Perfil Sacerdotal
Hace diez años lo escribimos pensando en un santo sacerdote que llegaba a sus ochenta años y que buscando mejor pluma para homenajearlo había pedido que no lo hiciéramos, lo hicimos sin hacerlo y quien fue su vocera, en esta decisión, nos dijo es él. Hoy, por gracia de Dios, llega a sus noventa. Le hicimos algunos ajustes pero no lo mencionaremos para respetar aquella voluntad y además aprovechamos porque también hay muchos rasgos de un gran sacerdote a quien deseamos también homenajear en este mes quien inicia un nueva década de su vida. A ambos y a todos los sacerdotes y seminaristas, en especial quienes están sufriendo persecución, los encomendamos a San José y a la Santísima Madre de los Sacerdotes. r
Si tuviéramos que definir un perfil del sacerdote seguramente destacaríamos algunas características que desde nuestra mirada seglar valoramos y necesitamos de nuestros pastores, a la vez que seguramente destacaríamos aquello que brilla en los pastores que Dios puso en nuestro camino y que fueron y son nuestros guías en el peregrinar de esta vida.
Aquella primera
característica que ha de tener todo cristiano y con más razón un sacerdote es
la virtud de la humildad. Virtud mal entendida por muchos como la virtud del
apocamiento, sin embargo esta virtud reside en el reconocimiento de nuestro ser
y de la obra de Dios en nosotros. De algún modo la virtud de la humildad en el
sacerdote se manifiesta justamente en la asunción plena de su sacerdocio.
Sacerdocio que no le ha llegado por merito, sino por don y gracia. Una de los
errores del último medio siglo es creer que el sacerdote es humilde cuando se
despoja del sacerdocio, porque de esta manera no estaría mostrando ni
enrostrando el “privilegio” de ser sacerdote. Nada más estúpido, ni mas falto a
la humildad que eso, pues aquel que vive en medio del rebaño confundiéndose con
él en definitiva rechaza a Dios y a su misión, el pastor ha de estar en medio
del rebaño pero sin confundirse, no por casta, sino por misión. La misión del
sacerdote, que no es otra que aquella que Cristo mismo le dijo a Pedro y que
repite hoy a cada sacerdote, que unido a Pedro ejerce el don del sacerdocio: “Apacienta
a mis ovejas”
En este sentido
una de las situaciones más visibles de este despojo ha sido y es el abandono
del habito sagrado, pero lejos de ser un símbolo de humildad por el contrario
es una expresión de la soberbia de quien desprecia su misión y también
desprecia todo aquello que implica el uso de sus vestimentas clericales, amen
que de la simpleza de la sotana pasamos a los pantalones y zapatillas de marca,
que lejos de ser humildes muchas veces son ostentación.
La santa sotana
y el traje clerical representan para los laicos la presencia de aquel que
segregado del mundo, ha sido puesto en medio de nosotros para auxiliarnos y
conducirnos a la Casa del Padre. Dentro de las excelencias de la sotana se
encuentra justamente que ella representa la humildad y con ella el sacerdote no
solo recuerda al mundo su sacerdocio, sino que fundamentalmente se recuerda así
mismo quien es y cuál es la inmensa misión a la que fue llamado y que con
generosidad ha respondido. Además es también signo de la pobreza evangélica,
que sin hacer votos solemnes todo sacerdote es llamado a vivirla.
Además los
seglares reconocemos mejor al pastor, pues no pasa desapercibido quien va con sotana
o traje clerical negro, Aquel que si usa
la vestimenta sacerdotal da su
testimonio y ese testimonio conjuntamente con su presencia, no oculta, nos
ayuda a fortalecernos en la gracia que necesitamos para el Cielo.
Para los
retractores de la sotana que asegurarán sueltos de cuerpo que el habito no hace
al “monje”, ni hace al santo, pero ciertamente ayuda a la santidad del “monje”
y también de muchos seglares que al verlo le pedirán los asistan en la
reconciliación con el Señor..
