la teología de Rahner cuando
todo la lleva a desalentar la predicación evangélica por el mundo. ¿Cómo es
posible que deje de recordar enseñanzas tan perentorias y apremiantes,
claramente expuestas por el Salvador y los Apóstoles, en virtud de una tesis
tan cuestionable como la suya, la del cristianismo invisible? Porque
es cierto, certísimo, y de fe, que nadie se pierde sino por culpa propia y que
Dios ha de suplir de algún modo la condición de aquellos a quienes no llega el
Mensaje de la Iglesia visible. Pero, cómo y por cuáles caminos, si por el del cristianismo
invisible de Rahner o por cualquier otro, nadie sabe nada ni nada dice la
Revelación. Sólo sabemos lo del Apóstol: "¡Cuán insondables son sus
juicios e inescrutables sus caminos! Porque, «¿quién conoció el pensamiento del
Señor? O ¿quién fue su consejero? ... » (20).
Nosotros sólo sabemos que aunque Dios da a
todos y a cada uno la gracia suficiente para salvarse, sin embargo, a T os
reparte más y a otros menos (21) y que en esta
repartición usa también todos los medios humanos, y también nos usa a nosotros,
y hemos de estar dispuestos para cooperar a la difusión del Evangelio. Por
mucho que pueda haber un cristianismo invisible, como lo imagina
Rahner, tenemos obligación y necesidad de trabajar para que el cristianismo
sea visible y bien visible, porque no puede ser sino una
aberración monstruosa la que imagina que un mundo entregado al ateísmo y a la
depravación de costumbres puede florecer en santidad. Porque, aunque Dios sea
poderoso para sacar de las piedras hijos de Abraham (22),
nuestra misión es trabajar para el florecimiento de la salud moral y de la
santidad en el mundo. Porque si nosotros, disponiendo de tantas gracias que
Dios nos manda, somos tan malos, ¿qué han de ser aquellos que viven en un mundo
infiel? Por ello, Pío XI, en la encíclica " Rerum Ecclesiæ ",
llama a los infieles "los más necesitados de todos los hombres",
"nadie tan pobre ni tan desnudo, ni con tanta hambre y sed como aquellos a
quienes faltan el conocimiento y la gracia de Dios", y también caracteriza
a los no-cristianos como "paganos miserables", "hombres
infelices", "privados de los beneficios de la Redención".
P. Julio Meinvielle
Notas:
(1) Tomado del Libro “La Iglesia y el
Mundo moderno – El Progresismo en Congar y otros teólogos recientes”, del P.
Julio Meinvielle, Ed. Teoría, Bs. Aires, año 1966, Cap. IV, pág. 143 y ssgtes.
(2) Escritos de Teología ,
Taurus, Madrid, 1961, p. 89.
(3) Ibíd., p. 89
(4) Ibíd., p. 89
(5)
Ibíd.., p. 90.
(6)
Suma Teológica III, q. 8, a. 3.
(7)
Rahner, Ibíd.., p. 90.
(8)
Ibíd.., p. 91.
(9)
Ibíd.., p. 91.
(10) XX Siècle, Siécle de Grâce , Mame, París, 1962, p. 212 y
sgtes.
(11) Ibíd.., p. 214.
(12) Ibíd.., p. 214 y 215.
(13) I Tim. II, 14.
(14) Hechos IV, 12.
(15) Mt. XXVIII, 19.
(16) Mc. XIV, 15.
(17) Rom. X, 14-17.
(18) I Cor. IX, 16.
(19) II Cor. Cap.
11-12.
(20) Rom. XI, 33.
(21) S. Pablo, Ef. IV, 7-12.
(22) Mt. III, 9.
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