Bodas de Oro Sacerdotales de un Pastor Fiel




 Ayer 25 de noviembre volví a mi querido barrio de Mataderos, en el que serví en las telecomunicaciones de la barriada histórica de Buenos Aires. Volví a la querida Iglesia de Santa Margarita Gorretti, que conocí hace muchos años gracias a la familia Sánchez. Esta Parroquia forma parte de un barrio construido por la Unión Popular Católica Argentina, entidad fundada a principios del siglo XX en Argentina y que llevo adelante obras fundadas en la verdadera Doctrina Social de la Iglesia, este barrio de una manzana y de hermosas casas inaugurado en 1924, es obra de la gran colecta nacional y de la donación del Barón Nicolás Mihanovich,  en los terrenos donados por Antonio Leloir y su esposa. Una muestra más del gran del bien que se logra cuando se evangeliza a los que más que poseen y no se los abandona a su suerte como viene ocurriendo hace muchos años, bien dice el padre Sato “La conversión profunda, llega a lo profundo del bolsillo”.





Perdonen esta necesaria introducción para ubicarnos y ver el inmenso bien que ha hecho la Iglesia en lo social desde siempre, incluso antes del Concilio Vaticano II y sin reducir la doctrina. Allí fuimos, porque hace cincuenta años recibió la ordenación sacerdotal un joven que había crecido en la fe, se había acercado al espíritu de la liturgia siendo monaguillo y formado en la Doctrina cristiana en la gloriosa Acción Católica. Aquel joven que además de chico pudo comenzar a vivir la fe desde la vida los santos, las lecturas espirituales y con el gran Padre Julio Menvielle introducirse en el Magisterio perenne y siempre recomendado por la Iglesia en su Magisterio, de Santo Tomas de Aquino. Ese joven dijo Sí al llamado y aquel joven fue conservado en la perseverancia en el ministerio durante cincuenta años y por gracia de Dios, para él y para nosotros fue elevado a la dignidad episcopal y es hoy uno de los pocos que nos confirman en la fe desde el magisterio en medio de la turbulencia.

Aquel joven que nació en el populoso barrio de Mataderos y creció en la fe en la parroquia Santa María Gorretti, santa de la pureza por excelencia, es hoy nuestro querido Monseñor Héctor Aguer, quien con la “carrocería averiada, pero el motor andando bien”, como gusta decir, se llegó a su parroquia de origen para celebrar sus Bodas de Oro sacerdotales. Muy poca gente por cierto y menos sacerdotes, dos fieles sacerdotes jóvenes y colaboradores, uno mayor cuyo nombre desconozco y el párroco Martín Bustamante concelebraron la ceremonia, gente de la comunidad y un grupo que intuyo eran familiares, un correcto coro. Los desagradecimientos de este mundo serán premiados en el Cielo.



 Monseñor subió con dificultad al Altar, con la ayuda de estos sacerdotes y permaneció sentado cerca del Altar ya que su salud no le permite estar mucho tiempo parado. Canto entonces la Misa, como se hacía entonces para las solemnidades, lo que dio a la celebración un marco acorde al gran acto litúrgico que se celebra en cada Misa.


El padre Cristian Viñas leyó el Evangelio y luego Monseñor Aguer dirigió una hermosa y profundísima homilía que podes verla completa en el link que te dejamos más abajo, del canal Matadero TV.

Se ocupó al principio de la vocación al sacerdocio, como se descubre y la importancia de los otros sacerdotes y su correcta vida sacerdotales que lleva al candidato a plantearse “quiero ser como él”, porque aquel sacerdote inspira y refleja a Cristo el Buen Pastor. Aclaró que la vocación no es al episcopado, sino al sacerdocio y puede o no darse ese llamado especial de la Iglesia al servicio en la plenitud del sacerdocio donde el Obispo mira más de arriba. Este “mirar desde arriba”, entiendo yo puede causarles escozor a los ahora “padres obispos”, pero es una realidad más profunda que tiene que ver con el gobierno, que es el principal servicio del Obispo, pero que no tiene marketing en esta iglesia de la publicidad que estamos viviendo.

 Monseñor hizo un recorrido por el camino de su seminario y las distintas órdenes que había en aquel entonces y el sacerdocio. Recordaba los años vividos en plena época de turbulencia eclesiástica por el Concilio Vaticano II y las discusiones entre aquellos que buscaban un aggiornamiento abandonando la tradición y el Magisterio vivo de la Iglesia y aquellos que querían ser fieles al tesoro Magisterial de la Iglesia, esas discusiones de los padres conciliares se levaban “al comedor” del seminario. Monseñor da gracias por haber sabido elegir por la fidelidad al tesoro de la tradición y del magisterio, podríamos decir  la continuidad y no la ruptura, la Iglesia de siempre y no la nueva iglesia que se quiere crear. Conocemos que esta elección en monseñor y en tantos otros sacerdotes les ha hecho muy difícil la vida del seminario y su ministerio sacerdotal.

