“¡Gracias, Gracias, Infinitas Gracias!”

Queremos dar gracias al Señor, por el sacerdocio paternal de Cristian José Ramírez, reciente e inesperadamente fallecido, que tanto bien ha hecho a nuestra alma y a la de tantos. Por casi treinta años el padre nos ha guiado de una u otra manera en el camino de la vida espiritual. Un amigo, suele decir que si él es algo en la vida espiritual, en gran parte lo es por el padre Cristian, por eso hoy en su partida somos agradecidos y lo hacemos con estas palabras que siempre usaba para agradecer un saludo, un obsequio, en especial para los chicos de Casa Cuna. 
Quiero respetar su humildad y no hablaré directamente de él, porque seguro no me dejaría hacerlo, puedo escucharlo decir “ni se te ocurra”, sin embargo creo que la mejor manera de homenajearlo es, sin duda, compartir algunas de las enseñanzas que me ha dejado. Las comparto no para que queden en lo anecdótico, no solo para admirar al padre, no nos lo permitiría, sino fundamentalmente para aplicarlas una y otra vez en nuestra vida espiritual. 

Misericordia y Caridad

 Estaba en la primera juventud, cuando fuimos con un grupo de parroquia a Lujan. Apenas ingresar nos sorprendió ver como aquel joven sacerdote se arrojaba a la Misericordia. Me impacto aquella figura del sacerdote de sotana arrodillado como penitente, era la primera vez que veía algo asi, sabía de confesiones entre sacerdotes pero nunca con una imagen tan fuerte. Cuando se lo comente simplemente me respondió con una gran enseñanza que me quedo para siempre: “cuando va a Lujan hay que confesarse y comulgar”. De alguna manera me decía que con María siempre había que arrojarse a la Misericordia del Padre. 
Gustaba peregrinar al Santuario Mariano, iba tempranito, ya sea el día de su ordenación, su cumpleaños, fiestas marianas y siempre que podía. 
 Nos enseñó siempre buscar la Misericordia para nosotros y para las almas de los fieles difuntos, unía la Misericordia con la caridad. Por eso siempre enseñaba la posibilidad de aprovechar la indulgencia que la Madre Iglesia da para el bien de las almas. No la aprovechaba solo para sí, sino que nos impulsaba a aprovecharlas para el bien de nuestras almas, pero también en las ocasiones en que se aplica a los fieles difuntos, nos animaba a que las podamos aplicar a ellos. Siempre estuvo atento de aquellos que partían y rezaba en sufragio de sus almas las Misas Gregorianas, (treinta días ofreciendo por un difunto la Misa). Recordaba cada año en las proximidades de la fiesta de la Porciúncula o de la Conmemoración de los fieles defuntos. Misericordia y Caridad ¡Que bella enseñanza para la vida espiritual! 

El Fin del Mundo 

Son o somos muchos los que en solemos pensar en los “signos” de los últimos tiempos que pueden presentarse en nuestra loca sociedad y nos quedamos dando vueltas sobre esos signos y pensando si ya está cerca o no el día de la venida final de Cristo, distrayéndonos y a veces olvidándonos de nuestra vocación a la santidad, de tal manera que perdemos horas de nuestra vida espiritual en aquello. Un día el padre respondió a una de estas inquietudes con una frase que fue la mejor enseñanza que nadie me había dado tan claramente: “Del único fin del mundo que hay que preocuparse es el de uno”.

 El Valor de lo Sagrado 




El amor a lo sagrado es algo que me ha llamado la atención en él y que incrementó mi formación litúrgica comenzada en mi juventud por grandes sacerdotes y me animó a buscar en las fuentes la grandeza de la litúrgica. La sencillez y no la pomposidad. La liturgia celebrada con esa sencillez y a la vez con un gran recogimiento, buscaba siempre aumentar su piedad en el Augusto Sacramento y en esa piedad personal nos movía a ser piadosos y respetuosos. Celebraba en y con la Iglesia.

 El Amor inaudito de Dios 

En los últimos tiempos me impacto e hizo mucho bien, su prédica sobre el inmensurable amor de Dios, “inaudito”, decía. Como es El quien nos salva en Cristo, en su misterio salvífico y aunque nos pide la aceptación, es el que ama primero. El salva a quien quiere y de algo estamos seguros quiere que los bautizados alcancen esa gracia de la Salvación, por eso el celo por la Evangelización, pero primero nuestra conversión que sea capaz de amar a quien nos amó primero y de manera tan sublime en la Cruz. 

Un Recuerdo Especial

 Para culminar el recuerdo a sus padres, a quienes ciertamente quiso con un amor profundo de hijo, de respeto y veneración. Recuerdo cuando ambos venían a las Misas en las Parroquias y las charlas, cuando murió su madre me dijo que pudo rezarle una oración que siempre había pedido poder hacerlo. Este amor a ellos también se multiplicaba en la gente mayor y en matrimonios tan maravillosos como ellos, recordemos lo que monseñor Podestá dijo de Don Juan y Lucía el día de la ordenación del padre: “padres ejemplares que me enseñaron cómo una verdadera familia cristiana -a pesar del ambiente corrupto y de la televisión y de los diarios y de los mass media y de tantas cosas a las cuales muchos padres echan la culpa para quitarse la responsabilidad de no haber sabido educar a sus hijos- es capaz de formar verdaderos hombres e hijos de Dios.” 
Le debo al Padre Cristián mucho, pero especialmente le agradezco que un año antes de su partida me ayudo a despedirme de mi madre y acompañarla durante sus tres años de enfermedad. La acompaño en oración en su agonía, mientras acompañaba a Lautaro un niño de Casa Cuna que partía en el mismo momento que ella. Sus enseñanzas me preparo para despedirme de ella cristianamente y acompañar a mi padre en su soledad. A ellos les tenía un cariño especial, el que era reciproco, como si fuera un hijo más. 
Siempre se sorprendía por las varias coincidencia en fechas de nuestras familias y sobre todo la más significativa es que nuestros padres se casaron el mismo día, a la misma hora y en la misma ciudad, con Misa de Esponsales en dos Iglesias muy particulares de Buenos Aires, San José de Flores sus padres y en San Bernardo de Villa Crespo, famosa en Adán Buenos Ayres de Marechal con su Cristo de la Mano rota, los míos. 
Por todas estas enseñanzas y muchas más que guardo en mi corazón, por las largas charlas y como él mismo me dijo un día la “larga amistad” en Cristo, por su sacerdocio que imitó al extremo al Buen Pastor, por su vida contemplativa y su acción sin descanso por las almas, en especial de los niños y su familia, por las absoluciones, por las Misas, por las veces que me dio el Santo Sacramento de la Eucaristía, Padre Eterno te damos Gracias, te decimos en sus propias palabras “¡Gracias, gracias, infinitas gracias!”

Supla la Gracia de Dios y la Purísima la deficiencia de la Pluma

Marcelo Grecco
11 de Febrero 
Fiesta de Nuestra Señora de Lourdes

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