¿Sorpresa?

 



Muchos, a lo largo de estas largas semana se mostraron sorprendidos por el nombramiento del actual Arzobispo de La Plata como Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Hasta el mismo monseñor Fernández dijo estar  “sorprendido”, en la carta que envió a su Arquidiócesis, permítanme que no le crea, lo esperaba, lo anhelaba.

Los que venimos siguiendo la realidad eclesiástica argentina desde hace ya muchos años, no nos ha sorprendido temible nombramiento y no nos asombra porque lo veíamos venir desde hace tiempo, aunque teníamos la esperanza de que la cordura se apoderada del Romano Pontífice, lo que no ocurrió y ni ocurrirá.

El Papa tiene un encantamiento personal con Fernández y este con el Papa, no hacemos, aclaramos, referencia a ninguna relación que pudiera resultar escandalosa, sino simplemente a una admiración mutua que no les permite ver los desvíos de cada uno. Por este encantamiento hay en Francisco o Bergoglio, como vosotros queráis, un capricho y una sed de venganza que sumado al ansia de demostrar poder que ha llevado, desde el comienzo de su Pontificado, a tomar decisiones sobre los destinos eclesiales de monseñor Fernández. Traerlo como profesor en el seminario, sus alumnos no tienen muy buenos recuerdos, ponerlo en la UCA a pesar de tener excelentes sacerdotes de la misma Universidad para cubrir el puesto de Rector, llego como decano “votado por sus pares”, dicen ambos en la carta del nombramiento, lo cual nos inspira más dudas sino hubo alguna presión del entonces Arzobispo porteño. Ante ese nombramiento, La Congregación de la Doctrina de la Fe y la de Educación Católica se opusieron durante un tiempo a su designación como Rector. Pronto el Cardenal Bergoglio, vaya a saber con qué artimañas, logró semejante locura.



Los medios y periodistas oficiosos de Francisco se ocuparon sistemáticamente de dejar claro que Fernández era el escriba e intérprete del Papa. En la historia sabemos que los documentos papales siempre tienen la ayuda de otras personas, Pío XI la del Cardenal Pacelli y Juan Pablo II la del Cardenal Ratzinger, pero nunca se dijo tan explícitamente, nunca se lo publicito tanto. Era como un subtítulo: “Monseñor Fernández Rector de la UCA y escriba del Papa”. Estamos convencidos que es así, que hasta vemos la pluma epistolar del neo cardenal en la misma carta, excepcional, en que lo nombra en el Dicasterio de la Fe, casi calcada con la carta del arzobispo a los fieles platenses. Todo esto tenía un solo desafío imponer a Fernández como un gran teólogo y digno de una purpura, para eso había que darle una diócesis y no tuvo mejor idea que reemplazar con su “preferido” al enorme monseñor Aguer, cortando una tradición de grandes arzobispos al frente de la Arquidiócesis Platense, destruyendo un seminario y arrasando con todo, incluso hasta con la vida de un sacerdote a quien volvió a exponer al escarnio público de tal manera que lo llevo al suicidio. No podemos olvidar la última jugada destructiva, en comunión con García Cuerva flamante arzobispo porteño, contra una gran obra misionera como la de Miles Cristi. 



Pero para Francisco eso son las palmas para el “ascenso” eclesial, según su pobre capacidad de visión. Para Él, el carrerismo eclesial que gusta denostar, tiene como excepción a su “protegido” el Tucho y García Cuerva y algunos de los tantos auxiliares que ha nombrado sin sentido y sin necesidad, con el solo propósito de hipotecar el futuro del episcopado argentino. “En los nombramientos de párrocos, Obispos y demás cambio los escalafones por sus escalafones de vinculación afectiva con su persona”, me decía alguien que se “resistió” en tres oportunidades a formar parte de ese clan afectivo. Otra persona de gran valía me decía que nombraba algunos curas jóvenes para ejercer cierto dominio sobre ellos. Quienes se resistían sufrían el escarnio en destinos donde no podían ser totalmente fieles, aunque algunos se santificaron e hicieron mucho bien en esos destinos. Bergoglio en su gobierno, me dice alguien a quien no se le puede poner en las filas de los “indetristas” según el discurso franciscano, “lo único que trajo fue división, confusión, maltrato y egoísmo” y Fernández es considerado uno de los “caniches”, no le da el pine para raza superior, a quien manda a ladrar en su nombre. 