Conto su derrotero sacerdotal primero en el primer escalón del orden, como diacono en la Parroquia San Isidro Labrador, cuyo párroco fue monseñor González (1961-2005) con quien siguió ligado muchos años y según confió hace poco, fue quien lo propuso al Cardenal Quarracino para Obispo Auxiliar. Luego estuvo en dos parroquias de Buenos Aires (inmaculada Concepción de Belgrano y San Pedro Telmo), de los que guarda “preciosos recuerdos”,  hasta que fue convocado por Monseñor Bozzoli para integrarse a la nueva diócesis de San Miguel, donde sirvió fundamentalmente en la formación sacerdotal. De esta etapa sacerdotal habla profundamente de su propia formación con el objetivo de brindar a los fieles la formación más completa posible. También analiza la función del sacerdote en los sacramentos, en especial en el sacramento de la penitencia, sacramento que ha valorado. Dice monseñor, “siempre he apreciado el confesionario, desde ese ámbito de misión se puede percibir la obra de la gracia que modela las almas y las levanta del pecado”. Se detiene aquí, para iluminarnos sobre como la misericordia a veces obliga al sacerdote hacer diferir la absolución en la búsqueda verdadera de la contrición del penitente que no solamente se arrepiente con sinceridad por amor a Dios, sino que tiene el propósito firme de no pecar más, remite monseñor al catecismo sobre este tema que lo trata en el punto 1451: “Entre los actos del penitente, la contrición aparece en primer lugar. Es "un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar" (Concilio de Trento: DS 1676).” Contrapone monseñor esta actitud de misericordia y caridad de los sacerdotes al buenismo que es dañino para las almas, esto lo afirmo yo. Se horroriza, como debe hacerlo todo sacerdote de bien y fiel laico correctamente formado a las últimas declaraciones de las altas esferas donde se trata de “delincuente” o “criminal” al pastor que en conciencia, difiere la absolución. Lo pensaba estos días y me decía si en alguna oportunidad en que me encontré con este buenísmo en el confesionario, no hubiese sido mejor a mi vida espiritual un “rígido” o un corrimiento de la absolución para mejor preparación.



Siguió monseñor con la acción sacerdotal del sacerdote en la Misa, donde ha de ser Cristo mismo y vuelve sobre el manoseo que tantas veces ha denunciado, que se ha hace a la sagrada liturgia sin que nadie haga nada y yo agrego que se destruya lo que algunos fieles Obispos han realizados en sus diócesis y que luego de su corrimiento con o sin justificativos y al asumir el sucesor lo borre de un plumazo, cumpliendo el objetivo que le dieron desde Roma o desde la CEA.

 “Desde mi primera Misa hasta hoy celebre con el Misal de Pablo VI”, nunca ha celebrado la Misa conocida como Tridentina, sin embargo ha intentado siempre hacerlo con la mayor piedad posible. Nos hemos formados con esta belleza en la liturgia por eso no entendemos el manoseo, como dice monseñor, el desparpajo que se hace sobre la Sagrada Liturgia y el odio visceral a la celebración con dignidad de la Santa Misa. Al fin y al cabo las consecuencias del desastre, a nivel pastoral están a la vista de quienes quieren verlas. Me rectifico lo entendemos cuando entendemos la lógica progresista, que nada tiene que ver con la misión de Cristo.

Como ustedes lectores amigos tendrán la oportunidad de escuchar completamente la homilía, vayamos al final de la misma donde hubo un pedido de misericordia por los pecados y errores que pudo haber cometido durante su ministerio y la mención a la Santísima Madre de Dios, quien siempre lo acompaño y espera lo siga haciendo.




Finalizado el Sacrificio de Acción de Gracias, pudimos acercarnos a saludarlo, en primer lugar lo hizo un niño que entendemos debe ser un familiar, a quien le demostró un gesto de cariño enorme y se pudo ver el rostro alegre de monseñor, nos vino enseguida el mensaje del Señor “Dejad que los niños vengan a mí”.

Luego, en fila nos fuimos acercando y tuvimos el honor de besar el anillo de monseñor, gesto que parece escandalizar a los obispillos modernos, pero que está muy lejos de ser un culto a la persona, sino un acto devoción al ministerio en el que, “sin mérito alguno”, ha sido revestido. Luego de este acto piadoso hacia el episcopado de Héctor Aguer, pudimos saludarlo y asegurarle nuestro cariño y oración a la Madre de la Salud por él, agradeciéndole que nos confirme en la Fe de manera permanente, en estos tiempos de tanta turbulencia.



Me pidió un Ave María por él y le garantice que serán muchos a la Virgen de la Salud, pero estoy seguro que en esta cruzada de oración me acompañaran muchos de ustedes, porque, como le dije en una carta, parafraseando a Castiñeira de Dios en un discurso al Cardenal Quarracino: “Lo necesitamos, lo necesita la Iglesia, lo necesita la Patria”.

Supla la Gracia la deficiencia de la pluma.

 

Marcelo Grecco

El Caballero de Nuestra Señora

Homilía


Misa Completa


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