PÉSIMA NOTICIA. por B. Montejano

 Ante las tristes noticias, aunque esperadas en este desgobierno eclesial, hacemos nuestras las palabras del Dr. Montejano, aunque seguramente volvamos a expresarnos sobre el particular de una manera más profunda. 



Nos enteramos de que las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará han sido comisionadas y que por tres años no pueden recibir nuevas postulantas. Y como no queremos volvernos locos, para conservar nuestra cabeza con cierta lógica, debemos comentar la pésima noticia.

Hasta el cardenal Cupich se ha quejado de la escasez de vocaciones juveniles, pero su mentor y jefe, con una medida arbitraria, suspende por tres años los ingresos en la rama femenina del Instituto del Verbo Encarnado, donde se multiplican las mismas, o sea, hace imposible lo que su lacayo desea.

Pero, nos preguntamos ¿qué atrae y convoca a nuevas vocaciones? La ejemplaridad de otras monjas, su vida religiosa en serio, su pobreza y su austeridad, su presencia en los lugares más difíciles y peligrosos, Gaza, Alepo, Ucrania y a la vez, su sana alegría, su sonrisa, su felicidad, incluso terrenal, por haber encontrado una dirección y un lugar para caminar, en línea recta, hacia la vida eterna.

Tengo muchos recuerdos, todos muy buenos, de las Servidoras; recuerdo un día en San Rafael, un incidente en una casa religiosa destinada a vivienda de ancianas y mujeres, a veces violentas, que no se encuentran en pleno goce de sus facultades mentales. Una interna había agredido a otra mujer de edad avanzada y había costado sujetarla. Enterado, al día siguiente, le pregunté a la madre a cargo de la residencia, ¿cómo había estado la noche? Con una sonrisa angelical me contestó con una palabra: “Movida”.

Un día, estábamos en Roma, y en la Procura de las Servidoras, la superiora, holandesa, me invitó una tarde a pronunciar una conferencia. Al concluir, me convidó a la Misa del día siguiente: “Viene con el capellán, después de la Misa desayuna con nosotras y luego lo llevamos a dónde usted quiera”, fueron sus palabras.

Desde ya, que acepté el convite y después de un buen desayuno, le recordé su promesa, con lo cual advirtió su imprudencia y me dijo: “No pretenderá que lo llevemos a Nápoles”. No se preocupe madre, le contesté; sólo quiero ir a Bolsena, menos lejana, pero tampoco tan próxima, para recordar el milagro eucarístico. Y allí fuimos con dos monjas, pasando un día extraordinario, que incluyó una visita a Asís, ciudad de derecha, como decía mi recordado amigo Claudio Finzi, en la cual, los únicos zurdos eran los monjes.

En los últimos años, tres monjas, una de las cuales cambió de congregación, disertaron en el Instituto de Filosofía Práctica, una que vino desde La Plata, en un curso acerca de la humildad, otra relatando su experiencia en Alepo, Siria, y la tercera, comentando su magnífico libro acerca de santa Juana de Arco.

Después he visto y conversado con alguna servidora en Buenos Aires, en el Carmelo de Amenábar, en la Iglesia de Nuestra Señora de Luján castrense y en la benedictina Capilla del Santo Cristo, como siempre con su hábito riguroso y con la preciosa cruz que llevan y tenemos en nuestro escritorio.

No puede faltar en esta reseña nuestra gratitud a la Madre María de Pentecostés, cuya ayuda nos sostuvo en momentos muy difíciles. Recuerdo que estuve en San Rafael para sus votos y como no había pasajes en la clase turista, por única vez en mi vida, viajé en primera; y el comentario de mi mujer: “Mucho debes querer a esa monja, para que viajes en primera, con lo que cuesta”

Hoy esa monja sigue en Islandia, soportando su frío, pero, estoy seguro, con la alegría de servir. Gracias al avance de las comunicaciones, hoy se enterará de que nuestro cariño y gratitud permanecen intactos. Esa isla está muy lejos de san Serapio de Azul, de la estancia San Joaquín donde estoy viviendo, pero nos une, para decirlo en palabras de Saint-Exupéry: “mirar juntos en la misma dirección”.

Las Servidoras hoy están derramadas por todo el mundo e incluso en los lugares más peligrosos y el papa Francisco es testigo de esta realidad, comprobada por sus propios ojos durante sus numerosos viajes.

Ellas lo acogieron como vicario de Cristo en sus visitas, sin el más mínimo resentimiento. No se acordaron de la prohibición de residir en Buenos Aires cuando era arzobispo, ni de la persecución a su fundador el padre Buela, ni del comisariato del IVE a cargo de esa máquina de trabar y obstaculizar llamada Santos y Abril y Castelló, que molesta con sus casi 90 años, sin que lo jubilen.

Ellas le mostraron a la Virgen de Luján llevada a los lugares en los cuales viven y también la presencia de esa patria argentina común, que él no visita, desde los comienzos de su pontificado.

Ahora, en retribución reciben un castigo. Pero Dios que todo lo ve y lo juzga, que no hace acepción de personas, le dará a cada uno lo suyo.

Ya ha recibido lo suyo el padre Carlos Buela, quien, en contrapeso de sus pecados y miserias, ha presentado ante Dios esta obra maravillosa que son el IVE y las Servidoras, con sus ramas contemplativas que trabajan y rezan todos los días por todos nosotros, en el espíritu de San Benito.

Esta obra maravillosa, repetimos nosotros, que no pertenecemos al IVE, excelente embajada argentina oficiosa ante muchos países del mundo, que además de la Virgen de Luján y de nuestra bandera, ha hecho conocer la figura y la obra del padre Julio Meinvielle, cuya muerte dejó un vacío cultural imposible de colmar en el catolicismo argentino.

Es la hora que ante tantos silencios clericales y episcopales, ante tantos “perros mudos”, los laicos tenemos el deber de hablar y protestar ante las injusticias que se repiten en el seno de nuestra Iglesia.

Que Dios nos ayude, bendiga al IVE y fortalezca a las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará en esta nueva prueba.

Estancia San Joaquín, enero 12 de 2025.       Bernardino Montejano

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