De la humildad
surge también la obediencia a la Iglesia y a su Magisterio, obediencia que no
es obsecuencia y si manifestación de aceptar la voluntad de Dios que se expresa
por sus superiores. Obediencia que se expresa fundamentalmente en una
predicación fiel al Evangelio, a la tradición y al Magisterio siempre vivo y
peremne de la historia.
Humildad que se
hace caridad, caridad perfecta porque es el sacerdote quien en nombre de Cristo
apacienta al rebaño y se desvela por él. Por eso la caridad del sacerdote se
manifiesta en su pastoral, una pastoral que tenga en el centro de su ministerio
el bien de las almas, mas no cualquier bien sino el verdadero y único Bien, que
es Cristo mismo. Busca que todos aquellos que le son encomendados, tengan a
Cristo como último Fin. Ciertamente el sacerdote no puede dejar a sus fieles
abandonados en una búsqueda errónea de ese Bien, que es, como dice el poeta, la
causa para la que hemos nacido. Por eso la caridad del sacerdote se hace
oración, sacrificio, predica certera enseñando las escrituras en unión con el
Magisterio, iluminando los corazones y alertando sobre los peligros del mundo,
el demonio y la carne, dando a su vez las armas para el combate espiritual en
el que toda alma se enfrenta a sí misma en pos de aquel Fin a la que ha sido
llamada.
La caridad del
sacerdote se hace Luz en el Bautismo; Misericordia en la Confesión o
reconciliación; arenga victoriosa para el soldado de Cristo en la
Confirmación; entrega y sacrificio en la
Eucaristía; acompañamiento paternal y consejo cierto en el matrimonio;
hermandad fraterna con aquellos que han sido llamados a la misma misión,
consuelo y esperanza de salvación en la Unción de los enfermos.
La caridad del
sacerdote se hace desvelo porque todos y en el menor tiempo posible reciban la
gracia del Bautismo; se hace horas de silencioso y oculto confesionario
absolviendo en la persona de Cristo; se hace celebración fiel y piadosa,
ofrecimiento y entrega en cada Misa; se hace predica clara de los designios de
Dios para los esposos, acompañamiento de padre y pastor en los momentos de
alegría, de turbación y de dolor; se hace encuentro fraternal, alegría por la
gracia, dolor por el pecado, consejo y servicio para sus hermanos sacerdotes;
se hace disposición, camino sin horario para aquel que en el lecho de enfermo
con o sin peligro de muerte necesita de los auxilios de la santa religión,
acercándoles, con premura, la misericordia del perdón, el oleo santo y el
alimento de la verdadera Vida a todos aquellos que lo necesiten.
La caridad del
sacerdote se hace oración y sacrificio por el bien de las almas.
La caridad del
sacerdote se manifiesta en la justicia, sin la cual no hay caridad, cuando
ayuda a los más débiles y frágiles que no son solo los que no poseen bienes
materiales sino somos muchas veces cada uno de los hombres cuando descarriados
de nuestros caminos necesitamos que nos pongan en su lugar y nos vuelvan al
camino, que “sin bajarse del caballo, nos estiren la mano y nos suban al
galope”.
Humildad,
caridad y justicia, en definitiva rasgos de un pastor que nos conduce con sus
manos consagradas hacia el Buen Pastor y a los pastos verdes que Cristo nos
prometió.
Y estas tres virtudes sacerdotales, el sacerdote las toma de Cristo, pero las aprende en la "escuela de María", a quien venera, con quien conversa, a quien le encomienda todo su sacerdocio y en el Taller de San José que incansablemente le enseña como se debe tallar el alma en estas tres virtudes trascendentales.
He aquí un
pequeño perfil sacerdotal, roguemos por cada uno de ellos, en especial por
aquellos venerables pastores que nos guían con su testimonio y acción pastoral las
verdes praderas de Cristo, camino, verdad y vida.
Supla la Gracia
la deficiencia de la pluma
Marcelo
Grecco
Versailles,
junto a la Virgen de la Salud
14 de
septiembre de 2010
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