Monseñor Fernández vs Benedicto XVI 

Alguna de las estupideces que escuche es que el Trucho (perdón Tucho) “es el Ratzinger de Francisco”, comparando la relación entre Juan Pablo II y el Cardenal Ratzinger, veamos las grandes diferencias. En primer lugar, Juan Pablo II y el Cardenal Alemán se conocieron durante el Concilio Vaticano II donde ambos colaboraban, uno ya como Obispo, el otro como sacerdote colaborador de uno de los Padres Conciliares. Ambos hombres de un exquisita inteligencia y sabiduría, solo se llevaban siete años y ninguno dependía del otro, las responsabilidades eclesiásticas que ambos tuvieron se debieron a la formación y al trabajo intelectual y pastoral que ambos tuvieron. Cuando Juan Pablo II lo llamó a Roma no fue para tener a alguien que fuera un calco suyo, sino para que le ayudará a conservar el tesoro de la Fe, a pesar de sus propias ideas, porque como lo han repetido ellos no predicaron su palabra o su pensamiento en lo esencial sino el de Cristo y el de la Iglesia en sus dos mil años de historia. La principal prueba de ello es que luego de pasar por la terrible realidad de la segunda guerra mundial, seguramente no era su voluntad aprobar la pena de muerte, sin embargo, no tuvieron reparos de poner no “su doctrina” sino la de la Iglesia, aunque desaconsejaren su aplicación. No la borraron de un plumazo, esta no puede borrarse por un motu proprio, como acaba de ocurrir y ya se anunció que puede cambiar el catecismo en temas morales, uno de los más hermosos regalos que nos dejaron Juan Pablo y Benedicto. La otra gran diferencia es que no hay carrerismo en Juan Pablo y Ratzinger y si lo hay en Bergoglio y Fernández, del primero se ha nutrido el segundo, que no hubiera llegado hasta aquí sin la ayuda del primero y este no hubiera accedido a más responsabilidades sin sus encantamientos serpentinos y acuerdos espurios que le están llevando a “destruir” la Iglesia. 




Alguna de las estupideces que escuche es que el Trucho (perdón Tucho) “es el Ratzinger de Francisco”, comparando la relación entre Juan Pablo II y el Cardenal Ratzinger, veamos las grandes diferencias. En primer lugar, Juan Pablo II y el Cardenal Alemán se conocieron durante el Concilio Vaticano II donde ambos colaboraban, uno ya como Obispo, el otro como sacerdote colaborador de uno de los Padres Conciliares. Ambos hombres de un exquisita inteligencia y sabiduría, solo se llevaban siete años y ninguno dependía del otro, las responsabilidades eclesiásticas que ambos tuvieron se debieron a la formación y al trabajo intelectual y pastoral que ambos tuvieron. Cuando Juan Pablo II lo llamó a Roma no fue para tener a alguien que fuera un calco suyo, sino para que le ayudará a conservar el tesoro de la Fe, a pesar de sus propias ideas, porque como lo han repetido ellos no predicaron su palabra o su pensamiento en lo esencial sino el de Cristo y el de la Iglesia en sus dos mil años de historia. La principal prueba de ello es que luego de pasar por la terrible realidad de la segunda guerra mundial, seguramente no era su voluntad aprobar la pena de muerte, sin embargo, no tuvieron reparos de poner no “su doctrina” sino la de la Iglesia, aunque desaconsejaren su aplicación. No la borraron de un plumazo, esta no puede borrarse por un motu proprio, como acaba de ocurrir y ya se anunció que puede cambiar el catecismo en temas morales, uno de los más hermosos regalos que nos dejaron Juan Pablo y Benedicto. La otra gran diferencia es que no hay carrerismo en Juan Pablo y Ratzinger y si lo hay en Bergoglio y Fernández, del primero se ha nutrido el segundo, que no hubiera llegado hasta aquí sin la ayuda del primero y este no hubiera accedido a más responsabilidades sin sus encantamientos serpentinos y acuerdos espurios que le están llevando a “destruir” la Iglesia. 

Una diferencia notable, es una gran virtud que la dupla que gobernó la Iglesia, entre fines del siglo pasado y principio de este, tuvo y no hizo alarde de ella, es la humildad. En cambio, esta dupla hace alarde de un humildismo que demuestra su carencia total de humildad, por el contrario, les gana la soberbia y el ansia de poder. Para muestra baste que el nuevo Prefecto dio más entrevistas en una semana, aún antes de asumir, que su antecesor en todo su mandato. 

No sé a quién se le puede ocurrir comparar estas duplas, en tal caso solo se puede contraponerlas. Una es fiel, humilde y santa; la otra raya la herejía, es soberbia y demasiado mundana.

Un nombramiento no deseado pero esperado 

Hace un tiempo el neo perfecto ya se quejaba en la defensa de la fe, frente a los católicos que veían los desvíos papales mostró todo su resentimiento hacia la Congregación de la Fe “Ahora muchos católicos pueden tratar irresponsablemente a Francisco de hereje o de cismático, sin que les llegue siquiera un pedido de aclaración desde el Vaticano. Pocos años atrás recibíamos sanciones graves por mucho menos”, habrá que aclarar que muchos de lo que habla, tienen suficientes fundamentos no sé si para tratar de hereje o cismático directamente, pero sí de promover la herejía y el cisma, hoy se evidencia con el Sínodo, al que el nuevo prefecto debe cuidar que sea fiel a lo que enseño Francisco, no lo que enseño la Iglesia, “es que tengo que procurar que las cosas que se digan también tengan coherencia con lo que nos ha enseñado Francisco”. Quizás el nuevo prefecto pueda responder a los Cardenales que escribieron la Dubia por Amoris laetitia, que Francisco se ha negado a responder sistemáticamente. 

Fernández escribe en su propia carta de nombramiento, con la firma de Francisco, que no va a llamar la atención de nadie y que cualquier teólogo va a poder decir lo que quiera ¿será así, o solo será para aquellos que no defiendan la Fe de la Iglesia, fustigando a los que la defiendan? 

El nuevo Prefecto en estos días se ha dedicado a reafirmar que lo que la Iglesia tiene que ver es el lenguaje de Francisco, que no es por cierto el lenguaje de la Iglesia, por ejemplo, en temas morales como la homosexualidad o lo que ya dijimos de la pena de muerte. Tampoco va a dejar de analizar las bendiciones a las parejas homosexuales, siempre que no se confundan con el Sacramento dice…. Estamos en el horno, literalmente. Vienen tiempos muy difíciles en la Iglesia, tiempos de confusión doctrinal, ya lo vivíamos en los últimos ciento veinte años, pero teníamos el faro en Roma que nos iluminaba, que advertía sobre los errores, la Iglesia era Madre y Maestra. Hoy es ella, la Iglesia de la publicidad, la que nos confunde y eso es muy grave y vendrán tiempos peores, con estos pastores. 

Lamentablemente desde aquel 13 de marzo de 2013 teníamos en nuestro interior hacia dónde íbamos, aunque esperábamos la intervención del Señor que por alguna razón ha permitido semejante desquicio eclesial, por eso ya nada nos sorprende.  

En este caso tampoco nos sorprende el nombramiento de monseñor Fernández, que desde aquel día se acomodó para recibir la purpura, algunos lo esperaban en Buenos Aires, pero no fue nunca el deseo del Papa, poco daño haría y el clero porteño no lo tragaba mucho al cordobés. Ya hace muchos años se viene barajando la posibilidad de que el “protegido” del Papa fuera a Doctrina de la Fe. El año pasado, tras la espuria contra el Cardenal Poli para que renunciara, Francisco le dijo al arzobispo platense que se quedaría un tiempo más en la Plata. Lo tenía in pectore, pero, sin duda, había ciertas oposiciones de algunos cardenales y hasta del mismo Benedicto XVI. Muerto el gran Papa emérito, el Cardenal Pell y disminuida las contras, con el Sínodo encima y el final del pontificado a las puertas le era necesario poner sus alfiles en puestos claves, para perpetuarse y perpetuar los males que están dejando a la Iglesia. Es significativo que le haya llamado cuando estaba internado, quizás los médicos dieron el diagnóstico y por eso la acelerada, “el tiempo se acaba”, aunque siempre está en manos de Dios. 

Nosotros esperamos que pasado este temporal quede, algo de cordura en Roma y vuelva a su cauce la Iglesia, vuelva a ser Madre y Maestra. 

Algunos nos podrían decir “donde está Pedro, está la Iglesia”, doctrina a la que adhiero siempre que quien ocupe la silla de Pedro, esté con Pedro y no se quiera tirar a la basura dos mil años de Magisterio continuado y fiel y que solo sea válido el pensamiento del Papa reinante.  “No sería el lenguaje de Francisco”, ha dicho el neo prefecto sobre la expresión del catecismo en relación a la homosexualidad. Se llenan la boca hablando de la autorreferencialidad y cuando uno va a los documentos, homilías o cartas solo se ve citas propias de este pontificado, recuerda que la mejor enseñanza es el ejemplo, pero parecen que no lo saben. 

El problema es quien rompe con la tradición, quien insulta la tradición, quien quiere juzgar con ideas no católicas las acciones de la Iglesia de ayer, porque no se bancarían el “costo humano” o “político” como queráis de hacer las cosas bien y hacer las cosas bien no es según la mirada humana sino teniendo el bien común sobrenatural de los hombres. Yo estoy con Pedro y con el Magisterio de la Iglesia ¿ellos están allí? 

Supla la Gracia la deficiencia de la pluma.


Marcelo Eduardo Grecco

Director

El Caballero de Nuestra Señora


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